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miércoles, 18 de abril de 2007

Alicia vuelve a casa


No, no se trata de una novela inédita de Lewis Carrol; Alicia es un nombre que lleva varias generaciones en mi familia; lo estrenó mi abuela, que tuvo la inmensa fortuna de recibir un nombre tan discreto, mientras a todas las niñas a su alrededor —el mundo rural leonés de principios del siglo XX— las condenaban a ser llamadas Eduviges o Custodia de por vida. Luego mi madre heredó el nombre y se lo regaló a mi querida hermana, que es de quién quería hablar antes de dar este paseo por los cerros de las Maravillas.

Mi hermana Alicia vuelve a casa; después de recorrer el mundo durante los últimos quince años, dentro de unas semanas se instalará en Madrid, espero que definitivamente. Y es que acaba de firmar un contrato para ser directiva-superintendente-general-manager ejecutiva —o más todavía— para España y Portugal de una empresa reaseguradora de nombre tan americano como impronunciable. Un fichaje de altos vuelos, vamos, un traspaso entre multinacionales de esos que nos dejan a los peatones con la palabra en la boca y la mirada atónita. Si hace dos días nos peleábamos por el asiento del coche, y ahora seguro que le ponen hasta chofer.

Alicia pasó diez años en Alemania; al final vivía a caballo entre Colonia y Toronto, y acabó mudándose a Zurich, aunque el 2006 lo pasó casi entero en Hong-Kong. Siempre trabajando; vaya rollo, ¿verdad? Y además, esa manía viajera que tiene: que si México, que si Japón, Australia, Nueva York… si es que tiene que ser agotador tanto paseo. Así está tan delgadita, de no parar. Y vete tú a saber qué le darán de comer por esos mundos de Dios.

Y ahora Madrid. Ironías del destino, porque ella siempre dijo que no le gustaba ninguna ciudad española para vivir; si acaso, Barcelona —por lo del Mediterráneo, supongo—. Al que le gustaba el foro era a mí: para estudiar, para vivir, para buscarme la vida, lo que fuera. Pero no fui, aunque siempre pensé que acabaría allí, que mis cambios de residencia no eran más que un largo rodeo para llegar a la capital.

Yo antes viajaba a Madrid y sólo veía un montón de puertas abiertas, de noches que nunca se acababan y de milagros a punto de obrarse. Sin embargo ahora ni voy, porque me incomodan las aglomeraciones, la prisa, la agresividad en las aceras. Ya no me gusta el tonillo chulesco con que dicen “ejj que”, aunque ya voy entendiendo por qué se “pinan” tanto y sacan pecho a las primeras de cambio: es duro ser nadie, pero es mucho peor que los otros cinco millones de nadies te lo recuerden a cada paso, cuando te aprietas en el metro, cuando haces cola en las taquillas, cuando te han aparcado en triple fila y tu mujer da a luz. Cuando siempre estás “a cinco minutos” de ningún sitio. Madrid, esa capital del mundo que tanto odiamos… y que tan inexplicablemente queremos.

Claro que, ahora, Madrid va a ser un poquito mejor. Los que conocéis a Alicia ya sabéis a qué me refiero.

PS. A mi amigo Dimitris Mourvakis —que estaba loco por ella y aún debe de estarlo— le gustaba mucho su nombre; al parecer, Alicia en griego suena a «verdad». Cosas de la homofonía…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Alicia, verdad...

Yo creo que, si no recuerdo mal, precisamente por eso Lewis Carrol eligió ese nombre. Podría haber sido Sofía, que tb usó Martin Gaardner, pero Alicia, en verdad, es Aletheia...

Javier Menéndez Llamazares dijo...

Valen, qué alegría, ya te echaba de menos. Creo que para el martes o el miércoles a más tardar me va a tocar hablar de ti.
O de tu obra, vamos. Un abrazo.

Anónimo dijo...

A ver si los primos dejamos de hacernos tanto la pelota, eh? Aunque nos queramos mucho...
Alicia, gracias por el comentario sobre mi "Long Play" que se decía antes. Justo te vuelves a españa... cuando peor está. Bueno. Un besín a los dos.
Javi, a ver si voy con Ángela a hacer surf allía de una vez.

Nos casamos el año próximo el 31 de mayo. Ya se avisará.