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lunes, 28 de mayo de 2007

Trastienda electoral

Supongo que ningún político va a entretenerse en comentarlo —y mucho menos, plantearse hacer algo al respecto—, pero opino que algunos resultados electorales merecerían más un minuto de reflexión que el eterno silencio que van a provocar.
Hablo del caso concreto de la ciudad de Barcelona. Estos son los datos oficiales:


(Fuente: Ministerio del Interior, 28 de mayo de 2007, a la 1:12 h.)


No hace falta un análisis muy profundo para descubrir que la abstención pasiva ganó por mayoría absoluta.
Y aún más: la abstención activa fue la opción escogida por uno de cada veinticinco barceloneses, que votaron en blanco.

En la votación se dirimían 41 sillones del consistorio. Algunos mejores que otros, unos más a la derecha y otros más a la izquierda del "padre", pero 41 sueldecillos que nada tienen que ver con la triste realidad mileurista que nos rodea. Por la cuenta que les trae, silenciarán el asunto, pasarán por él de puntillas como si fuera una más de las pleitesías de la democracia. Sin embargo, al menos 21 de esos sillones deberían quedar vacantes: eso han dicho los votantes, al ser consultados. O, en el peor de los casos, al menos ese cuatro por ciento debiera tener representación en el pleno, con una poltrona vacía y otro de los concejales cobrando a tiempo parcial. Porque nadie los ha elegido.

Item más: esta elección debería repetirse. No, no estoy pidiendo que los políticos vuelvan a gastarse una millonada en tratar de arrancar votos. Pero, como en cualquier votación que se precie, es necesario el quorum. Si ni tan siquiera la mitad de los interesados se han personado para aportar su opinión, la consulta no debe, no puede ser vinculante. ¿O es que la opinión de la gran mayoría no importa? ¿No es la democracia un juego de mayorías?

Es urgente una reforma de la normativa electoral, que recoja la verdadera manifestación popular que, como dicen pomposamente los políticos, cuando quieren ponerse estupendos, "emana de las urnas". Y también, la que no emana de ellas, porque el próximo alcalde de Barcelona no sólo será el que más hayan votado los barceloneses, sino que será, simultáneamente, el alcalde al que la gran mayoría de sus ciudadanos no han elegido.

"¿Y a quién le importa?", argumentarán los sesudos opinólogos, dando por sentado que el increíblemente alto índice de abstención se debe a la apatía ciudadana. Que haga buen día, o que la liga esté al rojo vivo pueden servir perfectamente como excusa para transferir la culpa a los votantes. Y es que no espabilamos: el voto en blanco es una protesta manifiesta; sin embargo, no acudir a votar, ese "yo paso", sin más explicaciones, resulta tan inútil que ni siquiera llega a ser un gesto. Comprensible, sí, pero inútil.

Comprensible porque el desencanto de lo político llega a tal medida, que ya optamos por dejarles hacer, por no querer saber nada del asunto. Que hagan lo que quieran, que nos pasen la factura, pero que no nos molesten. Y así nos luce el pelo, evidentemente; porque, al final, siempre perdemos los mismos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y lo peor es que luego no se cumplen las promesas, como la que hizo un tal Don Nadie, que dijo que no iba a hablar de política en su blog, y es que, por muchas carreteras que arregle Fomento, la cabra siempre tira al monte.

Anónimo dijo...

Esta situación de voto abstemio, voto nulo o voto en blanco me recuerda un montón a la novela de Saramago "Ensayo sobre la lucidez", en la que la decisión tácita del pueblo de votar en blanco a bloque crea una situación de crisi y caos en la nación.

La realidad empieza a parecerse a la ficción. Eso sí, prefiero esto a lo que pasó en "Ensayo sobre la ceguera"...

Anónimo dijo...

Pues razón no te falta