Según una estadística que acabo de inventarme, diez de cada nueve pensamientos de un niño de primaria tratan de fútbol. Y, si no lo creen, hagan la prueba: intenten explicarle algo sencillo, como dividir con llevadas, los afluentes del Duero o la Ley d’Hont, y ya verán el caso que les hace. Prueben, en cambio, con los ciclos de tarjetas amarillas, el sistema de la Liga de Campeones o las posibles variaciones en la clasificación según el resultado de la jornada, y se quedarán sorprendidos. Incluso conceptos como el fuera de juego, tan misteriosos para algunos, no tienen secretos para un crío de ocho años con fiebre futbolera.
En mi casa, la epidemia empezó la temporada pasada, y claro, al final, yo también acabé contagiado. Aquel año sufrimos mucho, y aprendimos lo que es malvivir en la parte baja de la tabla. Este verano, sin embargo, había buenos augurios: el equipo se “cantabrizaba”, repescando a jugadores locales con experiencia contrastada en la primera división, un entrenador sin experiencia pero muy prometedor y, sobre todo, Munitis, una fuerza de la naturaleza capaz de revolucionar césped y grada. Pero las cosas empezaron fatal: en cinco jornadas, ya estábamos prácticamente en segunda. Hasta que llegó Zigic.
Nicola Zigic, serbio, veinticinco años, delantero centro del Estrella Roja… y 2.02 de altura. Parecía más un fichaje para el Lobos, y aunque había jugado el Mundial y era titular en la selección, quien más, quien menos se temía que sería un tronco incapaz de moverse con el balón en los pies —por supuesto, que el seleccionador de Serbia fuera Javier Clemente no ayudaba, precisamente—. Pues no: contra todo pronóstico, el Racing se convertiría en uno de los mejores equipos de la Liga.
Durante un par de semanas, el niño y yo no hablábamos más que del Racing: que si Garay, que si Scaloni, que si hay que ganar en Bilbao… Pilar estuvo a punto de mandarnos a dormir al Sardinero, porque ya se sabía de memoria la plantilla. Pero el joven Javier estaba deslumbrado por Zigic, y todo su afán era conseguir una foto con él.
La cuestión es que el jugador no hablaba aún español, y su madre y yo, la verdad, no teníamos mucha idea de cómo actúan los fans a la caza del ídolo.
Después de darle muchas vueltas, se me ocurrió que lo mejor, ya que no pensaba aprender serbio, era hacer un cartelito con una frase en su idioma, pidiéndole una foto. Pero claro, ¿quién sabe lenguas balcánicas aquí en Santander? Menos mal que, hace tres décadas, los militares, queriendo controlar el mundo, se equivocaron e inventaron Internet.
Mi salvadora se llamaba Larisa Zlatic. Una lingüista serbia, afincada en los Estados Unidos, que se dedica a la traducción. Y, además, una mujer encantadora… a la que yo no conocía de nada. Y yo, que soy de natural tímido —aunque nadie me crea—, le eché un montón de morro y la escribí. Y funcionó.
Aquella misma tarde, la atentísima Larisa me regaló un «Сликајте се са мном, Nikola! Хвала», que viene a querer decir «Take a Picture with me, Nikola!» —porque nos habíamos carteado en inglés, claro—. Así que sólo quedaba imprimir el cartel y cazar al pequeño Nicolás.
Al día siguiente, Pilar y el niño fueron al entrenamiento del Racing, y allí estaba el futbolista. El nene se acercó con el cartel desplegado y parece ser que al jugador hasta le dio la risa. Pero Javi, de pronto, se bloqueó. Y, como llevaba en la mano un cromo del serbio —último fichaje número 47, bastante complicado de conseguir, por cierto—, se lo extendió para que se lo firmase, y luego se dio la vuelta con el cromo y sin la foto.
El segundo intento fue dos días después; Radio Nacional organizaba un acto al que acudía toda la plantilla, y allí nos presentamos el niño y yo. El pobre, con el berrinche por la oportunidad perdida, llevaba dos días apesadumbrado, pero nada más ver a los jugadores recuperó el brío. Atrincherado entre los corresponsales, se le salían los ojos de sus órbitas mientras escuchaba a Los Carabelas cantar su “Racing, Racing, Racing campeón”. Y aguantó estoicamente los discursos: director de RNE, presidentes de Cantabria y del Real Racing Club, entrenador, y Vitolo, uno de los futbolistas, que recibía un premio por su entrega en el campo, el “Trofeo Chisco” al pundonor, que diría Prats. Todos, hasta el propio Chisco —un histórico del primer Racing—, glosaron las virtudes del canario Victor Aniño, “Vitolo”, el jugador más querido por la grada en la pasada temporada.
Enseguida nos “cazó” Alberto Aparicio, el Jefe de Prensa; nos debió de ver la cara de pardillos, y se llevó de la mano al niño hasta donde estaba Zigic. El nene, esta vez sí, desplegó el cartel y el futbolista sonrió, levantó el pulgar y posó junto al pequeño, que a su lado parecía todavía más pequeño. Por fin teníamos la foto.
—Bueno, estarás satisfecho, ¿no? —le pregunté ya en la moto, mientras nos poníamos los cascos—; ya lo has conseguido. Ya tienes una foto con tu ídolo.
—Sí, bueno… —remoloneó—. Pero, ¿sabes qué?
—¿Qué? —dije yo, casi sin querer.
—Que ahora mi jugador favorito es Vitolo.
En mi casa, la epidemia empezó la temporada pasada, y claro, al final, yo también acabé contagiado. Aquel año sufrimos mucho, y aprendimos lo que es malvivir en la parte baja de la tabla. Este verano, sin embargo, había buenos augurios: el equipo se “cantabrizaba”, repescando a jugadores locales con experiencia contrastada en la primera división, un entrenador sin experiencia pero muy prometedor y, sobre todo, Munitis, una fuerza de la naturaleza capaz de revolucionar césped y grada. Pero las cosas empezaron fatal: en cinco jornadas, ya estábamos prácticamente en segunda. Hasta que llegó Zigic.
Nicola Zigic, serbio, veinticinco años, delantero centro del Estrella Roja… y 2.02 de altura. Parecía más un fichaje para el Lobos, y aunque había jugado el Mundial y era titular en la selección, quien más, quien menos se temía que sería un tronco incapaz de moverse con el balón en los pies —por supuesto, que el seleccionador de Serbia fuera Javier Clemente no ayudaba, precisamente—. Pues no: contra todo pronóstico, el Racing se convertiría en uno de los mejores equipos de la Liga.
Durante un par de semanas, el niño y yo no hablábamos más que del Racing: que si Garay, que si Scaloni, que si hay que ganar en Bilbao… Pilar estuvo a punto de mandarnos a dormir al Sardinero, porque ya se sabía de memoria la plantilla. Pero el joven Javier estaba deslumbrado por Zigic, y todo su afán era conseguir una foto con él.
La cuestión es que el jugador no hablaba aún español, y su madre y yo, la verdad, no teníamos mucha idea de cómo actúan los fans a la caza del ídolo.
Después de darle muchas vueltas, se me ocurrió que lo mejor, ya que no pensaba aprender serbio, era hacer un cartelito con una frase en su idioma, pidiéndole una foto. Pero claro, ¿quién sabe lenguas balcánicas aquí en Santander? Menos mal que, hace tres décadas, los militares, queriendo controlar el mundo, se equivocaron e inventaron Internet.
Mi salvadora se llamaba Larisa Zlatic. Una lingüista serbia, afincada en los Estados Unidos, que se dedica a la traducción. Y, además, una mujer encantadora… a la que yo no conocía de nada. Y yo, que soy de natural tímido —aunque nadie me crea—, le eché un montón de morro y la escribí. Y funcionó.
Aquella misma tarde, la atentísima Larisa me regaló un «Сликајте се са мном, Nikola! Хвала», que viene a querer decir «Take a Picture with me, Nikola!» —porque nos habíamos carteado en inglés, claro—. Así que sólo quedaba imprimir el cartel y cazar al pequeño Nicolás.
Al día siguiente, Pilar y el niño fueron al entrenamiento del Racing, y allí estaba el futbolista. El nene se acercó con el cartel desplegado y parece ser que al jugador hasta le dio la risa. Pero Javi, de pronto, se bloqueó. Y, como llevaba en la mano un cromo del serbio —último fichaje número 47, bastante complicado de conseguir, por cierto—, se lo extendió para que se lo firmase, y luego se dio la vuelta con el cromo y sin la foto.
El segundo intento fue dos días después; Radio Nacional organizaba un acto al que acudía toda la plantilla, y allí nos presentamos el niño y yo. El pobre, con el berrinche por la oportunidad perdida, llevaba dos días apesadumbrado, pero nada más ver a los jugadores recuperó el brío. Atrincherado entre los corresponsales, se le salían los ojos de sus órbitas mientras escuchaba a Los Carabelas cantar su “Racing, Racing, Racing campeón”. Y aguantó estoicamente los discursos: director de RNE, presidentes de Cantabria y del Real Racing Club, entrenador, y Vitolo, uno de los futbolistas, que recibía un premio por su entrega en el campo, el “Trofeo Chisco” al pundonor, que diría Prats. Todos, hasta el propio Chisco —un histórico del primer Racing—, glosaron las virtudes del canario Victor Aniño, “Vitolo”, el jugador más querido por la grada en la pasada temporada.
Enseguida nos “cazó” Alberto Aparicio, el Jefe de Prensa; nos debió de ver la cara de pardillos, y se llevó de la mano al niño hasta donde estaba Zigic. El nene, esta vez sí, desplegó el cartel y el futbolista sonrió, levantó el pulgar y posó junto al pequeño, que a su lado parecía todavía más pequeño. Por fin teníamos la foto.
—Bueno, estarás satisfecho, ¿no? —le pregunté ya en la moto, mientras nos poníamos los cascos—; ya lo has conseguido. Ya tienes una foto con tu ídolo.
—Sí, bueno… —remoloneó—. Pero, ¿sabes qué?
—¿Qué? —dije yo, casi sin querer.
—Que ahora mi jugador favorito es Vitolo.
10 comentarios:
Bueno, amigo LLamazares, con la Iglesia hemos topado: aquí un merengón que se siente damnificado por tu amado Racing, que, lamentablemente, nos va a dejar sin Liga. En cualquier caso prima en mí el espíritu deportivo, y como la Liga es para quien se la trabaja de agosto a junio, pues bueno, qué le vamos a hacer. También hay que alegrarse con la suerte de los modestos ¿O no?
Saludos de vikingo desencantado
Amigo "perdedor": yo estuve en el campo aquel día, y no creo que el Racing ganase sin merecimiento; al menos uno de los penaltis fue de libro, y como el otro le regalan al Madrid veinte cada temporada. Sin embargo, en todas las pequeñas decisiones (saques de banda, faltas en el centro del campo, fueras de juego, etc.), el árbitro siempre se decantó descaradamente por el grande, así que, en realidad, era el modesto el que se sentía perjudicado.
Y, aun así, la liga no se la quita el Racing, sino Capello y su incomprensible estilo.
Aunque se agradece tu elegancia, y espero que, ya que no va a poder el Sevilla, ganeis la liga los madridistas.
Un abrazo.
Llama de Zares (de ahí tu estirpe y la sangre balcánica del niño?):
Me ha gustado la historia. El final, de libro, aunque no fuera cierta, que no digo que no lo sea, pero podías permitirte la licencia de darle la puntilla con ese revés.
Hola Valen; aunque no lo creas, fue así. Y aún más: a los pocos días, volvió a cambiar y se hizo fan de Munitis. Y desde entonces, ya han pasado 6 ó 7 meses, no ha vuelto a cambiar. En ello pesó mucho que "era cántabro", ya ves tú. Cuando ahorró para comprarse el traje (en diciembre) se puso el número 10 y el nombre de Munitis.
Qué bonita historia. Yo debería hacer lo mismo (y no solo para conseguir un autógrafo o una foto) con el portero del Sporting y hacerle un cartelillo en gallego, aunque bueno, me imagino que si siguen jugando tan bien, el año que viene estarán en Segunda B y ya serán mas accesibles a fans desbocadas como yo…
Envidia del Racing tengo, están haciendo una temporada de fábula.
¡Saludines!
Javi, podías manipular a tu niño para que en lugar de pedir autógtafos a futboleros les pidiera autógrafos a las niñas, le serviría para el futuro.
Hola Anónimo: lo que propones no estaría mal, aunque sería mucho mejor conseguir que las niñas le pidieran autógrafos a él, ¿no?
Oye, que padre y que buen padre eres chico! Y los niños son siempre así, una vez que consiguen lo que quieren pones sus vistas a otro desafió no crees?
Pati, no te dejes engañar por las apariencias; seguro que si a la hora de los deberes le preguntas al niño qué tal es su padre iba a parecer el Capitan Haddock diciendo su típico #$%%$%...
Realmente encomiable el esfuerzo para obtener esa foto. Y aunque te has inventado la estadística, por experiencia propia y ajena le doy un margen de error de +/- un 1 %. Recuerdo esa etapa mía en la que la mayor aspiración era conseguir completar un album de cromos de futbolistas, para acto seguido empezar otro nuevo. Y no sólo era coleccionar los cromos, sino que tanto yo como todos mis amigos nos sabíamos los nombres, y datos de filiación además del curriculum de cada jugador prácticamente de memoria... Si yo fuera el Presidente de un equipo de fútbol me pensaría seriamente el formar un equipo de recursos humanos sólo por niños.
Estas hecho un padrazo.
Un saludo.
Publicar un comentario