Un sábado, sentados en una terraza del Sardinero, mi amigo Fernando Martín (alias “el médico”) me explicó su teoría sobre el cambio. Al parecer, cada vez que nos enfrentamos a una nueva actividad, desde que adquirimos las destrezas básicas, logramos dominarla y finalmente nos hastiamos, transcurren unos diez años. Éste sería, según él, el periodo al que podemos dedicarnos —productivamente, claro— a una tarea concreta. Y él, por lo que me contó, lo ha llevado a rajatabla, emprendiendo un nuevo desafío cada década.
Me pasé el resto del fin de semana dándole vueltas al asunto: ¿Diez años? ¿Cómo es posible? Si yo no he aguantado ni cuatro, en mi vida: todo me aburre antes. Claro que yo soy un culo de mal asiento, pero enseguida ví que esa teoría debía de tener una clara base científica.
Busqué en la biblioteca algún estudio sobre el asunto, pero mis limitados conocimientos de la materia no eran un buen punto de partida. Aunque —estoy convencido— alguien habrá estudiado este fenómeno. Y es que tiene su interés:
¿Por qué un futbolista de veintiséis, veintisiete años, que aún no ha alcanzado su mejor momento, sufre un bajón espectacular en su rendimiento —generalmente, en proporción directa a lo que cobra por temporada—? Encaja con el plazo de la década, según la Teoría Martín del Aburrimiento: si comienza a jugar semiprofesionalmente, a recibir elogios y a ganar dinero a los dieciséis o diecisiete años, está ya harto del fútbol antes de cumplir los treinta.
La famosa “crisis de los cuarenta” también tendría su espacio en esta hipótesis: diez años de matrimonio, de cuidar críos, de pagar hipotecas… es demasiado alimento para la “deserción cívica” que alimentó tantas películas cutres de los setenta, con Landas y Estesos persiguiendo suecas.
Pero también encaja otra crisis, mucho más actual, la de los “treinta años”. Hoy día, que prolongamos la adolescencia prácticamente hasta la jubilación, no es de extrañar el shock que sufren ellos y ellas al comprobar que su carné dice ya “treinta”, y llevan diez años igual, todos los días de fiesta, y lo que es peor, malviviendo entre becas y contratos basura.
Y es que todo aburre. Hasta lo más insospechado. ¿Quién iba a pensar que Nacho Vidal se jubilaría? Pero hay que comprenderlo: diez años de sacrificio, machacándose en el gimnasio, cuidando hasta el más mínimo detalle para poder dar luego la talla… es demasiado para cualquiera. ¡Lo que habrá tenido que sufrir ese hombre!Y podría seguir enumerando ejemplos, pero no es cuestión de abusar de la paciencia ajena, porque seguro que existe alguna teoría que defienda la necesidad de cambiar de tema después de quinientas palabras seguidas. Así pues, mañana más.
Me pasé el resto del fin de semana dándole vueltas al asunto: ¿Diez años? ¿Cómo es posible? Si yo no he aguantado ni cuatro, en mi vida: todo me aburre antes. Claro que yo soy un culo de mal asiento, pero enseguida ví que esa teoría debía de tener una clara base científica.
Busqué en la biblioteca algún estudio sobre el asunto, pero mis limitados conocimientos de la materia no eran un buen punto de partida. Aunque —estoy convencido— alguien habrá estudiado este fenómeno. Y es que tiene su interés:
¿Por qué un futbolista de veintiséis, veintisiete años, que aún no ha alcanzado su mejor momento, sufre un bajón espectacular en su rendimiento —generalmente, en proporción directa a lo que cobra por temporada—? Encaja con el plazo de la década, según la Teoría Martín del Aburrimiento: si comienza a jugar semiprofesionalmente, a recibir elogios y a ganar dinero a los dieciséis o diecisiete años, está ya harto del fútbol antes de cumplir los treinta.
La famosa “crisis de los cuarenta” también tendría su espacio en esta hipótesis: diez años de matrimonio, de cuidar críos, de pagar hipotecas… es demasiado alimento para la “deserción cívica” que alimentó tantas películas cutres de los setenta, con Landas y Estesos persiguiendo suecas.
Pero también encaja otra crisis, mucho más actual, la de los “treinta años”. Hoy día, que prolongamos la adolescencia prácticamente hasta la jubilación, no es de extrañar el shock que sufren ellos y ellas al comprobar que su carné dice ya “treinta”, y llevan diez años igual, todos los días de fiesta, y lo que es peor, malviviendo entre becas y contratos basura.
Y es que todo aburre. Hasta lo más insospechado. ¿Quién iba a pensar que Nacho Vidal se jubilaría? Pero hay que comprenderlo: diez años de sacrificio, machacándose en el gimnasio, cuidando hasta el más mínimo detalle para poder dar luego la talla… es demasiado para cualquiera. ¡Lo que habrá tenido que sufrir ese hombre!Y podría seguir enumerando ejemplos, pero no es cuestión de abusar de la paciencia ajena, porque seguro que existe alguna teoría que defienda la necesidad de cambiar de tema después de quinientas palabras seguidas. Así pues, mañana más.
8 comentarios:
Buena teoría, pero no se si muy consistente, pero sobre todo, que no la sepa ningún político, no vaya a ser que se establezcan legislaturas de 10 años para que aprendan...
jeje, un saludo.
PD.- Te he enlazado desde mi blog.
La verdad que yo si creo en esa idea, tengo 10 años de hacer lo que hago en mi carrera y la verdad que creo que ya muestro signos de aburrimiento. Ando buscando algo nuevo que empezar para cambiar la rutina, aunque te diré según mi signo astrológico así soy de inquieta...quien sabe!
Cachuco, los políticos ya lo tienen todo aprendido, los que no aprendemos ni a la de tres somos nosotros. Gracias por el mensaje y por el link.
Un abrazo.
Paty: eso de andar buscando siempre algo nuevo nos pasa a todos; yo creo que lo mejor es variar, pero aprovechando la experiencia que hayas acumulado. Aún así, diez años de trabajo, más los años de estudios, sí que suena a un plazo largo.
Gracias por la visita, nos leemos.
Lo de las teorías creo que era cosa de Pedro J. ¿no?
Ahora en serio. Lo peor de formular teorías es que aquellas que no nos son propicias parecen subsidiarias de la Ley de Murphy, caen sobre nuestra fortuna como la tostada, por el lado de la mantequilla, y además, en base a su formulación, uno es capaz de pronosticar su infortunio.
Según esto, yo voy por mis nueve años y medio en demasiadas cosas, así que los hastíos se me están juntando, uno tras otro. No sé si acabaré reventando o si por el camino surgiran nuevas motivaciones. Lo cierto es que, a no tardar, voy a ir dejando por ahí un reguero de cadáveres.
Saludos desmotivados
Hay quien considera que vivir es un hobby, y eso quizás lo explique todo.
Perdón por ser tan escueto, pero, ¿para qué más?
Salud
Yo no evoluciono desde hace prácticamente dos décadas, mis intereses siguien siendo las chicas, la cerveza y el rock and roll...
Pero es que tú eres un genio, Julián. ¡No cambies nunca, tío!
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