“Cómo ser nadie” no es un manual de autoayuda, pese a que su título pudiera inducir al error. Y, la verdad, tampoco iba a ser un blog . De hecho, hasta hace apenas dos meses, yo me resistía a escribir en internet.
Y es que este “Cómo ser nadie” no es un objetivo sino una realidad constatada; no es una guía hacia el perfecto anonimato, sino una suerte de reconstrucción del desastre. Un capítulo final, un epílogo de un proyecto llamado “Diez años de silencio”. Aunque igual sería conveniente comenzar por el principio, para que tú y yo estuviéramos en igualdad de condiciones.
Quizá podría empezar confesando que yo también tuve esperanzas. Y ambición. Supongo que fui —o quise verme a mí mismo— un joven prometedor. Tenía cierta facilidad para escribir con coherencia, para ganar premios y para conseguir que me hicieran caso. Cierto que sólo escribía chorradas —más o menos, como ahora—, pero tenía la inmensa fortuna de que se publicaran en la prensa local y tuvieran cierta repercusión.
Veinte años. Con veinte años y un par de libritos publicados, ¿quién no sacaría pecho? Además, nadie puede imaginar lo que significa en León ser un joven escritor; incluso, aunque todavía no hayas escrito nada. De verdad, es inimaginable. En León no tenemos un gran club de fútbol y, para colmo, se llama “Cultural”. Porque las estrellas allí no son los virtuosos del balón, sino los escritores. Existe una verdadera devoción por la cultura y sus artífices.
A mí, inexplicablemente, me correspondió vivir esa fiebre, en mi primera juventud. Entrevistas, reseñas, lecturas, colaboraciones… Y eso, sin haber hecho aún nada. En mi tierra somos conscientes de cuál es nuestro verdadero capital, y hay un afán desmedido por los hallazgos; igual que en la montaña se arrancaba antes la antracita de la tierra, así se intenta ahora encontrar nuevos escritores.
En seguida, casi sin quererlo, acabas creyendo que todo es real. Que eres una joven promesa. Que vas a conseguirlo. Que vas a ser alguien importante. Que vas a ser alguien.
Luego llegó el silencio. Lo expresó mucho mejor Antonio Gamoneda:
Yo también estuve quinientas semanas sin escribir. Quinientas semanas que me parecieron quinientos años. Quinientas semanas en las que darse cuenta de que no has llegado a donde pretendías, que no has cumplido las promesas, que la gran esperanza se desvaneció por sí sola.
¿Por qué aquel silencio? No hay motivos, no he sido capaz de encontrarlos. Quise hacer una novela, que nunca terminé. Quise ser poeta, columnista, narrador… Y no conseguí nada de eso. Sólo una década de fracaso ininterrumpido.
Es duro; valga el feo anglicismo para constatar que cuesta asumir la derrota. Y sin embargo, puedes sobreponerte. Yo quería ser alguien. Iba a ser alguien, de hecho. Pero la realidad tenía su propia opinión, y diez años después todo es diferente. No recuerdan tu nombre. Aunque aceptan tus artículos, ya no esperan nada de ti. Ya no vas a llegar. Ahora ya no eres nadie.
Esos fueron mis “Diez años de silencio”, que algún día relataré. Porque antes, al emplear la palabra “fracaso”, quizás me quedé corto: Yo lo experimenté como el desastre de la armada invencible frente a las costas de la pérfida Literatura. Y, sin embargo, en mi vida personal fue un tiempo muy intenso; sin escritura, eso sí, pero lleno de acontecimientos felices. Recorrí el mundo, me tomé muchas licencias, postergué las obligaciones. Tuve otros sueños, otras aspiraciones. Fui bueno, fui malo, pero intenté siempre ser algo. Conocí a tanta gente que empecé a comprender muchas cosas que creía incomprensibles. Modelé mi propia visión del mundo. Me di cuenta de que las ideas de otros, las ideas convencionales, no son las más adecuadas, no me sirven. Que los prejuicios no sirven de nada. Que lo que creía nefasto quizás no era tan malo. Descubrí qué era lo verdaderamente importante para mí. Y, sobre todo, que todavía tenía sueños. Todavía quería escribir.
No fueron años de infelicidad, no. Fueron años de dispersión, de esfuerzo denodado en ocasiones. De mucho amor, también. Y de cambiar pañales, que no es nada literario. De tomar decisiones importantes, de reconciliarme conmigo mismo.
Estoy convencido de que aquellos diez años fueron la etapa más decisiva de mi vida. Si no hubiera roto con mi “prometedora” carrera, ¿qué habría logrado? ¿Tendría una columna, un par de libros publicados, un grupito literario en el que sentirme atrapado? Habría entrado en el juego de los favores, en el “mundillo” de la vanidad, y quizás habría conseguido situarme.
Sin embargo, sospecho que no habría tenido mucho que contar. Como esos escritores que hablan de cualquier cosa, pero no la han vivido; sólo saben lo que han leído. Yo quiero pensar que todo lo que escribo es de primera mano, porque surge de mi propia experiencia. Porque escribir no es sólo una técnica: también hay que tener algo que contar. Yo antes no lo tenía, y ahora, a veces, tengo hasta de más.
¿Y a cambio de qué? Del duro peaje de encontrarme todas las puertas cerradas, de perder mis contactos, mi pequeño prestigio, de cancelar mis esperanzas como si me hubiera atrapado el “overbooking” —underbooking, o underwriting, en mi caso—. De terminar siendo nadie. Y, aún peor, de terminar aceptándolo.
Y es que este “Cómo ser nadie” no es un objetivo sino una realidad constatada; no es una guía hacia el perfecto anonimato, sino una suerte de reconstrucción del desastre. Un capítulo final, un epílogo de un proyecto llamado “Diez años de silencio”. Aunque igual sería conveniente comenzar por el principio, para que tú y yo estuviéramos en igualdad de condiciones.
Quizá podría empezar confesando que yo también tuve esperanzas. Y ambición. Supongo que fui —o quise verme a mí mismo— un joven prometedor. Tenía cierta facilidad para escribir con coherencia, para ganar premios y para conseguir que me hicieran caso. Cierto que sólo escribía chorradas —más o menos, como ahora—, pero tenía la inmensa fortuna de que se publicaran en la prensa local y tuvieran cierta repercusión.
Veinte años. Con veinte años y un par de libritos publicados, ¿quién no sacaría pecho? Además, nadie puede imaginar lo que significa en León ser un joven escritor; incluso, aunque todavía no hayas escrito nada. De verdad, es inimaginable. En León no tenemos un gran club de fútbol y, para colmo, se llama “Cultural”. Porque las estrellas allí no son los virtuosos del balón, sino los escritores. Existe una verdadera devoción por la cultura y sus artífices.
A mí, inexplicablemente, me correspondió vivir esa fiebre, en mi primera juventud. Entrevistas, reseñas, lecturas, colaboraciones… Y eso, sin haber hecho aún nada. En mi tierra somos conscientes de cuál es nuestro verdadero capital, y hay un afán desmedido por los hallazgos; igual que en la montaña se arrancaba antes la antracita de la tierra, así se intenta ahora encontrar nuevos escritores.
En seguida, casi sin quererlo, acabas creyendo que todo es real. Que eres una joven promesa. Que vas a conseguirlo. Que vas a ser alguien importante. Que vas a ser alguien.
Luego llegó el silencio. Lo expresó mucho mejor Antonio Gamoneda:
«Durante quinientas semanas he estado ausente de mis designios.»
Yo también estuve quinientas semanas sin escribir. Quinientas semanas que me parecieron quinientos años. Quinientas semanas en las que darse cuenta de que no has llegado a donde pretendías, que no has cumplido las promesas, que la gran esperanza se desvaneció por sí sola.
¿Por qué aquel silencio? No hay motivos, no he sido capaz de encontrarlos. Quise hacer una novela, que nunca terminé. Quise ser poeta, columnista, narrador… Y no conseguí nada de eso. Sólo una década de fracaso ininterrumpido.
Es duro; valga el feo anglicismo para constatar que cuesta asumir la derrota. Y sin embargo, puedes sobreponerte. Yo quería ser alguien. Iba a ser alguien, de hecho. Pero la realidad tenía su propia opinión, y diez años después todo es diferente. No recuerdan tu nombre. Aunque aceptan tus artículos, ya no esperan nada de ti. Ya no vas a llegar. Ahora ya no eres nadie.
Esos fueron mis “Diez años de silencio”, que algún día relataré. Porque antes, al emplear la palabra “fracaso”, quizás me quedé corto: Yo lo experimenté como el desastre de la armada invencible frente a las costas de la pérfida Literatura. Y, sin embargo, en mi vida personal fue un tiempo muy intenso; sin escritura, eso sí, pero lleno de acontecimientos felices. Recorrí el mundo, me tomé muchas licencias, postergué las obligaciones. Tuve otros sueños, otras aspiraciones. Fui bueno, fui malo, pero intenté siempre ser algo. Conocí a tanta gente que empecé a comprender muchas cosas que creía incomprensibles. Modelé mi propia visión del mundo. Me di cuenta de que las ideas de otros, las ideas convencionales, no son las más adecuadas, no me sirven. Que los prejuicios no sirven de nada. Que lo que creía nefasto quizás no era tan malo. Descubrí qué era lo verdaderamente importante para mí. Y, sobre todo, que todavía tenía sueños. Todavía quería escribir.
No fueron años de infelicidad, no. Fueron años de dispersión, de esfuerzo denodado en ocasiones. De mucho amor, también. Y de cambiar pañales, que no es nada literario. De tomar decisiones importantes, de reconciliarme conmigo mismo.
Estoy convencido de que aquellos diez años fueron la etapa más decisiva de mi vida. Si no hubiera roto con mi “prometedora” carrera, ¿qué habría logrado? ¿Tendría una columna, un par de libros publicados, un grupito literario en el que sentirme atrapado? Habría entrado en el juego de los favores, en el “mundillo” de la vanidad, y quizás habría conseguido situarme.
Sin embargo, sospecho que no habría tenido mucho que contar. Como esos escritores que hablan de cualquier cosa, pero no la han vivido; sólo saben lo que han leído. Yo quiero pensar que todo lo que escribo es de primera mano, porque surge de mi propia experiencia. Porque escribir no es sólo una técnica: también hay que tener algo que contar. Yo antes no lo tenía, y ahora, a veces, tengo hasta de más.
¿Y a cambio de qué? Del duro peaje de encontrarme todas las puertas cerradas, de perder mis contactos, mi pequeño prestigio, de cancelar mis esperanzas como si me hubiera atrapado el “overbooking” —underbooking, o underwriting, en mi caso—. De terminar siendo nadie. Y, aún peor, de terminar aceptándolo.
15 comentarios:
Amigo Llamazares:
Esta historia tuya estimula mi solidaridad interesada. Entenderás ahora por qué me he elegido “perdedor”. Tus diez años de silencio son mis veinte de soledad, así que leerte en estas cuitas resulta incluso estimulante. Se ve que no somos hombre de poca fe, porque reincidimos. Golpe a golpe, verso a verso (o prosa a prosa) seguimos fracasando y hablando de victorias, como la amiga Ana. Va a resultar que somos unos cínicos.
Saludos perseverantes
Yo también creía, hace ya más de una década, que algún día sería una gran escritora. Que llenaría páginas en blanco de palabras. Me quedé en periodista. Y del montón, no te creas. Cuantos más años pasa, más del montón soy porque todos los sueños que tenía de esta profesión se han ido marchitando. Ya no contamos historias para la gente, contamos las historias que nos mandan.
Buena entrada.
ola!
Sinceramente, León puede llegar a ser cruel. Yo lo adoro, pero lejos me siento mejor.
Solo te diré que la vida no esta entre papeles, ni somos lo que dicen de nosotros.
Yo, de muy jovencilla, siempre pense que el Nobel no podia ser tan dificil. no te digo más. Tierna candidez...
Fantástico artículo!
Yo, desblogado como soy (no me veo capacitado para encadenarme AÚN MÁS al ordenaTor), opino lo mismo que los blogueros: me ha gustado lo que dices y cómo lo dices.
Creo que hasta leeré tu novela. Cuando encuentre la caja que la alberga, claro, que me da que tiene que pesar unos 10 años. Esto de midarse no es bueno. Seguiré con la misma muda lo que queda de mes...
Yo nunca creí que sería escritor, y mira, al final hay gente que me ha publicado. Claro que no es lo mismo. Siempre he escrito onanísticamente, por placer propio y sólo para mí, y sin querer que otra gente me leyera. Miedo a la crítica? Timidez? Egoísmo?
Lo importante es que tienes una chavala y un chaval, cosa que otros no. Estoy convenciendo a mi chavala para tener descendencia y hacer de mi hogar un caos monotemático. Tú eso que tienes ganado.
Llamazares, no deseperes. Ghery hizo su primer edificio de sexagenario...
Cuidarse!
Mira, cuando leí el título de tu blog me llamó poderosamente la atención. Eso de ser nadie, me lo imaginaba con segundas. Voté por este artículo.
En Granada ocurren cosas parecidas, sólo que aquí más ridículamente aún, se trata de la poesía. Aquí todos son poetas. Más si te acercas al espacio de la Universidad. Algunos grandes poetas y otros que no son nada malos pero se creen mejores poetas que los otros. Tener el ejemplo al lado de quien ha triunfado multiplica la sensación de fracaso. A mí, que debo ser más joven que tú, me ha pasado. Pero el triunfo depende de una perseverancia y un sacrificio, no sé si político, pero sí un mantenimiento de la pose cara a los medios. Eso es necesario para mantenerse, quizás no para llegar. Y leyéndote, tengo la impresión de que no habrías cambiado los cambios de pañales ni ninguna de las cosas que te han hecho quien eres por un espejismo literario. Concentrémonos en lo que importa y escribamos. La literatura está en el proceso de lectura. Y afortunadamente se dan nuevos espacios en donde publicar y obtener feedback directamente de los lectores (tu blog, por ejemplo, sin él quizás no te habría leído jamás).
Lo demás es suerte (paciencia que la vida es larga) y mercado.
Leería tu novela si pudiera encontrarla. Voy a intentarlo.
saludos,
Jesús.
10 años de silencio...
Me pregunto: ¿En que momento del caminos nos extraviamos?, dejando de hacer lo que nos gusta, encontrando razones más poderosas y cambiar la dirección....
Por esa razón me gustan los blog... porque solo se hace un click y transformas tu historia y notas que hay siempre alguien a quien le interese. No nos cansamos los pies buscando oportunidades, ni tocando puertas inútiles que nunca se abren al talento... a menos que tenga buena figura, me consiga un amante poderoso en el medio o sea amiga de alguien muy influyente o de apellido pomposo.
Igual ahí tengo estancada una supuesta novela que no he podido concluir... los motivos no son motivos, si no pretextos carentes convicción. Sin embargo... mi oportunidad se ha visto reflejada en otras áreas y verá... justamente escribí un post para responder una pregunta que me hice hace 10 años... tuve la suerte de contestarla afirmativa... pero otra, al grado de considerar que es una realidad superior a la que imaginé.
Si... ser otro... pero alguien... alguien aunque sea diferente a la persona o reflejo que alguna vez quisimos ser.
Muy bonito post y un blog con excelente contenido.
Saludos,
Yo un ser que me tambien soñe con ser escritor y que sueño, pero los de mi entorno se han encargado de ponerme los pies sobre la tierra, mas mis viejos, me dicen que estoy loco, me truncaron mi beca de literatura y ahora estoy estudiando auditoria que cambio, pero todo sea por unos cuantos pesos mas, para ellos magnifico, para mi es la lapida sobre mi tumba...
La elección, siempre la elección; parece que siempre hubiera que elegir, y eso que elegir es siempre equivocarse -como escribió Szymborska en un poema-. Nunca podemos tener todo, y si lo parece en realidad es un simulacro.
En ese elegir forzoso y torpe nos despellejamos un poco, qué se le va a hacer, y acabamos reparando en la belleza de las cicatrices (esa piel abrillantada por el no-hay-otro-remedio). O hasta hablando de victorias... Cada quien a su manera.
Besos.
Mi estimado Javier,
Creo que es una excelente entrada. Tienes una facilidad de palabra increíble (que yo quisiera jeje)
Bueno, yo no comparto mucho la idea del fracaso simplemente porque a lo mejor soy muy joven para experimentar eso, pero se que algún día lo experimentaré y podré ver si es cierto eso de los sueños.
Recordé el fragmento célebre de Calderón de la Barca de "La vida es sueño" jeje
Aloha! Saludos Javier!
Lalo.
Ni creo que el talento esterilice ni que la vida incapacite para escribir. Ante todo no creo en las disyuntivas que planetas si las planteas como tales. No hay por qué elegir entre escribir o vivir. El árbol no echa raíces o reverdece. O hace las dos cosas o no es árbol.
Por lo demás, juega un décimo y hazte cargo de que ganar ytambiéntiene mucho de chiripa.
:-)
Salud.
Mi estimado Javier,
Un excelente artículo :D
Y bueno, será que tengo apenas 24 años o no sé, pero no comparto mucho el que la gente sea "fracasada". A lo mejor algún día fracasaré (eso es inevitable) y pueda sentir eso y podré decirte que ya lo sentí.
En fin, creo que uno nunca debe sentirse fracasado.
Aloha! Le mando un saludo y un abrazo,
Lalo.
Vamos a ver señores, vamos a secarnos esas lágrima...
Qué es eso de hablar de fracaso en medio de una batalla por ver quién es más jóven que quién...
El fracaso, si existiera, sería una postrimería... y hasta entonces todo es vida...
En el principio era la libertad, ese bien escaso, y su uso para optar entre las distintas alternativas que ofrece nuestro tránsito por este "valle de lágrimas", nuestro privilegio...
Ser escritor es sólo una muy marginal forma de estar aquí...
Olvidad ese sacerdocio, que os robaría la libertad y os obligaría a negársela a los demás...
(Hace un viento del copón. Veo por la ventana cómo juegan con él -planeando- un par de aves rapaces y, más arriba, donde lo pueden evitar, las minúsculas siluetas de tres cigüeñas...)
Vivid escribiendo, escribid viviendo...
Para no ser "nadie", has conseguido que me lea de principio a fin un post de más de 4 párrafos (no es que no me guste leer, es que soy muy impaciente y necesito saber el desenlace rápidamente)
Me gusta tu blog y como escribes. Un saludo
Me parece que ERES un gran escritor de hecho. Sólo se estuvo gestando dentro de tí la maduración de esa posibilidad y ahora lo retomas en un blog.
Besos.
HOLA. PRIMERA VEZ QUE VISITO TU BLOG. ESTOY INVESTIGANDO COMO LOCO SOBRE COMO SER ESCRITOR Y EN MI BUSQUEDA LLEGUÉ A TU ESPACIO.
SOY VENEZOLANO.EN MI PAÍS PARA PODER SER ESCRITOR NECESITAS TENER RESPALDO ECONÓMICO FUERTE Y ADEMÁS NO HAY MUCHA AFICIÓN POR LA LECTURA. ESO DESANIMA.SER ESCRITOR ES SINÓNIMO DE FRACASADO EN LA VIDA, MIS PADRES PREFIEREN VER A SUS HIJOS LIMPIANDO LETRINAS ANTES QUE VERLOS COMO ESCRITORES.
PERO HE LLEGADO A DESARROLLAR CIERTO MASOQUISMO. QUIERO SER FRACASADO EN LA VIDA, QUIERO SER ESCRITOR.
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