Cuenta un viejo chascarrillo montañés que los frailes de Las Caldas de Besaya, al llegar la cuaresma, se acercaban al manantial de "aquas calidas" y unos se ponían en la cabecera y otros unos metros aguas abajo. Entonces los que estaban en el nacimiento del cauce echaban al agua un chon, y avisaban a voces a los cofrades apostados un poco más allá:
—¡Péscalo, péscalo! ¡Péscalo!
Y así, con ese sencillo ejercicio, conseguían los sufridos dominicos mantener la estricta observancia de la abstinencia carnal, y pasaban la vigilia comiendo pescado. Rigurosamente pescado.
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viernes, 18 de enero de 2008
La trampa de Las Caldas
Publicado por Javier Menéndez Llamazares en 9:54 Califica este artículo (1-5):
Etiquetas: Autogeografía
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6 comentarios:
Jajajajajajaja, desde luego que el que no corre vuela (en este caso nada). Hecha la ley...
Gracias por arrancarme una sonrisa mañanera.
Besitos/azos.
Pesacado con sabor a jamón...
:D
Es lo que tiene ser de los que deciden que es pecado, y que no.
Seguro que esos frailes de Las Caldas también pescan buenas cogorzas en su abstinencia :-)))))
Saluditos del Niño Jesús.
Seguro que esos frailes de Las Caldas también pescan buenas cogorzas en su abstinencia :-)))))
Saluditos del Niño Jesús.
Doy por hecho que también tiraban más animalitos. Claro, el chon era el preferido... por aprovechar su conversación.
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