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miércoles, 22 de agosto de 2007

La mona de seda


Es tan sencillo caer en un error de apreciación... Recuerdo uno especialmente curioso, y en primera persona.
Ocurrió en el primer examen de mi oposición, allá por febrero de 2004. Supongo que serían los nervios del momento, que me embotaron los sentidos, pero la cuestión es que allí estaba yo, armado con tres bolis pilot —de los más finos, para que la caligrafía diminuta no resulte tan desastrosa— y mi memoria paquidérmica, entre medio centenar de aspirantes —¡a mi plaza, los muy descarados!—, frente al tribunal que nos examinaba.
Yo entonces no me fijé demasiado; era un grupo de gente más o menos joven —rondando los cuarenta—, vestidos de calle y de amabilidad repartida (es decir, a unos les había tocado más que a otros). Entonces sólo me quedé con un miembro del tribunal: un tío de traje oscuro, de frente despejada, que cada poco lucía su vozarrón con un enérgico aviso: «¡Quedan noventa minutos!»; «¡Quedan sesenta minutos!», etc.
Diecinueve folios después —sí, sí, ya sé que me pasé un poco, pero ¿qué iba a hacer? Me cayeron "El proceso de producción editorial" y "El intercambio científico". Y sobre eso tenía alguna cosilla que contar—, el tipo aquel tan envarado nos comunicó que el tiempo se había terminado: «El tiempo se ha terminado», bramó, en un claro alarde de falta de originalidad.
En fin, no había ninguna duda: aquel tío era el presidente del tribunal, seguro. Y, de paso, mi futuro jefe, el director del Servicio de Publicaciones.

Pasaron algunos meses, y varios exámenes más, hasta que aquella plaza que parecía diseñada a mi medida pudo finalmente llevar mi nombre en los boletines oficiales. Y el día en que llegué a tomar posesión de mi plaza me encuentro con que no me recibe quien yo esperaba, sino un tío que había visto en el tribunal, más joven y más relajado. Y sin traje ni corbata, claro.
—¿Y el director? —quise saber, ingenuamente.
—Yo mismo —me aclaró él—.

La verdad es que luego, cuando le aclaré la confusión, le hizo mucha gracia. Por un lado, porque tenía mucho sentido del humor —lástima que sólo trabajásemos juntos unos meses—, pero, en especial, porque el tipo del traje oscuro era un conserje, miembro del tribunal en representación del comité de empresa.

Y es que una buena corbata y una chaqueta engañan al más pintado: yo nunca hubiera pensado que el director fuera aquel tío en vaqueros y mangas de camisa; especialmente, teniendo al lado a otro que parecía un ministro sin cartera.

Claro que me falló el ojo clínico. Y la lógica, también. Porque, políticos aparte, ¿quién viste hoy traje? Comerciales, vendedores de enciclopedias, novios, padrinos y demás fauna esponsoria, visitadores médicos, bedeles, ujieres... Hasta un policía me confesó una vez que los verdaderos delincuentes —y no es una metáfora sobre el capitalismo— suelen ir vestidos de armani o versace.

Y es que, cuando entras en un banco, es casi imposible diferenciar al conserje del director, porque los dos visten igual. O, más bien, casi igual: el traje de uno suele costar lo que el coche del otro. Pero ese "ojo clínico" aún lo tengo menos desarrollado. En fin, pues eso: Cosas veredes...


9 comentarios:

CarlosBlanco dijo...

Yo lo vengo observando hace bastantes años, donde trabajo, hay reuniones de directores generales, consejeros, directores de bancos, y por otra parte tecnicos, analistas etc. y o bien el traje se ve que cuesta mas de 1000€ (a veces muchas mas) o ya sabes que su sueldo no llegara a eso.

Yo empecé a ganar mas dinero cuando deje de ponerme corbata, aunque me costó tener que cambiar de trabajo, pero ahora se me valora por lo que valgo (mucho o poco), el siguiente paso será ponermela otra vez, pero ese salto aún me queda un poco de mas experiencia y muchos euros.

Raquel dijo...

Es refrescante encontrar a "altos cargos" que no van vestidos de etiqueta y de lo que eso conlleva

Un abrazo

Erayo Peroyano dijo...

Se te perdona la falta de apreciación por los nervios... Desgraciadamente por mis estudios me he ubicado -más bien pretendo hacerlo- en un gremio en el que el traje es el uniforme de trabajo. Con lo que me gusta ir de vaqueros... Bueno, a ver si yo también puedo engañar a alguien aparentando ser lo que no soy, por lo menos me echaré unas risas.

saludos.

Jorgewic dijo...

Querido compadre, esa ceremonia de la confusión sólo tiene una explicación: de entrada nadie quiere que se le tome por lo que es, para contar con la ventaja de su parte..., por si las moscas. En la política y en la administración más que en ningún sitio, y te hablo por experiencia propia. "Camaleonismo resabiao" le digo yo. Y, por otro lado, lo del traje es una horterada que va a menos, afortunadamente, ya sólo lo usan los que tienen poco físico que lucir. A poco que la percha aguante, el traje no hace sino estorbar el ligoteo.
Un abrazo

Luis López dijo...

Querido Javier amo los "pilots" y odio los trajes. Hay que saber siempre "cómo ser nadie".

Karla dijo...

Por eso nunca más : COMO TE VEN TE TRATAN.

MAX Y LULA dijo...

Me has recordado aquellos de...

"Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé...
(¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!).
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos...

¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...

¡Qué falta de respeto, qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y "La Mignón",
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón...

¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril!...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil!
¡Dale nomás!
¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar!
¡No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao!
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley..."

Chin-pun :-)

BETTINA PERRONI dijo...

La mayoría se deja llevar por "como te vistas"

Y solo por ello ponen etiquetas y no me refiero a la marca de la vestimenta.

Yo creo que la presentación es importante, pero no lo es todo. La primera impresión cuenta pero, podríamos equivocarnos.... de ello está vestido el mundo.

Nada como ser auténticos.

Muchísimas gracias por tus palabras durante mi ausencia. Reciba un fuerte abrazo :)

Anónimo dijo...

Sito, que es un crack.