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domingo, 25 de marzo de 2007

Paralelismo


De niño tenía un sueño recurrente, una pesadilla que me persiguió intermitentemente desde que me instalé en la habitación de la entrada. Mis padres vivían —y aún viven— en un octavo piso, y mi cama estaba pegada a la ventana. En el sueño, sin precisar más detalles, de pronto me encontraba suspendido en el vacío, en pijama, aferrado al tendedero para la ropa que había en la terraza, al lado de mi ventana. Recuerdo con nitidez que vivía un sufrimiento atroz, luchando por mantenerme asido al tendal, sin conseguir alcanzar la ventana y volver a la casa, y al final, extenuado, mis manos se soltaban de las barras de aquella estrella metálica y giratoria, y caía a plomo hacia el patio del edificio. Por suerte, nunca llegué a morir: me despertaba antes. Más que el pánico, siempre me preocupó que no me cayera de mi propia cama, sino desde otra ventana que ni siquiera estaba en mi cuarto.
Yo casi había olvidado ese sueño; a fin de cuentas, hace ya quince años que dejé la casa de mis padres. Hasta que un día en que habíamos ido a visitarles mi hijo me contó una historia:
—¿Sabes? He soñado que me caía por la ventana, y me quedaba colgado de esa cosa que hay para tender la ropa. Y cada vez que intentaba subir, los hierros empezaban a girar y se alejaban de la ventana. Y luego me caía.
—Y al final, ¿te matabas? —quise saber yo.
—No. Al final me despertaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

punto raya, punto raya, punto raya, punto raya, punto raya, punto punto punto punto!