Yo tuve también una experiencia similar, de esas de salir escaldado. Hace unos años trabajaba para un semanario provincial en La Bañeza —«Las Comarcas»—, y me tocaba hacer de intruso profesional; de periodista, vamos. Fue una época muy divertida, porque tuvimos cinco alcaldes en un año, dos mociones de censura, una docena de dimisiones, manifestaciones y todo lo imaginable e inimaginable en política. Pero de este asunto ya hablaré más in extenso en otra ocasión.
La cuestión es que llegó un momento en que un alcalde se jugaba la vida —metafóricamente, o igual no tanto, porque era político profesional; es decir, que no tenía otro oficio—, porque había prometido que en una fecha concreta llegarían inversiones por valor —fíjense si ya llovió— de mil millones de pelas. Y como no llegaban, se había sacado de la manga un proyecto que en Las Comarcas llamamos "El río navegable".
Y es que la Junta de Valladolid había anunciado un proyecto para acondicionar algunas riberas urbanas de la meseta, y se esperaba que entre las localidades agraciadas cayera alguna leonesa. Total, que el alcalde montó un acto de presentación del proyecto para el mismo día en que vencía el plazo, y consiguió que viniera la Consejera de Medio Ambiente. Y allí nos pusieron un powerpoint, nos enseñaron una maqueta y nos dieron una chapa de hora y media sobre el número de chopos a plantar en el río Tuerto, las islas artificiales y el acondicionamiento para piraguas —de ahí el asunto de la "navegabilidad", en la que se le había ido un poco la mano al alcalde—.
Espectacular. Todo muy bonito, hasta la Consejera lucía sonrisa de anuncio de dentífrico. Sólo faltó un detalle: no se dieron fechas, no se habló de partidas, de rubros, de aprobación, de presupuestos. Y, mientras el alcalde sacaba pecho y bramaba: «¿No os prometí mil millones? ¡Pues aquí los tenéis!», yo me acerqué a la consejera con la grabadora en la mano y, sin dejarla reaccionar, le pregunté:
—¿Con cargo a qué partida se va a ejecutar el proyecto?
No me contestó, sólo hizo una mueca de extrañeza.
—¿Cuándo se debatirá el presupuesto? —insistí.
La Consejera enseguida se recompuso y empezó a hablarme del proyecto "Riberas Urbanas", de la Comisión Europea, de lo bonito que iba a quedar todo y bla bla, bla bla. La cosa ya me estaba mosqueando, y en cuanto hizo una pausa para respirar le metí la puntilla:
—En resumen, que aún no hay nada aprobado: sólo es una idea.
La Consejera me miró como si hubiera asesinado a toda su familia, como si pudiera lanzar rayos a través de las gafas y quisiera fulminarme con la mirada. Entonces Marcos Calvo, el redactor jefe de la revista, me tiró del brazo y me sacó de allí.
Al final publicamos la noticia: «Los mil millones que nunca llegaron», y el alcalde perdió el sillón quince días después. El caso es que el hombre, cuando yo abandonaba la sala después de interrogar a la Consejera, me decía en tono de regañina: «Así no se pregunta a un consejero, eso no son maneras».
Yo no me daba cuenta de nada, pero podría haber sido el Andrew Meyer español. Si la Consejera hubiera tenido a mano uno de esos aparatos de las descargas eléctricas, igual ahora era rubio oxigenado. Menos mal que nací en España, y aquí no pasan estas cosas. Menos mal que la política aquella no tenía guardaespaldas, y menos mal que los polis municipales no se meten en política. Porque meterse en política —y preguntar más de la cuenta— no es nada conveniente, ¿verdad?
La cuestión es que llegó un momento en que un alcalde se jugaba la vida —metafóricamente, o igual no tanto, porque era político profesional; es decir, que no tenía otro oficio—, porque había prometido que en una fecha concreta llegarían inversiones por valor —fíjense si ya llovió— de mil millones de pelas. Y como no llegaban, se había sacado de la manga un proyecto que en Las Comarcas llamamos "El río navegable".
Y es que la Junta de Valladolid había anunciado un proyecto para acondicionar algunas riberas urbanas de la meseta, y se esperaba que entre las localidades agraciadas cayera alguna leonesa. Total, que el alcalde montó un acto de presentación del proyecto para el mismo día en que vencía el plazo, y consiguió que viniera la Consejera de Medio Ambiente. Y allí nos pusieron un powerpoint, nos enseñaron una maqueta y nos dieron una chapa de hora y media sobre el número de chopos a plantar en el río Tuerto, las islas artificiales y el acondicionamiento para piraguas —de ahí el asunto de la "navegabilidad", en la que se le había ido un poco la mano al alcalde—.
Espectacular. Todo muy bonito, hasta la Consejera lucía sonrisa de anuncio de dentífrico. Sólo faltó un detalle: no se dieron fechas, no se habló de partidas, de rubros, de aprobación, de presupuestos. Y, mientras el alcalde sacaba pecho y bramaba: «¿No os prometí mil millones? ¡Pues aquí los tenéis!», yo me acerqué a la consejera con la grabadora en la mano y, sin dejarla reaccionar, le pregunté:
—¿Con cargo a qué partida se va a ejecutar el proyecto?
No me contestó, sólo hizo una mueca de extrañeza.
—¿Cuándo se debatirá el presupuesto? —insistí.
La Consejera enseguida se recompuso y empezó a hablarme del proyecto "Riberas Urbanas", de la Comisión Europea, de lo bonito que iba a quedar todo y bla bla, bla bla. La cosa ya me estaba mosqueando, y en cuanto hizo una pausa para respirar le metí la puntilla:
—En resumen, que aún no hay nada aprobado: sólo es una idea.
La Consejera me miró como si hubiera asesinado a toda su familia, como si pudiera lanzar rayos a través de las gafas y quisiera fulminarme con la mirada. Entonces Marcos Calvo, el redactor jefe de la revista, me tiró del brazo y me sacó de allí.
Al final publicamos la noticia: «Los mil millones que nunca llegaron», y el alcalde perdió el sillón quince días después. El caso es que el hombre, cuando yo abandonaba la sala después de interrogar a la Consejera, me decía en tono de regañina: «Así no se pregunta a un consejero, eso no son maneras».
Yo no me daba cuenta de nada, pero podría haber sido el Andrew Meyer español. Si la Consejera hubiera tenido a mano uno de esos aparatos de las descargas eléctricas, igual ahora era rubio oxigenado. Menos mal que nací en España, y aquí no pasan estas cosas. Menos mal que la política aquella no tenía guardaespaldas, y menos mal que los polis municipales no se meten en política. Porque meterse en política —y preguntar más de la cuenta— no es nada conveniente, ¿verdad?
18 comentarios:
Javier: como en los próximos días me llame Carme Chacón y no me funcione el contestador, te paso la llamada, que lo sepas.
De todas formas, mil gracias por la cita.
Por cierto, que esta mañana me han dejado un mensaje en el contestador en el que preguntaban por un tal Javier y decían que le iban a enseñar cómo ser nadie de verdad. Yo creo que era para ti, pero me da que sólo quieren ayudarte, porque la tipa que hablaba decía que era "consejera". Y eso es bueno, ¿no?
¿Está considerado profesión de riesgo? Lo de preguntón digo, y lo de reportero dicharachero metiéndole el dedo en el ojo a una consejera...
Estilografic:
Para mí que las Consejeras no son buenas consejeras.
Lo que espero es que no se haya quedado con mi cara, porque como un día vaya a pedir una subvención... ¿tú crees que me guardará rencor? Han pasado ya seis o siete años…
Mariano:
Yo creía que lo de preguntar era algo más o menos seguro, pero visto lo que le pasó al chaval de Florida... casi que no vuelvo a acercarme ni a diez metros a un político.
Pues por eso te habrá dejado el mensaje entonces, hombre, por lo de la subvención.
Sí, yo creo que va a subvencionar mi ejecución en plaza pública.
De hecho, creo que la tamborada la paga ella. Y el vino español de después, también.
Es lo que tiene tener contactos...
Creía que esas cosas eran más discretas, al estilo del Padrino.
Ten cuidadín, mírate las espaldas...
Joder, Inte, no me asustes, que el otro día una consejera me beso en la boca... ¿Tenías que decir mafia obligatoriamente? ¡Insensible!
Mariano, la consejera esa ¿era consejera matrimonial o qué?
Porque de momento las Consejeras no besan en la boca. Al menos, no fuera de la campaña electoral.
y el ostracismo qué? no sólo se mata con puñal...si te atreves con según qué estamentos, seguro no volverás a tener una columna en un periódico...y te contesto lo que me preguntabas en mi blog.
cuando hablas del paraíso, es santander?
"La curiosidad es la madre de la ciencia", nos enseñan... y te pones a curiosear y apreguntar y mira.
Aplicación práctica fallida de las enseñanzas del colegio nº2435.
eres el tipo guapo de ahi arriba?
¿El tipo al que le zumba la poli? No, no, afortunadamente.
Lo último sería que en una rueda de prensa de diera a los periodistas las preguntas a formular y el turno. Si no quieren preguntas indiscretas que no les convoquen. Hay que ir directo a la yugular.
Seguro que Drácula empezó sus pinitos como periodista.
Gracias por l cita sobre Meyer, no cnocía la historia y es flipante. A lo mejor merece la pena ver el video...
http://www.youtube.com/watch?v=SaiWCS10C5s&feature=bz301
Eso sí, antes de eso yo me leería la entrada de wikipedi en donde lo explican todo:
http://en.wikipedia.org/wiki/Andrew_Meyer
Flipante.
El vídeo se las trae... Gracias a Valen por dar la referencia. Qué gustito ver en acción a las fuerzas del orden del país más democrático de la tierra.
Javi, pero a quién se le ocurre preguntar por partidas presupuestarias... Qué cosas tienes. Pecados de juventud. Menos mal que por fin ya sabes cómo ser nadie... Un beso invisible.
Valen, cuánta razón tienes.
El caso es que yo creí haber incluido (¿embebido se dice?) el vídeo y me quedé tan ancho. Y, cosas de estos blogs de bajo presupuesto, que no tienen correctores, resulta que había escrito mal el código html.
Ya está la cosa resuelta.
Y de paso añado el enlace a la wikipedia que propones.
Muchas gracias, colega, así da gusto.
Jaja, eso de rubio oxigenado me encantó. Los políticos normalmente no saben lo que dicen porque si lo saben de plano no lo sueltan. Ojalá pudiéramos vivir sin políticos pero parece que es una estirpe difícil de combatir y no la veo nunca en peligro de extinción.
Saludos
Gaetana
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