Hoy he hecho un viaje relámpago a mi tierra y por el camino, para combatir el tedio de la autovía, he intentado fijarme en el campo, para comprobar si continuaba asolado por la plaga de topillos. En Castilla no vi ni un triste ratoncito. Muchos baches, mucha guardia civil con sus radares camuflados, pero nada de roedores. Lo mismo al llegar a León: ni rastro de los topillos en el viejo reino. Quizás fuera todo un invento de la prensa, un bulo con el que rellenar planas y telediarios.
Claro que, más tarde, al cruzar la ciudad, enseguida me di cuenta de que todo debía de haber sido una inmensa errata: la plaga no era de topillos, sino de pillos. Un pillo en cada poltrona. En cada pequeño reducto de poder. Un pillo que no te cede el paso en una glorieta y otro que te adelanta por la acera. Un pillo que te guinda la cartera, y otro que juega al descuido con los equipajes. Pillos de todas clases. Y algunos tan grandes, tan hinchados con su propio éxito, que más que topillos parecen verdaderas ratas. Y por esta época —casi pre-campaña electoral— empiezan a aflorar.
Claro que, más tarde, al cruzar la ciudad, enseguida me di cuenta de que todo debía de haber sido una inmensa errata: la plaga no era de topillos, sino de pillos. Un pillo en cada poltrona. En cada pequeño reducto de poder. Un pillo que no te cede el paso en una glorieta y otro que te adelanta por la acera. Un pillo que te guinda la cartera, y otro que juega al descuido con los equipajes. Pillos de todas clases. Y algunos tan grandes, tan hinchados con su propio éxito, que más que topillos parecen verdaderas ratas. Y por esta época —casi pre-campaña electoral— empiezan a aflorar.
Esta plaga, no obstante, ni es novedosa ni afecta sólo a la meseta: hay pillos en todas partes. Recuerdo que un amigo me preguntó hace tiempo que qué tal con la gente en mi nueva ciudad. Y yo le contesté que muy bien; que seguro que estaba tan llena de capullos como la vieja, pero que, como todavía no los conocía a todos, me encontraba muy a gusto.
Lo que pasa es que ya nos hemos acostumbrado a su presencia, y hemos desarrollado una tolerancia que se parece demasiado a la ceguera. Y les dejamos hacer.
Yo diría, sin mucho fundamento, que son herederos de una rancia tradición: pícaros del siglo de Oro, sólo que venidos a más. Golfos que necesitan de una mayoría silenciosa, de inocentes primos, que les consientan.
Lástima que a estos no se les pueda aplicar el mismo tratamiento que los chavales de la meseta le dan a los topillos: cada chico en una esquina, con una buena estaca, y palo limpio hasta que desalojen el solar. Lástima, porque seguro que está muy penado.
Lo que pasa es que ya nos hemos acostumbrado a su presencia, y hemos desarrollado una tolerancia que se parece demasiado a la ceguera. Y les dejamos hacer.
Yo diría, sin mucho fundamento, que son herederos de una rancia tradición: pícaros del siglo de Oro, sólo que venidos a más. Golfos que necesitan de una mayoría silenciosa, de inocentes primos, que les consientan.
Lástima que a estos no se les pueda aplicar el mismo tratamiento que los chavales de la meseta le dan a los topillos: cada chico en una esquina, con una buena estaca, y palo limpio hasta que desalojen el solar. Lástima, porque seguro que está muy penado.
12 comentarios:
me parece que esos pillos se merecen mucho más, en ocasiones, lo que le pasa a los pobres topillos, qué quieres que te diga...
Sí, lo de acabar con ellos a estacazos está muy penado, a no ser que haga una de sus excepciones la Junta y permita quemar sus solares... Estas cosas a la Consejera de Agricultura se le dan bien, lo que pasa es que andan soliviantados por estos lares porque deja prender en Castilla pero no en León... y ¡ya está liada! No se quien sería el competente para hacer una moratoria del Código Penal para permitirnos agarrotar a tanto pillo (en mi pueblo como somos de Montaña, y nada finos, directamente les decimos "hijosputas") o incinerarlos cual topillos en madrigueras.
Quizá esto no fuera solución, porque esta sí que es una plaga y ya se sabe que puede uno pasarse la vida matando "hijosputas" que siempre le quedará uno para el lunes.
Resignación y paciencia.
Un saludo.
PD: Yo tampoco he visto aún topillo alguno... aunque por estas frías tierras no les apetece llegarse ni a las plagas.
Por esta zona de topillos no sabemos, pero pillos, das una patada, y saltan cientos...
No, si tenía yo razón en que eras un poco traviesillo, a la caza del topillo.
El título de esta entrada lo dice todo (bueno... casi todo)
Un abrazo
Estás hecho un genocida, Javi. Además, si los pillos hubieran leído al Lazarillo sabrían que al crecer se hacen siervos y cornudos. Lo peor es eso, que no leen... y por lo tanto no crecen, se quedan en su apocalíptico Neverland.
Un abrazo (un sablazo) de pillo.
Me parece que lo de los pillos no es una plaga, Javier. Más bien es una especie constante. Aunque a veces se escondan bajo tierra.
Pillos creo que es un nombre demasiado bucólico para lo que en realidad son.
yo tenia un coin en casa pero se me murio y lo enterré en el prao.Mi hijo lloró por su coin y para consolarle le puse al coín una margarita agarrada con un hilo a la patita. Resultaba relindo el animalito.
Ahora le hemos comprado a mi hijo un pato, espero que no fallezca pronto.
Querido mío, el amigo perdedor tiene razón, la clave está en el factor crecimiento..., aunque por otra cosa. A esos to-pillos tendríamos (tenemos) que matarlos cuando son chicos, como las alimañas, que luego crecen y no hay quien se haga con ellos. Al final, las verdades del campo de toda la vida son las que valen.
No perdamos la esperanza, que hasta el día de las elecciones son sólo seis meses y en cien años todos calvos.
Abrazos
con el perdón de los topillos por la comparación, que estos en cantidades razonables no son malos, y lo pillos en cambio no solo afean el espacio que habitan, lo empobrecen, lo encarecen de todo.
mondrigos!!
Mira que son vacilones los topillos...
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