Al final, ha resultado inevitable: voy a hablar de Umbral.
Y la culpa de todo la tiene un tal Bartolo, que el pasado 29 de agosto escribió en un comentario:
La verdad es que le he dado muchas vueltas; incluso busqué de nuevo el vídeo, para comprobar qué ocurría en realidad, y debo reconocer que a "Bartolo" no le falta razón.
- bartolo dijo...
el día del famoso programa con Mercedes Milá, no se podía estar más acertado. La insoportable a la par que histriónica Milá quiso utilizar a unos cuantos invitados intelectuales-escritores, etc, engañándoles para llenar la tertulia de su programa con invitados gratuitos. Haciéndoles creer que "iban a hablar de sus libros…". Lo que pasa es que él se atrevió a desenmascararla graciosamente y la dió una buena lección que debería haberla espantada de la tele de por vida. No cayó esa breva.
Si no se le entendió es que no hay sentido del humor.
El programa no lo recuerdo, pero imagino que sería un precedente de nuestra actual telemorralla, como los debates de Sardá pero con la pretensión de intelectualidad de los pseudoprogres de la época.
La cuestión es que, en efecto, se ve claramente que a Umbral le han tomado el pelo, que le han engañado para que acuda a decorar con su prestigio un programa que ni le va ni le viene. Y, además, que le entra un cabreo tremendo cuando descubre que es así.
¿Tenía motivos Umbral para sentirse indignado? Evidentemente, sí. Le habían "chuleado". Su reacción era lógica, y casi podríamos decir que comedida. Y, sin embargo, fue él quien quedó como un patán iracundo, y la Milá salió de rositas. ¿Qué falló, entonces?
Mi impresión es que Umbral se equivocó de parte a parte: no dominaba el medio televisivo —y quizá tampoco el diálogo—. Arremetió como un toro contra el trapo que le mostraba la presentadora, y con dos capotazos lo encaminaron a escornarse contra el burladero. Porque la Milá sí que dominaba el medio: con toda la desfachatez del mundo, cuando Umbral protesta, le salta: «¿Y qué querías decir de tu libro?». Un espectador poco despierto —como somos todos— lo interpreta como que le concede la palabra, que le da la atención prometida. El escritor, en cambio, se enfurece y se enzarza en una agria discusión. Da la impresión de ella es la buena y él un cascarrabias ególatra.
Sin embargo, Umbral realiza una interpretación mucho más inteligente del gesto de la periodista: no le concede la palabra, sino que le demuestra, con una pregunta tan abierta, que ni siquiera se había preparado no ya una entrevista, sino siquiera unas líneas de documentación sobre "La década roja" —el libro en cuestión—. Es decir, que no estaba previsto, de ninguna manera, tocar el tema del libro. Así que el escritor tenía toda la razón, pero no supo convencernos. Quiso vencer en una guerra justa, pero se encontraba en clara inferioridad —otra cosa es que el ego le pudiera, y no quisiera ver que no podía cazar elefantes con un matamoscas—.
Es muy fácil decirlo ahora, claro, a toro pasado, pero me da que Umbral debería haberse callado. Haber hecho la estatua hasta el final del programa, haberse despedido tranquilamente de la periodista y, ya en su despacho, haberse desquitado con una columna demoledora en la última plana del diario del día siguiente. Porque ese medio sí que lo dominaba. Allí, en su terreno, sí que podría haber desenmascarado a su oponente, que no tendría la ventaja impagable de la última palabra. Allí sí que le hubiera cundido su mala leche, que gana mucho por escrito.
Ahora que, como demuestra el vídeo, al escritor le sobraba chulería: «No vengo aquí a escuchar lo que opina el personal, que me da lo mismo, que para eso yo ya tengo mi columna». Toma ya. Eso sí que es bacilar —¿o vacilar? En fin, ese asunto ya lo aclararemos más adelante, que no se me olvida—.
11 comentarios:
A mí, la parte que más me gusta del video, desde el punto de vista de la sociología del comportamiento humano, es justamente esa que comentas, cuando Milá le dice ¿y qué querías decir del libro? y Umbral se queda en blanco, no se lo esperaba, y acto seguido, pasó de molestia chistosa a real cabreo. Efectivamente Milá no le comprendió la ironía al principio, y fue eso lo que más le fastidió (al menos sería lo que más me fastidiaría a mí).
No os falta razón. Opino como vosotros: Umbral va engañado y queda como un maleducado ante los ojos del espectador. Pero también pienso que, siendo tan inteligente como era, el hecho de perder los nervios tampoco le beneficia. No logro entender como se dejaba llevar por su cólera. Seguramente más de uno respondería de la misma manera. Pero, dado que el medio televisivo es totalmente contrario al de papel, tendría que saber calmarse cuando la ira le consumía. Y todos sabemos que era su principal defecto.
No por el hecho de ser un genio tienes las puertas abiertas a cualquier reacción. No perder el respeto, incluso ante aquellos que te ofenden, es uno de los mejores signos de humanidad. La antesala de la inteligencia.
yo recuerdo perfectamente esa entrevista. y creo que aunque él fue un maleducado, yo en su lugar lo hubiese sido igualmente.
Muy muy muy muy bueno... ole umbral y sus cojones... Una pena que no supiera torear el toro...
Ojala todos nos cabreáramos así ante la telebasura....
PD/ Un post muy bueno.
Esto de la tele es tan relativo que se puede considerar que Umbral quedó mal, pero a la postre el tema le dio más "popularidad", nos guste o no el motivo.
Al final Umbral es el de "mi libro", Fernan-Gómez el de "a la mierda", la Penella la de aquí no hay quién viva, etc. ¡Toma cultura popular de la era de los mass-media y la alfabetización!
Está muy bien que todos digamos aquí que Umbral no se portó bien con la Milá, que se pasó de rosca, que perdió los papeles, y blablabla. Pero, ¿realmente os imagináis que os llaman de un programa de TV con un motivo y luego, después de media hora, te das cuenta de que te han llevado solamente para hacer de tonto del culo? Y no se trata de un escritorcito que acaba de publicar su primer libro, y al fin y al cabo traga porque chupó algo de cámara; estamos hablando de un señor que es importante y conocido, que no necesita salir en la tele y que selecciona sus apariciones en público en función del motivo de convocatoria. De repente te encuentras con una imbécil delante que te está vacilando (ojo al dato...;D) y te dan ganas de retorcerle el pescuezo. Es probable que a Umbral se le fuera un poco la tuerca, pero es que encima la Milá no sólo no se disculpó -es muy chula ella- sino que se puso en Plan Ponds -en su caso, belleza en siete siglos-. En cualquier caso, uno de los momentos antológicos de la televisión. Ya no se ven cosas así: qué pena ;))) Besos.
Independientemente de si lo engañaron, del tamaño real de sus cojones, de su chulería ante el resto de compañeros de mesa y de su desprecio por el pobre aspirante a regidor, lo único que a mí me queda claro es que la TV no es ni de lejos la mejor manera de promocionar un libro.
Jejeje, qué bueno, Llamazares! Y el post también...
Yo entiendo perfectamente a Umbral, y si tuviera sus santos cajones, creo que habría hecho lo mismo. Encima la peña se partía de risa, y parecía como que no le tomaban en serio.
Quizás me habría levantado tranquilamente, me habría ido sin decir nada y habría esperado a que la impresentable presentadora (valga la paradoja) me hubiera preguntado que por qué me iba. Vengo al plató sin motivo, pero me voy de él con motivo.
El problema es más grave aún, Javier, porque yo aquí he venido a hablar de tu libro, ¿o era del mío?
Estoy de acuerdo contigo, Umbral dominaba muy poco el diálogo porque no le interesaba en absoluto. Si hubiera utilizado la columna a la Milá todavía la estarían sacando espinas de las posaderas.
Eso sí, como bien decís casi todos, si a mi me llaman a la tele para hablar de mi libro y me toman el pelo de esa manera, ni me imagino cómo hubiera reaccionado, y eso que yo soy un escritorcillo...
el dueño de un programa siempre gana: tiene la última palabra.
es algo ruin, sin duda, pero es así.
callarse? para qué? el público de la milá jamás habrá leído una de sus columnas.
Bueno, bueno, pero qué veo. En el anterior post (¿se dice así?) todos en contra de mi pobre Umbralillo y ahora todos jaleando su embestida. A ver si voy a tener que sacarle algún defecto...
(Por cierto, he leído "Mortal y rosa" y me parece una maravila. Eso sí, prohibido terminantemente a depresivos. Es cruel como la vida misma)
Publicar un comentario