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lunes, 18 de junio de 2007

¿Y tú qué has ganado?

Vaya por delante que me gusta el fútbol —y casi todos los deportes—, y que incluso llevo al niño a los Campos de Sport los domingos, y que llevamos un par de años abonados.

Admito también que puedo llegar a animar al equipo, a increpar al árbitro, a sufrir cuando vamos perdiendo y a dar brincos como un potro cuando marca mi equipo.
Me parece muy lógico que te alegres, que celebres la victoria de tu equipo. Comprendo hasta la revancha y la piquilla con los rivales sempiternos. Claro que sí, cómo no.
Aplaudo que se celebre la consecución de un título, que se desate la locura… durante un rato. Porque la euforia es lo que tiene, que dura un ratillo —la derrota, en cambio, esa sí que es duradera: la vas asimilando poco a poco, crece dentro de ti como un cáncer y acaba por paralizarte y controlar tu voluntad—. Ese "subidón", ese cóctel de endorfinas y adrenalina, es efímero: enseguida "baja" y te devuelve a la realidad.
Y luego resulta que, en lo que a celebraciones futboleras se refiere, el personal es capaz de festejar durante horas la consecución de un campeonato, con un nivel eufórico que no sólo no desciende, sino que parece aumentar a medida que pasan las horas.
En los jugadores, es más que comprensible: han triunfado profesionalmente. Cobrarán primas, subirá su caché y su prestigio aumenta. En los directivos, que también parece que jueguen, es la justificación de su labor en los despachos. Incluso la prensa afín puede celebrarlo a lo grande: al día siguiente venderán toda la edición, y ellos también son, prácticamente, "parte" del club.
¿Cómo no entender la emoción de Raúl, dando capotazos en el coso improvisado del Bernabéu, él, que parecía desahuciado hace unos meses, y ahora celebra que le ha arrebatado la liga al eterno rival? ¿Cómo ignorar la alegría de Beckham, que iba a dejar el Madrid —al que llegó para ganar títulos— sin haber ganado ni un llavero en un tiro al blanco?
Justificada también la fiesta en las gradas, cómo no. Incluso el tomar unas copillas y armar algo de jarana después, claro.
Pero esa desmesura, ese regodeo en la victoria, esa avalancha de hinchas… Sin estimulantes artificiales, la verdad, es muy difícil mantener ese ritmo. Que igual no estaban tan, tan, tan emocionados. Que a lo mejor algo de excusa facilona tenía el asunto.
Decían los exageradores profesionales —los periodistas de "a favor"— que un millón de aficionados abarrotaban la plaza de Cibeles. Igual no fueron tantos, pero, aún así, todos esos ¿qué habían ganado? Porque, en el campo, cada domingo, sólo caben unos cien mil. Bien que voceen un rato, que se sientan héroes —como si también hubieran jugado— y algo responsables, por lo que ayuda el apoyo moral a la hora de triangular balón, claro. Vale que cumplamos con los ritos de esta nueva religión, pero, ¿hace falta tanto? ¿Qué hay que demostrar? ¿Qué has ganado tú, que mañana tendrás una resaca de campeonato —liguero, evidentemente—? ¿Era para tanto?
No, no se confundan: no soy anti-madridista. Más bien al contrario. Cierto que este año quería que ganara el Sevilla, porque ya está bien de que el "bipartidismo" controle hasta el deporte, pero hubiera pensado lo mismo si la fiesta hubiese sido en Canaletas: exageran.
¿Por qué? Porque si la algarada nocturna hubiera sido para reclamar vivienda, o que dejen de hundir el estado de bienestar, si hubieran pedido el fin del mileurismo, el control de la inflación, el empleo digno... si se hubiera pedido cualquier cosa que mereciera la pena, allí no habría habido nadie. Para plaudir a los futbolistas, a los cantantes de Operación Triunfo o cualquier millonario siempre hay público.
Para los problemas de verdad, nadie sale a la calle. Sin embargo, para celebrar un gol, hasta el más tonto da saltos. Así nos luce el pelo, claro.

PS. Resultó curioso ver la profusión de banderas españolas, una forma de reivindicarse como el equipo de España. En las antípodas de lo que sucede cuando clubes periféricos —olvidando el respeto debido a sus seguidores del resto del país— utilizan las victorias deportivas para jugar al nacionalismo.

7 comentarios:

Alberto T dijo...

Pues yo, que ni estaba siguiendo los partidos, gané algo: ruido. Me enteré de la victoria del Madrid porque los del edificio de enfrente, en un momento de euforía desatada, pusieron el we are the champions a todo meter mientras los pitidos de los coches y los gritos y los petardos sonaban sin parar. Por eso muchas veces no quiero que gane el Madrid - tampoco es por antimadridismo -, porque vivo en una zona céntrica que se llena de jaleo hasta pasada la medianoche cuando pasan estas cosas.

Mariano Zurdo dijo...

Yo soy antimadridista de pacotilla (simplemente soy del Atleti y por tocar un poco la moral a todos mis amigos madridistas).
En cuanto a tu pregunta, no faltarán sociólogos que hablen de la turba, ni psicólogos que explicarán que ante los fracasos cotidianos esta victoria colectiva supone un extra de euforia. A mí me da lo mismo por qué sea. Sólo sé que anoche mi barrio parecía una mezcla de fallas de Valencia y de la carretera de Andalucía en semana santa. Por no hablar de los cabestros que disfrutan destrozando el mobiliario urbano y que hacen pruebas de puntería contra la policía. Y por supuesto opino lo mismo sea el Madrid o el Barça o quien se tercie, si alguna vez vuelve un tercero en discordia.

Erayo Peroyano dijo...

Y lo que ya no cabe es que unos cuantos desalmados y sinvergüenzas utilicen el anonimato que les dan estas algarabías para arremeter contra el mobiliario público, comercios, e incluso, no es extraño que lo hagan contra personas.

Yo siempre he sido del Madrid, pero creo que he llegado a un punto en el que me empieza a dar un poco igual que ganen unos u otros, lo que quiero ver es espectáculo, y no es precisamente lo que ha abundado este año.

Un saludo.

JML dijo...

Amigo LLamazares:

Como madridista confeso te saludo sin euforias. Como escritor en apuros te confieso que estas alegrías mínimas me convierten en un ser sospechoso, incluso para mí mismo. Al fútbol le sienta bien el amor que le profesan Benedetti o Fontanarosa, incluso los elogios místicos y calculados del estirado Jorge Valdano. Hacen que uno se vaya más tranquilo a la cama pensando los primates no son los únicos que le rezan al dios del balompié...

Un abrazo (y oe, oe, oeeee)

Desesperada dijo...

me parece un análisis muy acertado el que haces hoy. yo soy una auténtica forofa del Celta, socia, voy con mi padre cada domingo al campo. claro que a veces me enfado y digo un taco. pero me supera la gente que va al campo a gritar, insultar y desfogar lo que no puede en casa. el fútbol es un deporte, aunque mucha gente lo olvide. y esas celebraciones faraónicas, en fin. que tampoco lo entiendo. un bico.

Olalla Díaz dijo...

ay! Gracias!
Tenía un come come!!
No quería escribir sobre ello, porque no me gusta lo exagerado, y era darle más vueltas.
No soy muy amiga del fútbol, pero reconozco que en otro deporte si que grito (en circunstancias concretas), y estos fanatismos, no los llego a comprender, y si vienen de personas que otras cosas no les importan, incluso me enfada,...
En resumen: que gracias, ya no escribo más, me has dejado la mente tranquila :P

Ing. Cardioide dijo...

¿Será que el futbol no me gusta del todo y por eso no grito ni nada si alguien gana? jeje [claro, sólo si juega la selección mexicana es cuando me agrada]

Le entiendo mas al basket o al Tae Kwon Do. Es un buen post, y no sólo aplica en el fut, sino en todos los deportes de los cuales somos fanáticos.

Aloha! Saludos y un abrazo,

Lalo.