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martes, 12 de junio de 2007

Vicioso

Dejé de fumar el 2 de julio del año 2001. Lo recuerdo perfectamente —yo, que soy un desastre para las fechas—, porque Pilar y yo nos habíamos propuesto dejarlo el día 1, pero no resultó. Y me dio tanta rabia, que lo dejé al día siguiente. Y hasta hoy.
En realidad, todo fue cosa de Pilar: me lió. La que quería dejar de fumar era ella: yo estaba tan contento con mi paquete y medio diario. Bueno, a veces dos paquetes. O dos y medio. En fin, el caso es que yo no quería dejarlo.
La idea se le ocurrió en primavera. Se pasó todo mayo dándome la lata para que nos apuntásemos a un gimnasio, algo a lo que yo siempre me había opuesto. No me gustan esos recintos, con olores reconcentrados, máquinas agresivas y duchas llenas de hongos. Y tampoco me va nada lo de correr sobre una cinta, o pedalear sin avanzar un metro. A mí lo que me gusta es jugar al baloncesto, al fútbol, al tenis; dar una vuelta en bici por el campo con el niño, sobre todo en septiembre, para buscar moras. O chapotear en la piscina. Algo divertido, pero nada de machacar el músculo porque sí.
Vamos, que yo me opuse con tanta firmeza a su idea del gimnasio que, al final... nos acabamos apuntando.
Y claro, ya que íbamos a ponernos en forma —se le ocurrió a ella—, ¿qué mejor momento que aquel para dejar el tabaco?
Ni que decir tiene que me llevaron los demonios, pero —como siempre— acabó ganando ella, sin que yo consiga explicarme cómo me convenció.
Mi historia de amor con la nicotina duraba ya catorce años, más o menos los mismos que yo tenía cuando entré en el estanco de mi calle, escoltado por Abelleira, para comprar mi primera cajetilla. Marlboro Light, nada menos. No creo que me costase ni veinte duros, así mira si habrá llovido de aquello. Y nos debió de durar casi diez días.
Tardé algunos meses en dedicarme en serio a ello, pero durante el BUP tuve que bajar un poco el listón: de marlboro a lucky, y a veces hasta bisontes, porque la propina no daba para más. Cuando había posibles, camel o luckys sin filtro —que te daba un aire de duro que pegaba mucho con mi estilo de la época; lo malo era que siempre tenías la boca llena de briznas de tabaco, y te pasabas el día escupiéndolas—.
Siempre rubio, por supuesto. Lo que nunca me gustó fue el fortuna: eso lo fumaban los madrileños, pero a mí me sabía asqueroso. Ya en la universidad me pasé al chester, que no abandoné —a excepción de mis años en Alemania, donde, al acabarse las provisiones de contrabando, había que comprar tabaco de liar— hasta aquel día de julio de 2001.
En fin, a lo que iba: aquel día 1 de hace seis años, antes incluso de desayunar, encendí un cigarrillo. ¡Bastante me acordaba yo de que estaba empezando una nueva vida! El caso es que, con el mechero encendido y la punta de mi chester acercándose, se me pasó por la cabeza algo así como una vocecilla que me susurraba: «¡No tienes ni un pijo de fuerza de voluntad! ¡Lo sabía, ja, ja, ja!». Sin embargo, y haciendo alarde de una extraordinaria capacidad de concentración, no hice ni puñetero caso y aspiré con fuerza.
El disgusto de verdad me lo dio luego Pilar, cuando me dijo, encendiendo su propio pitillo, que teníamos que ir al gimnasio.
No, no había sido una pesadilla: ya estaba pagado, y no había forma de librarse. Y yo, encima, no había sido capaz de dejar de fumar. Me sentó tan mal, que mientras estaba estirando aquellos mecanismos infernales para moldear bíceps y tríceps, me conjuré conmigo mismo.
Por eso, el día 2 dejé de fumar, y ya nunca he vuelto a hacerlo. Y, aunque mi mujer se empeña en que estuve de muy mal humor todo aquel mes, lo cierto es que no me costó nada dejarlo. Bueno, algo sí: me costó la línea. Ella, desde luego, no tuvo humor de perros ni síndrome de abstinencia: al tercer día volvió a fumar sin esconderse, y no ha parado en los últimos seis años.
Desde entonces, yo fumar no fumo, pero he adquirido otras aficiones que me han redibujado la figura: los chupachups, las gominolas, los chicles y, sobre todo, las pipas.
Las pipas, esas maravillosas semillas de girasol tostadas, no se comían en España la guerra civil. La costumbre la trajeron los brigadistas rusos —los pocos que vinieron, debía de haber muchos más comisarios—, y el hambre de la posguerra hizo que se extendiera entre toda la población, pues era uno de los pocos productos no racionados, aparte de resultar muy barato: de ahí el dicho de «no tener ni para pipas». Pasaron los años de penurias, pero el gusto por chascar las cáscaras no decayó.
Yo mismo, siempre que puedo, me aplico con pasión y devoro un paquete entero, sentado en el sofá, como si fuera un chavalín de los años cincuenta, extasiado ante Silvana Mangano, en una sesión doble de un cine de barrio.
Hay muchas marcas de pipas, diferentes tuestes, saladas, sosa, de calabaza, incluso engendros como las pipas tijuana —¡al ketchup! ¡puaggg!— pero ni el piponazo, ni las bolsas de dos kilos a granel, ni las churruca que les gustan a los asturianos: las que a mí me gustan son las blanquillas de Facundo.
Sí, sí, son esas de: «Y el toro dijo al morir: Siento dejar este mundo sin probar pipas facundo». Las mismas. Grandes, con ese tueste tan en su punto, y además no te ensucian las uñas ni los dedos. Más que un gusto, son un vicio, cuyos efectos secundarios ya se dejan notar en mi perímetro abdominal. Y lo peor, es que ahora me ha salido un competido, un Javi de ocho años que las come ya casi tan rápido como yo.
A veces tengo la sensación de que tengo tendencias adictivas, y que lo único que hice al dejar de fumar fue cambiar un vicio por otro.
Lo bueno es que del tabaco, la verdad, ya ni me acuerdo. A pesar de que alguna noche he soñado que volvía a fumar —menudo disgusto me llevé—, y de que en ocasiones disfruto degustando el aroma a cigarrillo rubio. A ver si algún día inventan las pipas con sabor a chester.







13 comentarios:

Gentiana dijo...

Yo comencé por el vicio de las pipas, así que al del tabaco nunca llegué :-) y eso sí, como las pipas Facundo nada: "y dijo el toro al morir...". Cúanta nostalgia me ha traido tu post, Javier.

Un abrazo!

(y ánimo con la lingüística)

la_filologa dijo...

Tengo que defender el pabellón asturiano, digo yo: las churruca son las mejores. Pero difiero en el momento: mucho más que comer pipas con una peli, yo prefiero hacerlo viendo un buen partido de fútbol. Algún día habrá un gol inesperado y me atragantaré, pero me gusta vivir con el peligro...

Cuando esto era un barrio obrero en condiciones, que todos eramos hijos de minero/albañil/similar, con sus macarras y sus yonkis y sus señoras cotillas, aquí se podían comer pipas en los bancos de la calle sin más problemas que la ocasional vecina de 80 años que se asomaba para decir la poca vergüenza que tenían los críos y demás. Hoy en día, que parece que cada vez estamos más céntricos, cualquiera se sienta al sol a comer pipas con tus amigos. Y luego dirán que es el progreso. Anda ya...

Alberto T dijo...

Yo una vez me metí una tijuana de esas en la boca - tengo la costumbre de pelarlas con los dientes - y por poco me pongo de color azul. Eso era como poco... asqueroso.

Anónimo dijo...

En buena hora chico! Me da mucho gusto saber que ya tienes tanto tiempo sin fumar. Hace unos cuantos días me he enterado que un tío mío que también fumaba cajetilla y media todos los dais, le han detectado cáncer en el pulmón. Se que todos esperan que haya sido a tiempo, pero yo soy un poco mas pesimista...no se si dure mas de esta año. Cosa que es triste por que se quedan sus hijos y su esposa solos. Convence a tu chica para que lo deje. Lo de cambiar un vicio por el otro? bueno las pepitas tienen algunos nutrientes buenos...llégale a la bici o el baloncesto 23 veces a la semana. Esa es la mejor garantía de que podrás disfrutar el ver crecer a tu chiquito. Saludos!

rakel dijo...

ola! lo de los vicios por los vicios es algo general. a mi me da por el café, por el chocolate...y trato de dejar de fumar. asi que me pondre histerica de cafe, fondona de chocolate...y esperemos que nada mas. lo del gimnasio tambien puede ser un vicio, pero por ahi no me ha dado, mira tu. jajaja
por cierto, tienes examenes ahora? cuidado, porque el estres exacerba los vicios...
bjs

BETTINA PERRONI dijo...

Uno deja un vicio y crea otro jajaja pero esa nueva adicción es nutritiva no? jajaja

Ante todo, te felicito muchísimo por darle ese fuerte respiro a tus pulmones. Me alegra que se haya quedado atrás el tabaco. Del gym que te puedo decir... aún con todos sus contras... soy adicta a ellos...

Como mi semana comienza en martes, te deseo feliz inicio de semana :D

Ing. Cardioide dijo...

*snif* yo no he podido dejar de fumar. Digamos que lo hago por temporadas. A veces fumo, a veces no fumo.

Cuando comencé a practicar Tae Kwon Do ahí sí deje de fumar aparte de que se requería para el deporte también porque mi entrenador me regañaba y me ponía una santa tunda en pleno entrenamiento nonono...

Ahora fumo mucho menos que antes (3 cigarros al día o menos) pero en situaciones sociales sí le subo.

Creo que debería dejar de fumar
***apagando el 1er cigarro del día jajaja no te creas.

Aloha! Saludos Javier!

Lalo.

Anónimo dijo...

Me gusta tu blog, pero lo que más me ha llamado la atención es el pérfil: describirte diciendo lo que no eres. Me gusta. Un saludo y volveré.

Mariano Zurdo dijo...

Yo es que no he pasado nunca de minifumadorsocial, y hace años que ni eso.
Pero que nadie me quite mi tableta de chocolate que muerdo...

BB dijo...

que bueno que lo dejaste... y el vicio por el que lo sustituiste te mantendra sano...

tu blog me ha encantado! un abrazo!

Anónimo dijo...

Si en algo me considero afortunado es en no haber caido en ese vicio, realmente peligroso y al que te ves abocado cuando eres un adolescente sin apenas personalidad. Como si te pudieras defender! Lo único que hace es contaminar tu vida y la de aquéllos que tienes al lado (sobre todo si son niños).
Yo tuve suerte y mi Madre me alejó bien pronto de ello, y es a ella a quien debo no perjudicar mi salud, mi economía, el olor de mis dedos, mi incapacidad para no meterme "chutes" durante eventos sociales, etc.
No, yo llevo ya muchos años fuera del vicio, y aunque no lo lleve mal, no hay fin de semana que no me apatezca volver a comerme un buen puñado de pipas...

Iván dijo...

No he fumado nunca (creo que he tenido suerte) pero sí me he aficionado al vicio de las pipas. Vicio que hace años ya no practico. Y lo cierto es, que aún sin tener síndrome de abstinencia, sí que son capaces de atraparte en una espiral de deseos y de ansias que no cesan hasta acabar con la bolsa. Ignoro si un paquete de tabaco llena el tiempo de la misma manera que una bolsa de pipas. Pero, lo que si que se, es que después no me huelen los dedos a cigarro. Como mucho tengo los labios como si los hubiera restregado por el tronco de un alcornoque. Pero eso siempre será un mal menor.
Mi enhorabuena por que hayas dejado el tabaco. A mi entender te has librado de unas cadenas.
Un saludo!

Jesús dijo...

Mira, qué quieres que te diga,

amén con lo de los gimnasios, lo intenté, pero hay algunos que son antros o museos de los horrores. Para pipas, el piponazo. Y respecto a los vicios, lo mío son las olivas sevillanas.

Y felicidades por la abstinencia.