Lo de que no nos acostumbremos al euro —no, no disimules: tú tampoco— yo creo que es, en el fondo, un problema lingüístico. Y no sólo porque vayamos todo el mes con la lengua fuera —que también—, ni porque los especuladores inmobiliarios y los agentes económicos nos saquen la lengua sin pudor —que de todo hay en la viña del Señor—, sino porque todavía no lo hemos hecho realmente nuestro.
¿Que no? ¿Cómo se llama la moneda? Pues "euro", sin más. ¿Y la añorada peseta? La peseta, por encima de cualquier otra denominación, era "la pela". Tenía hasta sus dichos —«La pela es la pela»—y sus frases hechas, del tipo de «préstame mil pelas, que mañana te las devuelvo». Y tenía a su hermano mayor, el "duro", que servía tanto para practicar los cálculos en base cinco como para mercar en los lindes de la marginalidad: mil duros por aquí, cien duros por allá...
El mayor problema del euro es que aún no ha recibido un bautismo popular, y hasta que no lo consiga, no lo adoptaremos, no lo aceptaremos como nuestro. Lo usamos, sí, pero sin cariño, por obligación nada más...
¿Y por qué no tiene nombre? Pues por esa mismo desamor: nos ha empobrecido, aseguramos. Pero no es cierto: nos han empobrecido los políticos, los financieros, y aquellos que se han puesto las botas con el cambio.
Y existe otro motivo para la falta de apego: su volatilidad. Porque no es como las demás monedas, que desaparecen enseguida... al gastarlas. Pues no: ésta desaparece físicamente. Los billetes —por si fuera poco con ser tan anodinos— se deshacen enseguida, demostrándonos fehacientemente lo poco que valen. Aunque conseguirlos siga costando lo mismo o más que antes.
¿Cómo poner remedio a esta situación? Bueno, no voy a ser yo el que pronuncie palabras como "revolución", "boicot" o "leña". Total, para el caso que se me iba a hacer... No, lo más práctico creo que es buscarle un nombre. Uno que enseguida se haga familiar, que te haga verle como si tuviera dos ojitos y presentara las campanadas por la tele embozado en una capa retro.
Ya he escuchado algunos intentos: "héroes" dice mi amigo Pepe Orbigraf. Lo malo es que lo suele acompañar de cifras bastante abultadas, y con un papelito en la mano que pone "factura". Es lo malo de ir a su imprenta, que te casca un «son tres mil héroes», y te vas renegando de las heroicidades en Cuba, en el Sáhara y en la madre... Como si a ti te fueran a dar una medalla al mérito.
La versión más cañí que conozco la escuché en Las Ventas —no en el coso taurino, sino en un barrio de León—: "jeuros". La cosa tiene retranca, porque me da que el pájaro —y me niego a desvelar la raza, que las fuentes son confidenciales— lo escribía con hache, y luego la aspiraba, pero a lo bruto.
Otra: "pavos". Vale para cualquier moneda, y tiene ese toque informal que tanto nos gusta: «te voy a soplar mil pavos», le decían a un amigo que ha organizado un concurso literario. Lo malo es que suena muy yanqui, y ya bastante tenemos con el malboro y la persicola, ¿no?
A mí me gustaría más un sobrenombre más castizo, y votaría por recuperar los "duros", que tienen un sonido parecido, y también requerían cierto esfuerzo de conversión. O una evolución fonética inversa —eu > o—, que nos daría "oros"; no es que suene muy bien, pero total, al precio que está todo, creo que le cuadra perfectamente.
Lo que no puede ser es que todo sea "euro": europarlamento, eurodiputado, euroliga, eurocopa... Y luego resulta que ni hay euro-constitución, ni euro-sueldos, ni euro-estado del bienestar ni euroleches. Lo único que nos une es el puñetero euro. Y ni siquiera tiene un mote para que le dejemos de tener manía.
¿Que no? ¿Cómo se llama la moneda? Pues "euro", sin más. ¿Y la añorada peseta? La peseta, por encima de cualquier otra denominación, era "la pela". Tenía hasta sus dichos —«La pela es la pela»—y sus frases hechas, del tipo de «préstame mil pelas, que mañana te las devuelvo». Y tenía a su hermano mayor, el "duro", que servía tanto para practicar los cálculos en base cinco como para mercar en los lindes de la marginalidad: mil duros por aquí, cien duros por allá...
El mayor problema del euro es que aún no ha recibido un bautismo popular, y hasta que no lo consiga, no lo adoptaremos, no lo aceptaremos como nuestro. Lo usamos, sí, pero sin cariño, por obligación nada más...
¿Y por qué no tiene nombre? Pues por esa mismo desamor: nos ha empobrecido, aseguramos. Pero no es cierto: nos han empobrecido los políticos, los financieros, y aquellos que se han puesto las botas con el cambio.
Y existe otro motivo para la falta de apego: su volatilidad. Porque no es como las demás monedas, que desaparecen enseguida... al gastarlas. Pues no: ésta desaparece físicamente. Los billetes —por si fuera poco con ser tan anodinos— se deshacen enseguida, demostrándonos fehacientemente lo poco que valen. Aunque conseguirlos siga costando lo mismo o más que antes.
¿Cómo poner remedio a esta situación? Bueno, no voy a ser yo el que pronuncie palabras como "revolución", "boicot" o "leña". Total, para el caso que se me iba a hacer... No, lo más práctico creo que es buscarle un nombre. Uno que enseguida se haga familiar, que te haga verle como si tuviera dos ojitos y presentara las campanadas por la tele embozado en una capa retro.
Ya he escuchado algunos intentos: "héroes" dice mi amigo Pepe Orbigraf. Lo malo es que lo suele acompañar de cifras bastante abultadas, y con un papelito en la mano que pone "factura". Es lo malo de ir a su imprenta, que te casca un «son tres mil héroes», y te vas renegando de las heroicidades en Cuba, en el Sáhara y en la madre... Como si a ti te fueran a dar una medalla al mérito.
La versión más cañí que conozco la escuché en Las Ventas —no en el coso taurino, sino en un barrio de León—: "jeuros". La cosa tiene retranca, porque me da que el pájaro —y me niego a desvelar la raza, que las fuentes son confidenciales— lo escribía con hache, y luego la aspiraba, pero a lo bruto.
Otra: "pavos". Vale para cualquier moneda, y tiene ese toque informal que tanto nos gusta: «te voy a soplar mil pavos», le decían a un amigo que ha organizado un concurso literario. Lo malo es que suena muy yanqui, y ya bastante tenemos con el malboro y la persicola, ¿no?
A mí me gustaría más un sobrenombre más castizo, y votaría por recuperar los "duros", que tienen un sonido parecido, y también requerían cierto esfuerzo de conversión. O una evolución fonética inversa —eu > o—, que nos daría "oros"; no es que suene muy bien, pero total, al precio que está todo, creo que le cuadra perfectamente.
Lo que no puede ser es que todo sea "euro": europarlamento, eurodiputado, euroliga, eurocopa... Y luego resulta que ni hay euro-constitución, ni euro-sueldos, ni euro-estado del bienestar ni euroleches. Lo único que nos une es el puñetero euro. Y ni siquiera tiene un mote para que le dejemos de tener manía.
9 comentarios:
Me temo que en esto de las denominaciones mantenemos un retraso histórico con respecto a las cárceles, verdaderas academias del lenguaje cotidiano.
Propongo dos derivaciones:"Leuros" bastante extendida en La mancha, y "Lauden" que exprime la morfología y suena a "cum laude" que no tiene que ver pero ahí queda.
Respecto a las monedas, de 1, 2 (algún día tendrán que explicar que sentido tienen), y de 5 centavos, creo que ya es bastante popular llamarlas "Cobres" por lo menos aqui en Madrid.
Enhorabuena por el blog.
Pd: ¿Has pensado en llanmar a la moto "Vitolo" o "Vitola"?
Amigo Llamazares:
Coincido contigo. No es fácil deshacerse de la pela, de sus rimas, de sus primas, de sus cigarrillos y sus chascarrillos. Ahora todo cuesta más y se dice peor, aunque valga lo mismo. De todos modos no te preocupes, todo evoluciona hacia la parodia. Lástima que la risa no nos saque de pobres…
Saludos, pirata. Gracias por el piropo que dejaste en mis hipocondrías gástricas. Tú tampoco escribes nada mal…
Yo propongo que al euro le llamemos "cientosesentaiseiscontrescientasochentaypico" pa no confundirnos :-)
Pues lo de "pavos" por Madrid está muy extendido, sobre todo entre los quinceañeros, es frecuente escuchar a alguno a grito pelado por el movil "pero si son x pavos". Yo la verdad es que he acostumbrado al euro más o menos bie, pero a lo poco que da desí, y aún hoy mi abuela me viene con lo típico, "¿y en pesetas cuanto es?"
Un saludo
Bastante interesante Javier!
Pero bueno, no se pueden quejar de que están mejor que en otros países. ¡Qué mas quisiera yo que ganar euros! jajaja :P
Y bueno, eso de la identidad tienes razón. Yo no sé qué haría si nos quitaran el peso y tuviéramos otra moneda. Estaría algo raro.
En fin, le envío un gran saludo desde México. Aloha! Saludos!
Lalo.
te juro que no se me ocurre ni un nombre para los euros. pavos es lo único que digo a veces. tienes razón, hasta que tengan unos motes como la peseta no hay nada que hacer!
"maldito parné, que por su culpita dejaste al gitano que fue tu querer, castigo de dios, castigo de dios..." ya no me se más...
Besos
Los euros son muy jóvenes aún, todavía tienen que crecer...
ola!
para mi los euros de mi bolsillo son "euritos", que duran poco o se me van entre las costuras. y luego están los que piden por todo: "eurazos", abusones, enormes, que casi asustan a los que llevo yo. Esto, lo que es, es un despropósito...por cierto que un tipo que vende camisetas en el rastro, los domingos, les llama "aurelios". Yo en vez de "pavos" les llamaria "palos", que es lo que parece cuando pagas cualquier cosa: que te dan el palo.
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