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miércoles, 13 de junio de 2007

El libro rosa

Hay obras de tanta profundidad y calado, que precisan de una concentración suprema. Tanta, que puede absorber toda tu energía y transportarte, como por arte de magia, a los brazos de Morfeo. Como esta "Introducción a la semán... guafffff …cional", que en mi casa se ha convertido en leyenda, más conocida como «El libro rosa».
Y eso que el libro no es especialmente extenso, menos de doscientas páginas. Ni tampoco da miedo —por fuera, claro—, con ese color tan coqueto y ese diseño tan depurado, que casi ni se percibe como diseño.
Por supuesto que el tema también ayuda. La semántica, esa gran desconocida. Una disciplina muy útil para… que sirve para… muy interesante por… En fin, un apasionante campo del saber, presente en todos los planes de estudio.
El autor, aparte de su renombre internacional como puntal del funcionalismo, es el catedrático de Lingüística General en León, el sabio entre los sabios, el adalid del conocimiento, el árbitro de la elegancia... el máximo baranda, vamos. Lo cual es, innegablemente, un incentivo para empollar como un cosaco, pues el temario de la asignatura es, curiosamente, idéntico al índice del libro.
¿Que todos nos hemos tragado cosas peores? Posiblemente. Sin embargo, tal vez me crucé con el libro rosa en un momento poco propicio; consecuencias de volver a estudiar con demasiados años de retraso.
La cuestión es que empecé a enfrentarme al libro rosa en el verano de 2004. Acababa de ganar las oposiciones y pensaba examinarme en septiembre. Así, todas las tardes bajaba a la playa del Sardinero con el libro. Y era mano de santo: antes de acabar la introducción, ya estaba durmiendo.
He de reconocer que también había una contribución importante: la «silla de babear». Nos habíamos comprado unos sillones plegables, con diseño anatómico, que te proporcionaban una postura ideal para practicar mi deporte favorito: la siesta. En combinación con una sombrilla modelo cimborrio románico palentino y el libro rosa, resultaba infalible. Y las bautizamos así, «sillas de babear», por sus mágica capacidad de convertirte en un émulo de Homer Simpson serrando troncos, con pérdida salival incluida.
En ocasiones, un pródigo balón o una furtiva racha de viento me hacían regresar a la realidad, pero para eso siempre tenía a mano el libro rosa: elegía un capítulo al azar, y antes de llegar al segundo párrafo volvía a la placidez del sueño.
Y así transcurrió aquel verano, y el siguiente. Nada que hacer con la semántica, no había manera. Debía de ser cosa de la ductilidad del cerebro, que a partir de los treinta ya no admite nuevas ideas, o algo así. El caso es que intenté, durante el invierno, enfrentarme de nuevo al libro rosa. Y los resultados fueron nefastos: para empezar, cada vez que lo cogía me llenaba de arena —es asombrosa la cantidad de granitos que caben entre las páginas—. Para acabar, no conseguí acabar ni un capítulo. Mis días en la lingüística parecía que tocaban a su fin.
Afortunadamente, el catedrático le endosó la asignatura a una becaria, que publicó un libro práctico, con ejercicios resueltos. Un libro de semántica que pude leer hasta el final, y varias veces, sin que pareciera que me había picado la mosca tse-tsé. Por fin, después de tantos años de denodado esfuerzo —por mantener los ojos abiertos, claro— en septiembre del año pasado conseguí librarme del libro rosa.
Pero, como si la vida la escribiera un guionista de culebrones, no hay felicidad completa: este año me enfrento a mi último examen de la carrera. La asignatura se llama "Sintaxis", y la imparte... el mismo catedrático. Y me ha recomendado que la prepare con su obra "Principios de sintaxis funcional", un libro maravilloso de cuatrocientas páginas amenísimas.
Los primeros intentos han dado el resultado esperado: la historia se repite. Así que ahora, cuando bajamos a la playa, el niño me dice:
—Papi, no te olvides «el libro amarillo».
—Claro que no, hijo, que si no luego no concilio bien el sueño.

En fin, no piensen que pretendo desanimarles, ni con la lingüística ni con la lectura. Sin embargo, hay combinaciones de ambos conceptos que pueden resultar letales, y hablo con conocimiento de causa.
A pesar de todo, estoy muy agradecido a este libro maravilloso: no vean la pasta que me he ahorrado en somníferos.


11 comentarios:

JML dijo...

Amigo LLamazares:

Desnudas a un santo para vestir a otro. Dejas el tabaco y caes en las pipas. Dejas la semántica y caes en la sintaxis... Lo tuyo es grave, permíteme que te lo diga. En todo caso, y tratándose de una causa noble, tienes mi apoyo.

Ánimo, suerte y al toro... (y recuerda, te sigo leyendo)

Rocío dijo...

Jajajaja, veo que no necesitas ningún apunte extra de sintaxis, con los 400 folios vas bien surtido...

¿Y si esperas otros dos años a que aparezca otra becaria salvadora y práctica? ,-)

Por cierto, que no creo que a partir de los 30 admitamos menos ideas, sino que somos más críticos con la forma en que éstas se transmiten. Rebeldías que nos permitimos en esta nueva etapa de nuestra juventud.

Ya lo dijo aquél: aunque al ladrillo le vistan de rosa (o amarillo)...

¡Abrazos animosos!

Anónimo dijo...

Peor es lo de otros, que para conciliar el sueño lo que hacen en verano es ponerse a ver algo que realmente puede ser ameno e incluso emocionante: ciclismo.

No sé cómo, pero es escuchar a Perico, y oye, se me ubican subrepticiamente una losas de hormigón refractario sobra los párpados...

Y fuera de bromas que me gusta ver el giro y el tour, pero es que ni el Alpe dHuez me aleja de Morfeo.

Mariano Zurdo dijo...

¡No veas cómo me he visto reflejado! Todavía recuerdo el "libro verde con páginas amarillas" (más conocido como mamotreto) de Epistemología de 1º de carrera. El artista, el mismo que me daba clase, Javier Montserrat. Aprobé la asignatura en 5º, y gracias a que vino otro profesor con otro talante (y sobre todo, otro libro).
¡Suerte con el último examen!

Anónimo dijo...

Hola Javier, y gracias por la visita al blog. Te envidio Santander, es una ciudad preciosa. Anduve por allá este febrero y me encantó.
Saludos.

Anónimo dijo...

Se de lo que hablas, estoy leyendo un libro de texto para aprender Photoshop. Con solo pensar que tengo que leerlo me da un sueño..que para que te cuento!! Esperando poder leer algo mas interesante ayer compre dos libros uno titulado "El poder del ahora" de Eckhart Tolle Y " La Sombra del Viento" de Carlos Ruiz Zafon. No he leído a ninguno de estos autores y solo escogí estos libros por que me gusto el titulo y las ultimas dos paginas del final...si, no puedo esperar hasta el final. Ja, ja, ja! Ya te contare si son buenos tambien para dormir! : )

Saludos!

Ra dijo...

Qué tal?
Vengo a agradecerle su visita vía-Jesús, y las palabras de mudanza.
Interesantes indicaciones para no ser nadie, caballero.
Un placer, y un saludo sureño.

Anónimo dijo...

La semántica y la sintaxis tienen su miga, pero si son funcionales, ni te cuento... A mí es que lo funcional me da miedo, pero quizá se deba a que yo soy rara.
De todos modos, las carreras después de los 30 se llevan "mu malamente". Te lo dice otra que viste y calza. Y si te quejas del libro rosa de 200 páginas, te hablo de los dos tochos de Procesal, para que sepas lo que vale una fábrica de peines.
Agradable volver a leerte. Besos solidarios.

Ing. Cardioide dijo...

Mi estimado Javier,

Ha de ser como el libro de Baldor de Álgebra! Uno por más que lo quería abrir para hacer tarea nooooo! Parece que soltaba polvos mágicos pa dormir o no abrirlo no sé por qué jaja.

Sinceramente mi fuerte no es el español (a pesar de ser mi lengua madre) y mi redacción es peor que la de la iguana de mascota que tengo jaja, o sease, horrible. Prefiero el inglés para escribir o cosas por el estilo.

Te digo, mi fuerte no es la lingüística pero me da gusto que haya gente que le agrade :) Por eso soy el animador jajaja

Aloha! Saludos! Ah! Y no se apure, que en el crucero cantaría a Sinatra "Niu Llorq Niu Llorq!" jaja

Lalo.

Neres dijo...

Pues a mi me parece que la semán... ti...caaaaa

zzzz zzzzzz zzzzz

Anónimo dijo...

...please where can I buy a unicorn?