Resulta que ayudar a los fumadores a dejar esa afición es un oficio. En serio, es cierto. No me refiero al asunto ese de inventar técnicas infalibles y forrarse dando cursillos. No, me refiero a esos gabinetes médicos, financiados por la Seguridad Social, algo científico y fiable, vamos.
Mi amigo Fernando trabaja precisamente en ello; es médico, y su labor es apoyar a los fumadores recalcitrantes a que superen el vicio. A mí me parece muy bien, sobre todo porque Fernando me cae genial y así puede pagar sin apuros la hipoteca y demás, pero llevo unos días dándole vueltas al asunto, y es que no me acaba de convencer del todo.
Y es que mi amigo no ha fumado nunca. O sea, que se pasa el día convenciendo a la gente de que no es imposible dejar el tabaco, de que hay que mentalizarse, que se puede recurrir a tales y tales técnicas, y que no pasa nada. Ya. Pero él ¿cómo lo sabe? Porque me temo que hay muchas cosas que no se aprenden en los libros, ni en las aulas. Y no se trata de aplicar fórmulas matemáticas, o de concluir un diagnóstico, sino de sentarse enfrente de alguien, mirarle a los ojos y decirle: «tú puedes». Claro. Pero, ¿tú cómo lo sabes?
Lo cierto es que yo –si estuviera en la tesitura de dejar de fumar– me sentiría mucho más tranquilo si el consejero me hablase desde su propia experiencia. Supongo que ese es el truco de los "charlatanes de autoayuda" que se hinchan a vender libros con su infalible método: aparecen en un anuncio con sonrisa dentífrica y rebosando salud, y ponen como garantía de éxito su propio ejemplo. ¿Cómo no van a tener más credibilidad que mi amigo, que se pone una bata y te habla de tratamientos y pastillas? Claro que a mi amigo Fernando nunca le van a pillar en una recaída, apurando a escondidas un pitillo, porque su método milagroso a lo mejor ni iba tan bien como decía.
¿En qué confiamos, entonces, en la ciencia o en el testimonio? En la ciencia, cómo no, decimos todos a ojos cerrados. Pero veamos otro caso: el del sacerdote que "aconseja" sobre como conducirse en determinados aspectos de la vida —sobre todo, en aquellos que tocan al sexto mandamiento, que es el que más juego suele dar en materia de pecados y pecadillos—. ¿Cómo puede un profano dirigirte en un asuntos que, por propia voluntad, desconoce? ¿Puede valorar tu vida sexual? ¿Desaprobar tus aficiones favoritas, que diría Woody Allen? Es curioso que se permitan impartir cursos sobre la vida matrimonial, sobre las relaciones de pareja, cuando su conocimiento de la materia es puramente teórico.
No es muy diferente el caso de los profesores de empresariales que nunca han trabajado fuera de la universidad, y luego imparten clases prácticas sobre cómo administrar un negocio, como cuadrar un balance o llevar la contabilidad. Y se permiten repartir suspensos y aprobados a su antojo, sin preocuparles que, por mucha nota que hayan obtenido, cuando sus alumnos salgan al mundo real comprobarán que no se parece en nada al país de maravillas que les pintaron en la facultad.
Pues un poco así somos todos: aficionados metidos a consejeros. Nos encanta opinar, orientar, aconsejar. Lo sabemos todo. Todo, excepto que, en la vida, nadie es profesional: todos somos diletantes.
Mi amigo Fernando trabaja precisamente en ello; es médico, y su labor es apoyar a los fumadores recalcitrantes a que superen el vicio. A mí me parece muy bien, sobre todo porque Fernando me cae genial y así puede pagar sin apuros la hipoteca y demás, pero llevo unos días dándole vueltas al asunto, y es que no me acaba de convencer del todo.
Y es que mi amigo no ha fumado nunca. O sea, que se pasa el día convenciendo a la gente de que no es imposible dejar el tabaco, de que hay que mentalizarse, que se puede recurrir a tales y tales técnicas, y que no pasa nada. Ya. Pero él ¿cómo lo sabe? Porque me temo que hay muchas cosas que no se aprenden en los libros, ni en las aulas. Y no se trata de aplicar fórmulas matemáticas, o de concluir un diagnóstico, sino de sentarse enfrente de alguien, mirarle a los ojos y decirle: «tú puedes». Claro. Pero, ¿tú cómo lo sabes?
Lo cierto es que yo –si estuviera en la tesitura de dejar de fumar– me sentiría mucho más tranquilo si el consejero me hablase desde su propia experiencia. Supongo que ese es el truco de los "charlatanes de autoayuda" que se hinchan a vender libros con su infalible método: aparecen en un anuncio con sonrisa dentífrica y rebosando salud, y ponen como garantía de éxito su propio ejemplo. ¿Cómo no van a tener más credibilidad que mi amigo, que se pone una bata y te habla de tratamientos y pastillas? Claro que a mi amigo Fernando nunca le van a pillar en una recaída, apurando a escondidas un pitillo, porque su método milagroso a lo mejor ni iba tan bien como decía.
¿En qué confiamos, entonces, en la ciencia o en el testimonio? En la ciencia, cómo no, decimos todos a ojos cerrados. Pero veamos otro caso: el del sacerdote que "aconseja" sobre como conducirse en determinados aspectos de la vida —sobre todo, en aquellos que tocan al sexto mandamiento, que es el que más juego suele dar en materia de pecados y pecadillos—. ¿Cómo puede un profano dirigirte en un asuntos que, por propia voluntad, desconoce? ¿Puede valorar tu vida sexual? ¿Desaprobar tus aficiones favoritas, que diría Woody Allen? Es curioso que se permitan impartir cursos sobre la vida matrimonial, sobre las relaciones de pareja, cuando su conocimiento de la materia es puramente teórico.
No es muy diferente el caso de los profesores de empresariales que nunca han trabajado fuera de la universidad, y luego imparten clases prácticas sobre cómo administrar un negocio, como cuadrar un balance o llevar la contabilidad. Y se permiten repartir suspensos y aprobados a su antojo, sin preocuparles que, por mucha nota que hayan obtenido, cuando sus alumnos salgan al mundo real comprobarán que no se parece en nada al país de maravillas que les pintaron en la facultad.
Pues un poco así somos todos: aficionados metidos a consejeros. Nos encanta opinar, orientar, aconsejar. Lo sabemos todo. Todo, excepto que, en la vida, nadie es profesional: todos somos diletantes.
7 comentarios:
Entiendo la duda y aplaudo el debate, pero creo que pones varios ejemplos que son difícilmente tratados por igual. En el caso central, yo lo tengo claro. No es necesario que fume. Es como si un psicólogo tuviera que haber tenido una depresión para tratar a un depresivo. Hay profesiones que por su esencia tienen esa característica; trabajan sobre aspectos que no han vivido en propia piel, pero que su técnica y su experiencia son parte de la solución. Haber pasado por algo no es garantía de nada, porque luego hay que saber empatizar, influir, asesorar...
En cuanto a la universidad..., necesito una resma de folios para explicarme...
En el fondo, como tú dices, todos somos consejeros de algo.
Y como reza el refrán: Aprendices de mucho y maestro de nada.
Y así nos va muchas veces.
Un saludo
Pero si somos los expertos en dar consejos!!! Mi madre es doctora, mejor que el House ese. Y por supuesto mejor que cualquiera que haya estudiado la carrera. Mi madre sabe aconsejarme el medicamento correcto, y eso que no ha estudiado medicina :)
Y que me dices de mi abuelo? Era todo un experto en ingeniería, como jefe de obra un crack. Y eso que era funcionario :)
Que sí, que nos encanta aconsejar, los consejos los regalamos como rosquillas.
Pero con el tema tabaco, me tocas mi fibra sensible de ex-fumadora empedernida.
Mas de dos paquetes diarios de coronas rubio y eso durante... espera que echo la cuenta, pues mas de 15 años. Bueno, mas de dos paquetes en los últimos 5 añitos mas o menos.
Asi que el que quiera ayudar a un fumador a dejar ese vicio mortal, es bienvenido, lo haya probado o no. Me da igual.
Por otro lado estoy contigo en que no creo mucho en los metodos que nos venden. Que si pastillitas, el chiclecito, el parche, que si la botellita con el olor de no-se-qué... los probe todos. Y sabes cual me ayudo? ninguno
Sabes como deje de fuma? de golpe un dia, sin mas. De repente me di cuenta (pero de veras) de la estupidez que estaba cometiendo. Libertad? que coñi libertad!! Tontería era lo que tenia (sin pretender insultar).
He visto morir a un amigo de cáncer de pulmón y te aseguro que el mayor defensor del tabaco, el que más grita que nadie le va a quitar su libertad de fumar, el que se niega a ir de copas a sitios de no fumadores porque eso es "aburrido"... ese mismo (esa misma que yo fui) cuando vea que su vida se le va por culpa del tabaco... se arrepentirá de haber fumado.
Sabes lo que decía yo siempre cuando alguien me "comía el coco" para que dejara de fumar? de algo tengo que morir y prefiero morir enferma que sana. Que estúpida era!!
Javier, empiezo con mal pie, no? jajaja Por favor, no te tomes mis palabras a mal. No es mi intención.
Te leo desde hace tiempo pero, como te dije en la legión, no me había atrevido a escribir nada.
Un abrazo .... y deja de fumar jajajaaja
Hay de consejos a consejos creo yo jeje.
Yo puedo dar consejos en base a mi experiencia (corta) en algunos aspectos claro, pero eso no significa que a los demás les vaya a decir. Como se dice acá "cada quien cuenta como le fue en la feria".
Es muy buen debate el que está acá, como dice Mariano. Creo que a lo mejor no es el mejor consejo que demos a alguien, pero a veces lo hacemos por hacer sentir bien a la gente. Bueno, mi apreciación claro. Pero hay que tomar en cuenta el juicio de uno y ver si es buen consejo o no y de ahí ver si querer aplicar el consejo.
Eso lo he aprendido jaja, no a todos les gustan los consejos que doy pero en fin... Mi consejo: vámonos de viaje! jajajaja
Aloha! Un saludo desde acá México,
Lalo.
Compañero Mariano:
Por supuesto que son ejemplos diferentes. Sin embargo, creo que el caso del médico sí es significativo. Dejar de fumar no es como una operación de apendicitis o tratar un catarro. Cada persona reacciona de una manera, y no es una ecuación matemática de x-1=y; al contrario, cada caso es distinto, y no hay garantías de éxito. Y, además, que alguien te diga, muy serio, que no cuesta tanto, cuando sabes que él no lo ha vivido, le resta mucha credibilidad, ¿no te parece?
Un abrazo.
Vuelo rasante:
Ahí le has dado: en la vida, todos somos aprendices. Pero nos gusta tanto aconsejar...
Bienvenido a estas páginas, un placer.
Novia de Górgola:
¡qué gusto leerte! Comparto muchas de tus opiniones, pero no se trata de que yo no quiera dejar de fumar (lo dejé en 2001), sino de la relación entre los consejos y la experiencia propia.
Por cierto, empiezas con un pie estupendo, no te preocupes, me parece perfecto que digas lo que quieras, y si no opinamos igual, pues mejor, así podemos debatir, que siempre anima mucho.
Un abrazo, y a ver si se te pasa esa cara de susto...
Querido Lalo:
Los consejos también pueden ser buenos, claro. Y casi siempre son bienintencionados. Lo que pasa es precisamente lo que tú dices, que del consejo a su aplicación media un gran trecho.
Pero, eso sí, los tuyos son de los buenos: eso del viaje tiene muy buena pinta.
Un abrazo ultramarino.
Querido Javier, es que si un médico o psicólogo o quien sea te dice que ánimo que no cuesta tanto es que es un mal consejero, haya sido fumador o no. De ahí que es importante la formación de los asesores-consejeros. A veces ni ayuda al profesional haber pasado por lo mismo que el aconsejado. El problema es que los consejos se dan demasiado gratuitamente, y hablo a nivel profesional. Como psicólogo retirado he visto alrededor mío ejemplos que, como diría un amigo mío, harían vomitar a una cabra.
En lo del fumar hay protocolos perfectamente establecidos para la terapia, pero tienen que ejercerlos profesionales especializados. Es el problema de utilizar a los médicos de familia de parapeto para todo. Demasiado bien lo hacen...
Ya dije que aquí podía haber un buen debate.
Abrazos, licenciado.
Amigo Mariano, sí que tenías razón, aquí hay debate para rato (y eso que no hemos entrado en el asunto universitario, que sería la bomba).
Pero yo lo que me planteo es que, por muy estudiados que estén los protocolos, en el asunto del tabaco hay algo que falla, porque apenas conozco casos de éxito vía ambulatorio (que los habrá, no lo dudo), pero creo que se trata más de una cuestión personal, y no de un tratamiento de los que pueda ofrecer el sistema sanitario.
Me da la impresión de que, en el fondo, lo que ocurre es que el fumador no quiere dejar de fumar, y así, por más terapias, trucos y sistemas que se ofrezcan, no habrá manera nunca de que lo dejen.
Y, sin embargo, el que quiere dejarlo, el que se convence por sí mismo, ése sí que lo deja. Pero ver a un no fumador contándote que tus pulmones tienen un color negro preocupante, que si vas a tener tal y tal cáncer, y que la nicotina reclama su dosis al rebajar los niveles en sangre, y tal y cual, no creo que sea muy útil.
Aparte de que la adicción física es una bagatela: lo realmente chungo es el hábito, y no sé si habrá psicólogo capaz de proponer protocolos útiles contra eso.
Por eso, porque creo que es una lucha titánica de la propia voluntad, me parece que vale más el apoyo de alguien que lo ha vivido en carne propia, que los doctos y científicos conocimientos de un experto que nunca se ha visto a las cuatro de la mañana, sin tabaco, completamente desesperado. Y el que haya sido fumador sabe de qué estoy hablando.
Mariano, un abrazo, gracias por tus opiniones y por provocar este debate tan estimulante.
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