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viernes, 29 de mayo de 2009

Firma de libros en la Feria del Libro de Madrid

Este fin de semana estaré en la Feria del Libro de Madrid; me podéis encontrar en la caseta de Editorial Funambulista, la número 221, desde el sábado a las 12 hasta la noche del domingo.
Espero que os animéis a acercaros por allí y saludarme, estaré encantado de conoceros en persona y charlar un rato.

viernes, 22 de mayo de 2009

Gamoneda y la mentira



No suelo seguir con demasiado interés la actualidad, y mucho menos la del "mundillo literario", pero estos últimos días se está produciendo una pequeña escaramuza que, por lo injusto del ataque y por la inequidad de los contendientes, me ha afectado seriamente. Ya, ya: a algunos no se nos puede tocar a Gamoneda. Cierto. Hay algo personal, por supuesto: cualquiera que haya tratado con él sabe a qué me refiero. Pero no es la reverencia ante el poderoso lo que uno siente, sino el deslumbramiento de estar ante un grande de la literatura. Poco importa lo que ladren sus detractores: él es el gran poeta de finales del siglo XX, y la historia lo dirá. Que no se lo perdonen es otro asunto; me gustaría ver cuántos defenderían a Crémer si ahora mismo recibiera el reconocimiento que merece.
Supongo que todo el mundo estará ya al cabo de la calle de la polémica: Gamoneda presentaba sus memorias y un periodista le pregunta por el recién desaparecido Benedetti. Y el poeta responde con su mejor intención: me gustaba, me caía bien, pero mis pasiones poéticas tienen otras coordenadas. Y entonces se alzan los autoerigidos paladines de la poesía y buscan la yugular del enemigo, y le llaman enterrador, le menosprecian su obra, cuestionan la limpieza de sus méritos... sólo ha faltado mentarle a la madre para que la cosa llegara a las manos. Hay que entenderlo, claro: uno tomaba café con Benedetti, otro presume de una razia en su domicilio, y alguno habrá que haya pasado cinco horas con Mario. Igual da.
Benedetti y Gamoneda no son rivales. No son incompatibles. Ni siquiera se puede decir que el leonés le falte al respeto. Ni siquiera ha dicho que no le guste; es evidente que la obra de cada uno no tiene nada que ver con la del otro, así que si están en las antípodas, ¿qué iba a decir Gamoneda? ¿Que Benedetti era la cumbre de la literatura universal? ¿Que le seducía la profundidad de su pensamiento y la elaboración de su estilo? Gamoneda se embarcó hace medio siglo en una escritura densa, poblada de óxido y dolor. Benedetti cantaba a la justicia, al amor, recitaba con acento, sonreía por escrito, qué se yo. ¿A qué viene compararlos? ¿A qué enfrentarlos?
Todos sabemos qué pasa con la poesía española. De qué van unos y otros. Sería muy sencillo apostar por quién saltará ahora, en qué bando estará este o aquel autor. Y es que lo de nuestras letras es digno de estudio; aunque quizá no sean los catedráticos del ramo los que debieran analizarlo, sino más bien los magistrados de justicia, los fiscales anticorrupción; los especialistas en parasitología; los técnicos de reciclaje (o engineiros da merda); o incluso los forenses o los arqueólogos, porque nuestra poesía cada vez está más muerta y enterrada. Y la mala noticia, para algunos enterradores, es que uno de los pocos supervivientes será Gamoneda. Por mucho que le disparen desde los grandes medios. Espero que esto sirva, al menos, para que quien aún no lo conozca descubra a Gamoneda, y se acerque al libro de memoria que presentaba cuando saltó la polémica.

Y ahora, puestos ya a ganarse enemigos, reproduzco aquí mi columna de Alerta de esta semana. A ver quién se da por aludido.


Gamoneda, Benedetti y los chacales de la poesía


Hacía años que se sospechaba, pero con cada nueva evidencia se hace más difícil de ocultar: la poesía española del siglo XXI es un oscuro callejón arrabalero.
Un calleja de malandanza por la que ya casi nadie transita, pues, ahora que los “poetas” han matado a la poesía –prácticamente han acabado con los lectores–, pocos se atreven a pisar un territorio en el que impera la ley del más rastrero, y se palpa el peligro a cada paso.
En una esquina, te asaltan los bandoleros y trabuco en mano se te llevan hasta la camisa. En otra te aguardan matachines, navaja en mano, que te apalean asegurando que les has mirado mal.
Allí se refugian estafadores emperifollados, especialistas en fondos públicos, oropel y venta de humo. O pandilleros que asaltan una caja de ahorros, una fundación o un ministerio, esperando a que el jefe de la banda reparta el botín: para ti un premio, para ti un jurado, una beca, un congreso en Varadero con hotel de cinco estrellas. Viejos oficios que se transmiten al estilo gremial, con vasallajes y escuderos, en el que es norma intercambiarse los papeles: jurado y premiado, editor y publicado, antólogo y antologado, crítico y ensalzado. Hoy por ti…
Claro que no todo es mala vida: también están los que no aceptan las corruptelas, los que se enfrentan a las bandas, los que abanderan la verdad aunque describan la mentira. Los que sufren. Como ahora sufre Gamoneda, un hombre auténtico, que nunca buscó una corte, que nada reclamó y a quien el tiempo acabó haciendo justicia.
Hace unos días, un periodista le pide que improvise la necrológica para Benedetti. Y con elegancia ensalza a la persona y disculpa al poeta –pues nadie obliga a amar al uruguayo, por muy difícil que sea evitarlo–. Y entonces el hampa poética azuza a sus perros, buscando el cuello del rebelde: de aquel que no entra en camarillas, que no publica en las editoriales orgánicas, que no se alinea con las nuevas sensibilidades que predique el santón de turno. Y allí saltan a la palestra el secretario de uno, el premiado por sus amigos y el progre exquisito, a expulsar al díscolo del Parnaso. ¿Poetas? Matones de barrio, camorristas de tercera.

lunes, 18 de mayo de 2009

El poder de seducción de Deicidas



Y yo que me creía a salvo, curado ya de espantos, desinfectado, completamente rehabilitado de aquel veneno que en los años ochenta me llegó a enganchar como si no hubiera nada más en el mundo…
Quiero decir que hace ya mucho que ni cresta ni tupé, ni buggies de leopardo ni patillas de hacha; ya no gasto aquella chupa de cuero negro que me sobraba tres tallas, ni me subo los cuellos de la camisa. Nada de poner una y otra vez a los Stray Cats, o de maltratar guitarras. Y de perseguir chicas ya mejor ni hablamos. Se acabó el Trance, el Berlín y el Heste. Que soy [casi] formal, vamos. Que ahora escucho Starry Eyes o a los Jam y hasta me gusta. Con decir que hasta me paro delante de las ópticas y me quedo embobado mirando las gafas de pasta...
Y ahora, precisamente ahora, resulta que les da por volver a los Deicidas. Coño. Manda Trillos.
Pues eso, que me llega el soplo de que van a perpetrar un concierto sorpresa. Y no es en el CCAN, no; es en el MUSAC. El rock como obra de arte, vamos. Vaya cabreo.

Supongo que la culpa es de Mures, claro. Era un tipo con barbita que hacía la radiofórmula en el León de los ochenta, hasta que un día debió de sobrar una hora en la franja nocturna y le emplumaron el marrón de rellenarla. Y al tío no se le ocurrió otra cosa que poner grupos de León, darles vidilla y hasta entrevistarlos. Y allí, entre el genial "No me hagas trabajar papá" de Piñón Fijo y los vanguardismos de Fundición Odessa, los chavales de mi generación nos quedámos a cuadros escuchando a Kike Cardiaco explicar que el sello que había fundado se llamaba PIGS —como "maderos" en inglés—, que no era más que un acróstico tipo DRO, y se suponía que eran "Producciones Independientes de Garaje Sumergido". Toma ya.

Hasta aquí, todo normal. Pero un día Mures presentó el disco de un grupo nuevo. Era un EP de cuatro o cinco canciones y las puso todas. Me hizo algo de gracia cuando hablaban de una tal Dora —pensé inmediatamente en una chica que siempre estaba en casa de mi tío Cuqui, con Martín, un chaval que dibujaba—, pero nada del otro mundo. Luego pincharon un corte que decía algo así como: "si vuelvo la vista atrás, recuerdo que eras trotskista; ahora te va el rollo sudista". Yo miré el parche que tenía en la cazadora vaquera y me quedé un poco cortado. La madre que los parió. Pero entonces llegó una descarga que me dejó en el sitio. Unos guitarrazos cortantes y un vozarrón que berreaba: «¡No puedes, no puedes!». Yo entonces no tenía ni un clavel para discos, así que me pasé dos semanas con los dedos en el rec y el play del radiocassete esperando que volvieran a poner aquella canción: "Poder de seducción".

Ya no puedes escapar
a mi poder de seducción
Ya no puedes volver atrás
has caído en mi prisión.


Sí, sí, claro: no es Góngora. Ni Lennon & McCartney. Es sólo rockandroll, pero me gusta. Pues precisamente eso.

Alguien me contó que aquellos tipos tenían sospechosas conexiones con la banda del Cicuta. Mala prensa, porque poco tiempo antes algún vándalo había destrozado las porterías y medio patio del colegio de La Palomera, y los "Cicutas" habían adquirido proporciones míticas para los chavales del barrio, que mirábamos con preocupación a los mayores que llevaban muñequeras de pinchos y lenguas de los Rolling dibujadas en los vaqueros.
El caso es que yo no vi los primeros conciertos de Deicidas; en aquella época andábamos todos con el leonesismo muy inflamado —y ya se vio para qué nos ha servido, aparte del partido que le sacó Morano— se decía por entonces que el cantante había salido al escenario con un león estampado en la camiseta, así que el público le recibió con una ovación antológica. Pero luego el pavo se dio la vuelta, y resultó que llevaba dibujado un castillo, así que se armó una buena. Lo cierto es que nunca he podido confirmar la historia; todos empiezan diciendo que estaban allí, bueno, ellos no, un amigo. O un amigo de un amigo de alguien que conocieron una vez... En fin, si alguien ha sido testigo que hable ya.

Pero sí que vi su primer gran concierto, en la plaza de las Palomas, en unas fiestas de San Juan y San Pedro en las que a Morano debía de andar buscando el voto juvenil y se lo curraron pero bien. Sobre todo recuerdo que salió el cantante, agarró el micro como si le debiera dinero y bramó: «¡Buenas noches, Zaragoza, somos los Ramones!». Y vaya si eran los Ramones. Y Robert Gordon, y los Clash, y quien les diera la gana. Qué ruido. Qué caña. Y qué pintas. Sobre todo uno, que llevaba escrito "Pájaro" en la guitarra y llevaba gafas de sol. Claro que, entonces, por motivos inexplicables, se veían muchas gafas de sol por las noches —fai un sol de carallo—.

Luego vendría el éxito local con "Cuatreros", el disco de Teloneros, más conciertos, la carretera y demás, pero para mí los Deicidas siempre serán aquellas cuatro notas taladrando mi habitación y el vozarrón de Zapico gritando "No puedes".

Fueron largos años de estudio, de seriedad, de maduración. De abrirse a nuevos sonidos, de superar los prejuicios. Una larga lucha para sobrevivir al rockandroll. Y ahora a estos macarras se les ocurre volver. Pues yo no pienso caer en su poder de seducción. Que yo ya me había borrado de esto, oiga.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Publicado "El método Coué"


Acaba de salir de máquinas mi novela "El método Coué". En un par de días estará en las librerías, pero entre tanto podéis visitar la web del libro, donde se puede ver el impresionante trailer que ha filmado el cineasta José Luis Santos, leer los primeros capítulos del libro o firmar en el libro de visitas. El trailer también se puede ver en Youtube y Metacafe. También se ha abierto una página en Facebook, a la que os invito a uniros.





Y si queréis leer qué dice la editorial sobre la novela, podéis hacerlo en su página.

Estamos preparando algunos actos de presentación, en unos días se concretarán las fechas.

Aprovecho la ocasión para agradeceros a todos el apoyo constante en esta larga aventura de publicar. Gracias por vuestro ánimo, espero que os guste el libro.