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domingo, 25 de noviembre de 2012

Si yo fuera rico


El colega bloguero Cachuco —Juan José Cacho, fotógrafo, informático y un tío muy majo— me acaba de pasar un meme; la cosa consiste en contar qué haría yo con cinco millones de euros.
Cinco millones de euros, nada menos. Lo que en pesetas viene a ser, más o menos... un pastón, vamos.
El caso es que yo ni tengo ni, me temo, tendré nunca tanta pasta, así que me cuesta mucho hacerme a la idea de qué haría.

¿Ha colado? ¿Seguro que no? Desde luego...
Por supuesto que lo que haría, en líneas generales, sería dejar de perder el tiempo en el trabajo y dedicarme a escribir. O, incluso, a no hacer nada, que debe de ser mucho más divertido. Pero lo de hacer algo en concreto con la pasta no quiero ni planteármelo. ¿Que por qué? Ahora lo aclaro.

Yo nunca he tenido un clavel, pero la vez que más cerca estuve de forrarme fue hace unos seis meses. Pasó un domingo por la tarde; estábamos en la casa de mis padres en Santa Colomba de Curueño. El niño y yo, sentados en el sofá, con una quiniela en la mano. Pilar, mis padres y mi hermano Andrés, en la mesa, charlando, a dos metros de nosotros.
Todo iba bien hasta que ponemos la radio; escuchamos los resultados de la jornada de liga, los anotamos en la quiniela y nos quedamos con los ojos como platos, al estilo de los dibujos animados: teníamos acertados nueve resultados, y ningún error. Si el resto de partidos se daban bien, podíamos ganar un dineral, porque habían perdido los grandes y eso siempre hace que haya menos acertantes.
Ante las buenas expectativas, se desató la emoción. Alguien preguntó: «¿y que haríais si os toca un montón de dinero?», y todos empezamos a soñar.
La primera en lanzar las campanas al vuelo fue Pilar:
—Pues yo haría un crucero por todo el mundo para toda la familia.
Nuestro hijo Javierín —que era el que tenía la quiniela en la mano— replicó airado:
—¿Un crucero? ¡Pues qué chorrada! —el tacto no es que sea su fuerte, precisamente—. Mira que tirar el dinero en eso, con lo bien que podrías...
—¿Que podrías qué? —inquirió su madre, mosqueada.
—Pues... ¡comprarte un equipo de fútbol!
Yo ni me di cuenta, pero creo que si las miradas de los demás hubieran tenido rayos X, en ese instante me habrían taladrado. Pero no: lo que yo pensé es que a mí, en realidad, lo de viajar en barco no es que me emocione. Alguna vez me he mareado y todo.
—¡Eso! ¡Nos compramos el Racing! —propuse yo, que de repente rejuvenecí hasta la edad mental de mi hijo, más o menos.
—Bueno, pero primero el viaje, ¿vale? —sugirió Pilar, a la que ya no le estaba gustando demasiado el rumbo de la conversación.
—¿Viajes? Ni hablar, que luego no nos queda dinero para fichajes —sentenció alguien.

Esto último no recuerdo quién lo dijo —ha pasado ya mucho tiempo—, pero no podré olvidar su efecto: desató una furiosa borrasca familiar, con mosqueos por todos los bandos, mi padre y mi hermano interviniendo, el niño y yo fabulando alineaciones invencibles que llevarían los títulos de liga y champions a los Campos de Sport del Sardinero, y mi madre muerta de risa viéndonos repartir los millones como si ya los tuviéramos en la mano.

—Y entonces, ¿a mí no me vais a dejar ni un poquito? —quiso saber Pilar.
—Pero si la quiniela la he hecho yo, ¡hombre! —se negó el niño, que en realidad tenía cierta razón, pero estaba mucho más preocupado por convencerme de que yo podía ser el presidente del equipo y él el delantero centro, que jugaría con Zigic y Munitis, y que teníamos que fichar también a Ronaldinho y Beckham y a no sé cuántos más.

Y en ese momento, cuando más intenso era el jaleo, y más mosqueo tenían Andrés por quedarse sin crucero, mi padre porque no le dejábamos ser presidente y Pilar porque —según ella— éramos dos zoquetes sin pizca de sensibilidad, precisamente entonces al Salamanca se le ocurrió perder en casa, el Valladolid empató y el Atleti sufrió un descalabro. Y así nosotros nos quedamos sin el Racing y Pilar sin su vuelta al mundo. Una injusticia, ¿verdad?

Por eso prefiero no hacer planes sobre lo que haría o no haría con unos cuantos millones: porque, al final, tanto dinero sólo da que problemas. ¿O no?



martes, 14 de julio de 2009

Sinceridad



Hace un par de semanas me llevé a mi hijo a una lectura de poesía. Por el camino me iba preguntando:

—Oye, papá, tú cuando eras un niño, ¿qué querías ser de mayor?
—Pues... futbolista. Futbolista y presidente del gobierno —respondí yo, tirando de una memoria cada vez más escasa.
—¿Y escritor no? —precisó el joven Javier.
—Claro, hombre, escritor también —confirmé, abusando un poco de la verdad, o más bien ignorando la sucesión temporal de los acontecimientos.

Quise saber por qué me lo preguntaba, pero no soltó prenda. Tampoco me quiso contar qué quería ser él de mayor. El caso es que llegamos a la sala, conseguimos un buen sitio y escuchamos al poeta con toda la atención que se puede tener a las ocho y media de la noche.

Y todo siguió su curso habitual, hasta que, a la media hora, mi hijo me dio un codazo, para decirme luego al oído:

—Desde luego, yo ya sé lo que no quiero ser de mayor...
—¿El qué?
—Poeta.
—¿Y eso?
—Pues... porque no se pueden dar estas palizas a la gente, hombre.

domingo, 14 de junio de 2009

¿Los micrófonos provocan prepotencia?



Claro que, quien dice prepotencia, lo mismo dice idiotismo, estupidez, gilipollez supina, qué sé yo... Aunque igual alguno ya se lo traía de casa, quién sabe.

El caso es que estaba viendo el partido -pachanga, más bien- de la selección española (¿a nadie más le suena mal esa telebobada de "la roja"?), y ni se me ocurrió lo de quitar el volumen de la tele. Y así, no pude evitar escuchar al figura que dirigía la retransmisión poner pingando a un defensa neozelandés que acababa de cantar por soleares, propiciando el quinto tanto de los nuestros. Lo más flojo que dijo fue que era un fallo "garrafal". En estas tercia un comentarista (que algo sabrá de júrgol, pues era Amor, aquel de la humorada real del "hay que jugar con mucho amor" de los mundiales estadounidenses) para quitarle hierro al asunto, y el "simpático" reportero, erre que erre, continuó el chorreo con el pobre defensa.

Y es que algo pasa con los microfónos, no sé... Imagino que sea algo radiactivo, o algo así. Una especie de reacción química que encoge las meninges y les provoca severos episodios de verborrea. Algo así como la gorra de plato, o el ejemplo clásico de la tiza y el tonto (para mayor abundamiento sobre el particular, investíguese el ejemplo del tricornio y los extraterrestres).

Lo realmente curioso, en este caso, es la valentía y el arrojo periodístico con que el menda, un tipo que lleva décadas "informando" -o, más exactamente, soltando bilis- sobre el mundo de las pelotitas. Un elemento que se distingue por su verbo encendido y sus acerados dardos, que no se corta un pelo a la hora de sacar los colores a los demás. No es la primera vez que a este distinguido triunfador le pierde la lengua, como cuando hace un año le pillaron "largando" sobre Montes, o sin necesidad de rebuscar mucho, en su eterna "historia de amor" con Clemente.

Pero, ¿qué pasaría si a estos maravillosos profesionales se les midiera con su mismo rasero? Si, por ejemplo, alguien se fija en su acertado comentario cuando, ante un disparo lejano de Riera, cuando afirmó que tenía "una zurda impresionante", y Zapatones, también en la retransmisión, no se quiso callar un "sí, pero le ha dado con la derecha". ¿No estaríamos entonces ante un fallo garrafal del periodista? Y claro, si quisiéramos ser "mediáticos", aprovecharíamos su peculiar fisionomía, y nos podríamos quedar tan anchos sentenciando: "El sapo de telecinco no sabe ni dónde tiene la mano derecha". Claro que, en ese caso, nos pareceríamos demasiado a él. Como si nos hubiéramos acercado a un micrófono. Que ya decía yo que provocan prepotencia. ¿O no?

lunes, 2 de marzo de 2009

Pesadilla de escritor


No sé si son los años de oficio –tanta corrección de pruebas, que te acaba haciendo dudar hasta de las reglas más elementales– o el pánico a que un día se deslice en tu propio texto una de las gordas, y la cacen los lectores, y la crítica te señale con el dedo –y Miñambres te acuse en el Diario de poner faltas, de ser un asno con orejas de asno, de inculto, de iletrado y de matar a Manolete–, y quedes marcado para siempre como el escritorzuelo que ponía vino con be, y ya nunca más puedas salir a la calle sin que te señalen, sin que murmuren las señores, sin que te haga corrillos la chavalería…
El caso es que uno se acaba obsesionando con las erratas, hasta que descubre que al resto del mundo le dan igual. ¿Que no? Pues mira la imagen adjunta. Fue anoche mismo, en lo más "cultural" de la tele: el "Redes" de Punset.
¿Que no lo encuentras? Pues yo soy incapaz de ignorarlo. Me parece que sí, que este trabajo mío me está afectando demasiado. ¿Qué habré hecho yo para merecer esto?

miércoles, 9 de abril de 2008

¿Un mensaje de paz y unidad?


Lamentando las protestas ciudadanas en Londres y París al paso de la antorcha olímpica, al presidente del Comité Olímpico Internacional sólo se le ha ocurrido declarar que «un símbolo de paz y unidad ha sido atacado». Hermosas palabras, tan redondas, tan sonoras... "Paz" y "Unidad". Claro. Claro que sí. "Paz", como la que queda en las calles después de que un ejército cargue sin piedad contra ciudadanos desarmados. "Unidad", como la que tanto adoran en los países ocupados militarmente por vecinos más poderosos. Sí señor, un gran símbolo ése. Aunque, por otro lado, ¿qué iba a decir el presidente del COI cuando le tocan lo más sagrado? Porque para él, como para cualquier particular, lo más sagrado se lleva a la altura del corazón: la cartera, por supuesto.
Le entiendo, cómo no. En su caso, yo también me mosquearía si a una pandilla de antisistemas y neojipis trasnochados les diera por entretenerse apagando la llama que me da de comer —porque los presidentes, a esos niveles, no suelen cobrar sueldos, sino "dietas"; generosas dietas, por cierto, capaces de alimentar a batallones enteros—. Con lo que cuesta traerla desde Grecia, y luego llevarla de Europa a América... que digo yo que la enviarán por internet, porque no va a ser cosa de ir en avión quemando oxígeno, ¿no?
Símbolo de paz y unidad, sí... Qué maravilla. Como la cocacola, que es la chispa de la vida, igualito. La verdad, yo no sé si es que los dirigentes del mundo mundial son unos ingenuos de libro, o si es que están convencidos de que los demás somos todos gilipollas. Porque venir a estas alturas a hablar de símbolos y utopías... en fin.
Puestos a buscar simbolismos, se me ocurre que se podría estudiar el anagrama que utilizan los sucesores de Cubertain, y buscarle tres pies a cada aro.



Para mí que el aro azul va de competitividad. Representa el esfuerzo, el sudor de los atletas, que ejemplifican una característica específicamente humana: el deseo de ganar. Ese "altius, citius, fortius", que en realidad quiere decir ser más rápido que otro, más fuerte, más grande, más rico, más cabrón... En fin, todas esas motivaciones que pueblan la psicología deportiva, que explican los torneos medievales, las peleas en el patio del colegio y hasta el sistema económico capitalista. Lo bonito del deporte, vamos.

El arito negro es un asunto turbio, claro. Me da que lo han puesto ahí para simbolizar los oscuros intereses políticos que se esconden detrás de las Olimpiadas. Un poco al estilo de Laporta y su concepción del fútbol como una forma más de luchar por el independentismo catalán, los Juegos son un escaparate promocional por el que suspiran gobernantes de todo pelaje, ansiosos de chupar cámara a escala planetaria. Y de gratis, prácticamente.

El rojo, el color más vivo y llamativo, debe de estar ahí en homenaje al espectáculo. Porque los Juegos Olímpicos, más que un acontecimiento deportivo, una fiesta de la paz mundial, de la unidad, de los funcionarios de los comités locales y demás zarandajas, son un espectáculo. Espectaculares, sí, pero también un espectáculo como el circo, los fuegos artificiales o las varietés; o sea, un tinglado de entretenimiento que se hace para cobrar la entrada al "respetable".

No podía faltar, evidentemente, el color áureo. Ese doradito que tanto nos recuerda al oro, o a las antiguas rubias más queridas, las pesetas. Y es que el deporte, y especialmente a esos niveles, es un negocio. Un juego en el que todos ganan: Ganan los deportistas. Ganan los entrenadores. Ganan los organizadores. Ganan los jueces. Ganan los políticos. Ganan los reventas. Ganan los vendedores de pipas y refrescos. Ganan las productoras de televisión. Gana los esponsores. Ganan los fabricantes de ropa deportiva. Sólo me queda averiguar qué coño ganan esos espontáneos empeñados en apagar la antorcha.

Para rematar, hay un aro verde. Sólo que en este último el color no es muy importante; nada de esperanza ni chorradas de esas: ése está ahí para recordarnos a todos que hay que pasar por él, que hay que "pasar por el aro". Quieras o no, sea con impuestos directos o indirectos, o simplemente al tomar un colacao —"alimento olímpico oficial"— estás metido en el fregado, colaborando con la causa. Quieras o no.

Y es que a mí me da un poco igual saber si la nandrolona y los esteroides pueden hacernos correr cien metros en nueve segundos, o lo lejos que se puede tirar una piedra cuando te dedicas profesionalmente a ello. Y conste que me gusta verlo por la tele, que me entretiene lo del esfuerzo y la superación y tal, pero para mí el deporte es otra cosa; es jugar al balón en el prado, irse a echar unas canastas con los amigos, saber perder, saber ganar, tomar unas cañas en el tercer tiempo... Cosas que se hacen sin aros, y sin antorchas.

Vamos, que cada vez que oigo el manido tópico del "espíritu olímpico" se me cae el alma a los pies. Por cierto, espero que apaguen esa llama. Y todas las llamas que haga falta. ¿O es que ya no mola un buen boicot?

viernes, 18 de enero de 2008

¿Mala idea o mala praxis?

Quien alguna vez ha hecho entrevistas —y también los habituados a leerlas— sabe perfectamente cómo y en qué medida ciertos detalles pueden influir sobre la imagen pública del entrevistado. Cuando las entrevistas son en directo, como en la radio o en la televisión, se dice que el entrevistador le da "cuerda" al entrevistado, para que se "ahorque" él solito. Y es que no es tan sencillo como parece lo de salir airoso de tales trances. Especialmente, si el periodista se empeña.
Por escrito, ya es otra cosa; se puede pensar mejor la pregunta, matizar la respuesta, volver más tarde a ella si se nos ha quedado —o colado— algo… Y luego está la pequeña cortesía del redactor, que cuando transcribe el discurso a texto suele omitir el "ruido": las pausas innecesarias, las muletillas, los "eeeeeh", los "aaaaaaah" y los "mmmmmm" que se escapan en los momentos de duda, las frases inacabadas o las palabras que omitimos por descuido.
A ningún transcriptor mínimamente serio se le ocurriría, por ejemplo, publicar en las respuestas del entrevistado la pronunciación literal del «para», que últimamente es «pa'» hasta en las mejores familias, o la terminación «-ao» en lugar del normativo «-ado».
Más allá de la cortesía, el diario El País —cuanto todavía era "El Pais"— lo recogía en su Manual de Estilo:

SECCIÓN 6: Entrevistas

1.35. Los defectos de dicción o de construcción idiomática de un entrevistado —por tartamudez, por ser extranjero o causa similar— no deben ser reproducidos. Sólo cabe hacerlo en circunstancias muy excepcionales, más que nada como nota de color, pero siempre que no se ponga en ridículo a esa persona. En todo caso, se preferirá hacer mención de este defecto en la entradilla que ha de preceder a toda entrevista, de la manera más breve y respetuosa posible, a la reiterada insistencia en esa falta.

Y es que no hay necesidad de resaltar los defectos de nadie, que para eso ya suelen bastarse uno mismo. Si el entrevistado no tiene muchas luces o es un tipo colérico, seguro que se traslucirá de sus respuestas, sin necesidad de añadir más leña al fuego afeando su gramática. Aparte de que NADIE está libre de deslizar un error de vez en cuando. Ni mucho menos los periodistas.

Hoy leía una entrevista en la prensa —el furor racinguista de estos días me lleva a la sección de deportes— cuando topé con esta lindeza:


Por si no se lee bien: la periodista Julia del Mar pregunta al entrenador del Racing:

Que unas gradas llenas de El Sardinero corearan tu nombre te emocionaría...
Si claro que me emocionó, como a cualquier persona humana le hubiera emocionado

No estoy seguro de la formación que tendrá el entrenador del Racing, y la verdad es que tampoco me importa demasiado. Lo que sí puedo decir es que se expresa con una corrección, una exactitud y una sintaxis que ya querrían para sí muchos redactores de prensa.

Item más: de lo que estoy casi seguro es de que la entrevistadora sí que tendrá una sólida formación, con título de periodismo incluido. Formación que debería servirle para reconocer un pleonasmo y tener el detalle —baratísimo, no cuesta nada— de, si al hombre se le escapado, recortarle el "humana" y dejarlo en "persona" —que normalmente suelen ya ser "humanas", por lo general—.

Y no vamos a empezar a discutir sobre si hay personas humanas o no, lo mismo que físicas y jurídicas: poner en boca de alguien tal palabro equivale a ponerle encima la etiqueta de «ignorante», y no es de recibo. Lo que me gustaría saber es si la puñalada ha sido a mala idea —un «déjalo ahí, que se joda el muy pringao»— o simplemente ha sido porque la periodista pensó que eso sería de que sí. País...

miércoles, 29 de agosto de 2007

Actualidad a patadas

Al final, como yo sospechaba, resultó imposible «no hablar de Umbral». Escritores...
Pero lo que realmente me fastidia es que el debate generado en los comentarios, sea mucho mejor que mi artículo. Lectores...
Y hoy tocaría no hablar de Puerta, en un retruécano inevitable —puerta y umbral, como bien señala Valen en los comentarios del artículo de ayer—, aunque me temo que será inevitable.

[Para los que leéis estas páginas desde fuera de España: Antonio Puerta es —era— un futbolista del Sevilla, y falleció ayer, tras un infarto durante un partido y varios días de agonía, a los 22 años, apenas un mes antes de que nazca su primer hijo.]

Y es que ayer me despertó mi hijo de mi bien merecida siesta para contarme que el futbolista acababa de fallecer. Y él no es que se lo tomase muy mal —ya se sabe que los niños son mucho más listos que nosotros, y asumen la realidad con la mayor naturalidad—, al menos, no como los sevillanos que salen por la tele llorando por las esquinas, pero algo sí que le afectó. Está en esa edad en la que el fútbol es media vida, y se sabe mejor las plantillas de los equipos que la tabla del siete. Y Puerta, en concreto, era un futbolista llamativo, sobre todo por la pinta: lucía una perilla donjuanesca y una nariz aguileña que le daban aire de espadachín del Siglo de Oro. Además, le habíamos visto la temporada pasada en el Sardinero, apenas a seis metros, disputándose la banda con Pinillos y Scaloni. Hasta teníamos por casa los cromos.
Al niño no se lo dije, pero me imagino la escena si el tal Puerta, en aquel partido, hubiese tenido un encontronazo con algún jugador local, o un mal gesto con la grada: se hubiera coreado el «Puerta muérete», como cada domingo se grita en los campos de fútbol —sí, sí, seguro que Eto'o aprendió el imperativo con ese cántico del público, pues se lo suelen dedicar muy a menudo—. Hoy todo son loas a lo buen chaval que era, claro, pero cuando en algún estadio el público pide la muerte de un rival —como si fuera una plaza de toros, vamos—, no sé si son realmente conscientes de lo que están deseando.




En fin, yo a lo que iba era a otra cosa: a que si alguien se molesta en medir el impacto mediático de la muertes de Puerta, y compararlo con el de Umbral, seguro que podemos sacar conclusiones poco gratificantes. Cierto que el futbolista murió en la flor de la vida y bla bla, bla bla, que no son dimensiones comparables, etcétera etcétera, pero seguro que los ríos de tinta y las horas de televisión del sevillista le dan mil vueltas a las dedicadas al escritor de aquí a Lima —que hubiera dicho yo si tuviera la edad de mi hijo—. ¿Qué importa un premio Cervantes, un millar de columnas y demás zarandajas, frente a un gol en semifinales que vale media Copa de la UEFA? ¿Qué un millón de páginas frente a un regate con la zurda y un centro templado al segundo palo? El único consuelo, eso sí, es que la literatura permanece, pero el fútbol caduca en apenas una jornada.



Y, como apunta Jesús Montoya, el ruido de esta noticia esconde muchas otras, como la subida del pan, o el descenso a los infiernos de Rosa Regás, la "abuela de verano" y menéndez-pelayicida ex-directora de la Biblioteca Nacional. O uno de los descubrimientos más inquietantes del año, que el cunilingus puede producir cáncer. O el rechazo rotundo de los jóvenes españoles a las brillantes ideas del gobierno de incentivar el alquiler, en lugar de lugar de frenar la especulación inmobiliaria. De esa interesante cuestión me gustaría hablar mañana. Si es que no se muere nadie, claro.





lunes, 20 de agosto de 2007

En la boca del lobo


El diario "La Voz de Asturias" ofreció hace unos días esta imagen de la grada del Molinón. Pese a que está en blanco y negro, los dos intrépidos racinguistas del centro de la imagen son Menéndez&Menéndez (el niño y yo, para más señas). Todos los de alrededor son furibundos seguidores del Sporting, a los que no les hizo mucha gracia que el Racing se llevara la copa. En fin, qué se le va a hacer.
Lo curioso es que, entre ocho mil rojiblancos, el fotógrafo encontrara a los dos únicos verdiblancos de la grada. Y el pequeño no vean cómo animaba... Fíjense, si no, en mi cara de susto, que ya me estaba temiendo lo peor.

miércoles, 20 de junio de 2007

Menéndez 1 - Ramos 1


Ya me fastidia eso del espíritu deportivo, del ferplei y el dandismo británico pero, en fin, las cosas como son:
Enhorabuena a los Ramos, que el sábado fueron los reyes de la pista, y han alcanzado el liderato —ex-aequo— de nuestra particular competición.
Al parecer, Jesús y Jesús Ramos dominaron el torneo del sábado, sin dar opción a sus contrincantes, y ganaron el "Olímpico". Dominaron desde el fondo de la pista y también en las subidas a la red, mostrando un juego contundente y una inesperada compenetración.



«No hubo rival», declararon a la conclusión del campeonato.
Y nunca más cierto: los Menéndez (Javier y Javier) no se presentaron, pues una contractura de última hora —verticulosis, se empeñó en diagnosticar alguno— terminó con la mitad del equipo en los ambulatorios del Sardinero, perseguido por una guapísima enfermera obsesionada con bajarle los pantalones... para ponerle una inyección.
Vaya desde aquí nuestras felicitaciones para el equipo Ramos. Y una advertencia: la próxima vez no lo tendrán tan fácil. Las raquetas siguen en todo lo alto.

PS. Felicitaciones también para la mejor tenista de la casa: Patricia Ramos. ¡Y gracias a Begoña por las fotos!

lunes, 18 de junio de 2007

¿Y tú qué has ganado?

Vaya por delante que me gusta el fútbol —y casi todos los deportes—, y que incluso llevo al niño a los Campos de Sport los domingos, y que llevamos un par de años abonados.

Admito también que puedo llegar a animar al equipo, a increpar al árbitro, a sufrir cuando vamos perdiendo y a dar brincos como un potro cuando marca mi equipo.
Me parece muy lógico que te alegres, que celebres la victoria de tu equipo. Comprendo hasta la revancha y la piquilla con los rivales sempiternos. Claro que sí, cómo no.
Aplaudo que se celebre la consecución de un título, que se desate la locura… durante un rato. Porque la euforia es lo que tiene, que dura un ratillo —la derrota, en cambio, esa sí que es duradera: la vas asimilando poco a poco, crece dentro de ti como un cáncer y acaba por paralizarte y controlar tu voluntad—. Ese "subidón", ese cóctel de endorfinas y adrenalina, es efímero: enseguida "baja" y te devuelve a la realidad.
Y luego resulta que, en lo que a celebraciones futboleras se refiere, el personal es capaz de festejar durante horas la consecución de un campeonato, con un nivel eufórico que no sólo no desciende, sino que parece aumentar a medida que pasan las horas.
En los jugadores, es más que comprensible: han triunfado profesionalmente. Cobrarán primas, subirá su caché y su prestigio aumenta. En los directivos, que también parece que jueguen, es la justificación de su labor en los despachos. Incluso la prensa afín puede celebrarlo a lo grande: al día siguiente venderán toda la edición, y ellos también son, prácticamente, "parte" del club.
¿Cómo no entender la emoción de Raúl, dando capotazos en el coso improvisado del Bernabéu, él, que parecía desahuciado hace unos meses, y ahora celebra que le ha arrebatado la liga al eterno rival? ¿Cómo ignorar la alegría de Beckham, que iba a dejar el Madrid —al que llegó para ganar títulos— sin haber ganado ni un llavero en un tiro al blanco?
Justificada también la fiesta en las gradas, cómo no. Incluso el tomar unas copillas y armar algo de jarana después, claro.
Pero esa desmesura, ese regodeo en la victoria, esa avalancha de hinchas… Sin estimulantes artificiales, la verdad, es muy difícil mantener ese ritmo. Que igual no estaban tan, tan, tan emocionados. Que a lo mejor algo de excusa facilona tenía el asunto.
Decían los exageradores profesionales —los periodistas de "a favor"— que un millón de aficionados abarrotaban la plaza de Cibeles. Igual no fueron tantos, pero, aún así, todos esos ¿qué habían ganado? Porque, en el campo, cada domingo, sólo caben unos cien mil. Bien que voceen un rato, que se sientan héroes —como si también hubieran jugado— y algo responsables, por lo que ayuda el apoyo moral a la hora de triangular balón, claro. Vale que cumplamos con los ritos de esta nueva religión, pero, ¿hace falta tanto? ¿Qué hay que demostrar? ¿Qué has ganado tú, que mañana tendrás una resaca de campeonato —liguero, evidentemente—? ¿Era para tanto?
No, no se confundan: no soy anti-madridista. Más bien al contrario. Cierto que este año quería que ganara el Sevilla, porque ya está bien de que el "bipartidismo" controle hasta el deporte, pero hubiera pensado lo mismo si la fiesta hubiese sido en Canaletas: exageran.
¿Por qué? Porque si la algarada nocturna hubiera sido para reclamar vivienda, o que dejen de hundir el estado de bienestar, si hubieran pedido el fin del mileurismo, el control de la inflación, el empleo digno... si se hubiera pedido cualquier cosa que mereciera la pena, allí no habría habido nadie. Para plaudir a los futbolistas, a los cantantes de Operación Triunfo o cualquier millonario siempre hay público.
Para los problemas de verdad, nadie sale a la calle. Sin embargo, para celebrar un gol, hasta el más tonto da saltos. Así nos luce el pelo, claro.

PS. Resultó curioso ver la profusión de banderas españolas, una forma de reivindicarse como el equipo de España. En las antípodas de lo que sucede cuando clubes periféricos —olvidando el respeto debido a sus seguidores del resto del país— utilizan las victorias deportivas para jugar al nacionalismo.

viernes, 15 de junio de 2007

Escritor a sueldo


Lo cierto es que iba a titular a este artículo "Tetas" —y enseguida verán por qué—, porque lo hoy tengo que contarles es ciertamente estrambótico.
Resulta que hace tres días apareció por la facultad un "amigo", cuyo nombre pienso mantener en el anonimato —tranquilo, V., que no se enterará nadie—, y me hizo una sugerencia muy extraña:

—Tienes que escribir un artículo sobre tetas.
—¿Tetas? —respondí yo, inmediatamente movido por un resorte atávico que guardamos los machos en el lugar donde deberían estar las neuronas—. Bueno, el tema no está mal: suele ser redondo, habitualmente. Pero ando algo falto de material gráfico, y eso de escribir sin ilustración… no sé, como que no me inspira. ¿Me traerías tú a la modelo?
—No, no, quiero que escribas sobre las tías que tienen muchas tetas.
—¿Muchas? —inquirí, intrigado— ¿Es que ya no vienen de dos en dos, como toda la vida?
—Vete a la mierda, hombre...

Yo pensaba que se refería a que escribiera alguna picardía, al estilo de los «Senos» de Gómez de la Serna o los «Coños» de Prada, pero no. Va mi amigo Anónimo y me suelta que tengo que tengo que decir que las tías con los pechos grandes son más abiertas, y las que tiran a planas son inseguras y amargadas. Ahí es nada.

—Es que es para joder a una tía —se justificó el tío.
—¿Y eso no lo harías mejor en persona? Vamos, digo yo...

Todavía estoy alucinando, la verdad. Espero que la "tía" a la que nuestro "Anónimo" quería joder no se deje, y que lea esto: «No le hagas ni puto caso» —y disculpas por mi lenguaje cuartelero—.
El caso es que mi amigo se fue algo mosqueado —aunque creo que se le pase, porque a veces es buen chaval; a veces...—, sin comprender por qué yo no quería cumplir con su encargo.
Para empezar, porque no comparto su opinión. Por supuesto que me encantan los senos, aunque no creo que su encanto radique, precisamente, en el diámetro. Normalmente, está en lo que llevan pegado detrás, que suele ser una mujer —aunque con tanto avance de la cirugía, nunca se sabe—. A mí, personalmente, me gustan más otras zonas anatómicas, pero los pechos creo que son interesantes por sí mismo, sin entrar en calibres. Depende de cada caso: hay cuerpos de escándalo a los que les sientan muy bien los pechos poco pronunciados, y mujeres cuyo único atractivo físico radica en que sus prominencias entren en la habitación un buen rato antes que ellas. Sin embargo, los senos excesivos tienen una incorregible tendencia a sufrir los efectos de la gravedad, lo que resulta muy contraproducente. Por eso, a la larga, un busto menos escandaloso puede ser infinitamente más atractivo. Yo creo que es una cuestión de armonía, de proporciones, de belleza de las formas. Y todo eso, antes de que la chica haya abierto la boca, que es, de largo, el órgano más sensual que puede tener.
Lo que, desde luego, no es de recibo, es el asunto de las prótesis. Será por influencia de los medios y sus cánones de belleza —tan imposibles como inexistentes—, o por cualquier tontería que les hayan contado, pero yo no le encuentro ninguna lógica a jugarse la vida —y palmar medio kilo, de paso— para ponerse un par de balones de reglamento debajo de la blusa, e ir por la vida haciendo el ridículo. Pero bueno, ellas sabrán, que seguro que el cambio les habrá arreglado el futuro, aunque les arruine la espalda.

Y otro motivo para no escribir ese texto —y no menos importante—, es que resulta que yo no soy un "escritor a sueldo". Ni aunque me pague diez botellas de Desperados o me financie una edición de la novela en tapa dura. Ni hablar. "Padrinos" así no me hacen falta.
No se puede escribir de encargo, cuando uno te da la letra y te dice: «ahora, ponle música». Bueno, técnicamente, es posible; es como redactar un examen o firmar un pagaré. Pero eso no es "escribir". No. Al menos, no "escribir" como yo quiero.
Si escribes, hazlo de verdad. Si quieres que te lean, cuenta algo que merezca la pena. Y empieza por creértelo tú mismo. Si no, ¿qué sentido tiene?
No es que me niegue a que me paguen por escribir —en ese pecado ya he caído tantas veces…—, sino a que me dicten lo que tengo que contar. Ya he sido periodista, y creánme que no es grato tener que "poner la cama", que es lo que sucede cuando tienes que seguir una línea editorial. Lo que sucede cuando, en vez de pagarte, te compran.
¿Qué diferencia habría entre un pistolero y un escritor a sueldo? Uno te dispara balas y otro palabras, pero los dos obedecen a un "capo", que lo que quiere es matarte, sea física o moralmente. Lo siento, pero no. Me temo que yo tengo la máquina de escribir descargada.

Así que no voy a escribir ese artículo, ¿está claro? Que no, Anónimo, que no. No puedo escribir lo que querías.
Y, además, sospecho que lo que te pasa es que algo te atormenta, que tienes algún complejo. ¿No será que la tienes pequeña? Va a ser eso, seguro.

martes, 5 de junio de 2007

Motorista de agua dulce

Ángeles del Infierno chamuscados. Eso me dice el amigo José Ángel Luna cuando me envía esta foto por correo electrónico. Él es el que no sale en la foto —cosas de querer hacerse el Mapplethorpe con el móvil—, y no hubo manera de que posara. Pero como se acaba de comprar la moto, no perdió ocasión de inmortalizarla, y pillarme a mí de rebote.
El domingo, a primera hora, nos dimos una vuelta hasta Beranga, en plan Marlon Brando en "Salvaje", sólo que no rompimos nada; ni siquiera pusimos cara de malos ni aceleramos en los pasos de cebra para asustar a las viejecitas.
No, el "salvajismo" lo reserva José Ángel para el frontón, donde dos veces por semana demuestra que no es bueno interponerse en el camino de una bola cuando él acaba de golpearla. Y lamento decir que lo sé por experiencia propia.
Aunque también tiene un lado sensible, como aquel día que nos llamaron para jugar al pádel y todo eran parejas mixtas. Al señor Luna y a mí nos tocó jugar juntos, y no se mosqueó demasiado cuando le dije: "Vale, pero tú haces de chica". O igual sí, y de ahí vino lo del pelotazo la semana siguiente, quién sabe.
En fin, a ver si otro día se despista y le saco la foto yo.
Por cierto que esta es la única fotografía que tengo de mi moto. De mi moto nueva, porque todavía estoy llorando por la que me guindaron el año pasado; y de esa sí que no conservo ni una imagen. Facturas, todo lo más. En fin, mi moto nueva, ahora os cuento.
Es una kawasaki azul. Yo siempre las he llamado "choper", pero ahora parece que da más tono decir "custom". Bueno, es una de esas tipo harley. Yo prefería las vespas, pero a Pilar siempre le han ido más las motos más macarras, y al final decidió el niño: "Esta", dijo señalándola después de dar vueltas por todos los concesionarios de la ciudad.
A mí me preocupa el asunto de las marchas; antes tenía una Runner de 125, automática, que era un escúter nervioso de dos tiempos con el que estaba encantado —espero, a propósito, que al mamón que me la robó le esté dando todos los disgustos que a mí no me dio—. Sin embargo, debo reconocer que Pilar tenía razón: no hay comparación entre conducir una moto de verdad y un ciclomotor. La rueda grande, el motor tranquilo, la estabilidad, el control total... Como me dice José Ángel, parece que estás en el sofá de casa.
Yo quería una de poco consumo, y manejable en la ciudad, porque en Santander —que está la mitad cuesta arriba, y la otra mitad cuesta abajo— es imposible moverse en coche, y mucho menos aparcar, y la facultad me cae bastante lejos de casa; de ir andando, como en León, olvídate. Y con el autobús, tendría que hacer transbordo en Piquío, y madrugar todavía más, que es una de las muchas virtudes con las que no me adornó la naturaleza.
Por eso, es una moto muy pequeña, y apenas levanta del suelo. El guasón de Óscar me preguntó al verla si era de esas que, al anunciarlas en la tele, pone al lado: "más de 5.000 ptas". Ganas de incordiar; es que aún no se ha enterado de que ahora se usan los euros y las pesetas no valen nada.
Y al bueno de Jesús Ramos —que tiene un "maxiscooter", o sea, una barcaza de esas que usan ahora los ejecutivos para hacerse los interesantes—, le he pillado ya un par de veces mirando de reojo mi Kawa, como pensando que igual le pegaba más una burra como la mía.
Lo que aún no he hecho —y acaba de cumplir un año— es bautizar a la moto. Ya, ya, suena un poco raro, pero en mi casa es costumbre darle nombre a los vehículos. Mi primer coche, por ejemplo, se llamaba Gerónimo. Y éramos de la misma quinta: los dos teníamos dieciocho años.
Bueno, pues eso, que se aceptan sugerencias para ponerle nombre a la "kawa".

lunes, 28 de mayo de 2007

La paja en el ojo

La prensa deportiva es siempre motivo de regocijo: si ha ganado tu equipo, saboreas el triunfo —aunque sea de segunda mano y por persona interpuesta, claro—; pero, si no ha ganado, nunca faltan motivos de alegría. Porque estos diarios, siempre dispuestos a divertir al lector, no dejan pasar ninguna oportunidad de incluir algún guiño cómplice a sus lectores.

Queridos plumíferos del deporte: gracias. ¡Y es que hay que ver cuánto nos hacen reir! Vean, si no, lo que publica hoy el diario As (firmado, eso sí, por un fulano que se hace llamar "Efe", así, en plan misterioso, en lugar de las habituales —e intachables— firmas de R. Silva y J. del Olmo):

Alejados ya del sueño de la UEFA, el Racing saltó al terreno de juego con un equipo inédito en el que sobresalía el cambio en la portería, donde Calatayud sustituía a Toño. Además, Cristian Álvarez y Oriol suplían en defensa a los lesionados Pinillos y Garay, repetiendo Melo alante con Zigic, por la sanción de Munitis.
¡Felicidades, "F"! Esas incursiones de lo popular en el discurso formal siempre producen efectos muy humorísticos. Tanto, que crean escuela. Vean lo que publicaba también (hasta que desapareció, curiosamente) El Mundo Deportivo:

... Además, Cristian Álvarez y Oriol suplían en defensa a los lesionados Pinillos y Garay, repetiendo Melo alante con Zigic, por la sanción de Munitis. ...

Pero lo más curioso aparecía un poco más adelante, en el mismo artículo, cuando el propio "F" cuestionaba las aptitudes futbolísticas de los jugadores de un partido:

Y, a partir de ahí, si en la primera parte se había visto poco fútbol, en lo que quedaba de partido sólo la vestimenta de los jugadores y la forma del terreno de juego permitía saber a qué se estaba jugando en Santander.

¡Cuánta razón tiene este hombre! Y es que ya no hay ni profesionalidad, ni nada. ¿Qué sería de nosotros si todo el mundo desempeñara un trabajo para el que no está preparado? Hay que ver qué bien lo hace usted, eso de criticar.

Ah, por cierto, señor redactor anónimo de la agencia EFE, la Real Academia Española tiene un mensaje para usted:

Aviso

La palabra alante no está en el Diccionario.

lunes, 21 de mayo de 2007

Artículos a la carta

Si nos ponemos a teorizar —que nadie se asuste, que serán sólo un par de líneas—, resulta que esto de escribir en un blog no es exactamente igual que hacer artículos, digamos, "tradicionales", de los que se publican en un periódico o similar. Tú lo entregas en la redacción, o lo mandas por correo electrónico, y no te dan ni las gracias. Lo sacan cuando les parece, sin avisar, y luego, como única reacción de los lectores puedes, si cuadra, recibir un par de palmetazos en la espalda de amigos y conocidos cuando te los encuentras en la cola de la panadería o tomando cañas por ahí.
Y sabes que te leen porque, en ocasiones, algún ciudadano envía una carta airada al director, protestando por que si esta juventud no tiene respeto por nada, que si a dónde vamos a ir a parar, que si tal, que si cual...
En el peor de los casos, cuando hay alguien a quien no le gusta nada de nada lo que has escrito, te puede llegar hasta una carta del juzgado, y entonces sí que compruebas los efectos de lo que escribes, y con qué cuidado y atención puede llegar a leerse tu obra.
Pero, generalmente, después de publicar un texto sólo hay silencio. Esa es quizá la gran novedad de los blogs, la posibilidad de interactuar con quien te lea. No se trata solamente de que, a través de los comentarios, el lector pueda opinar sobre el artículo, sino que va más allá: el lector, con su aportación, también compone una parte del texto, se convierte en un nuevo autor. Y el escritor, al enfrentarse a los comentarios, cambia de rol para ser a su vez un lector.
Y todo este largo rodeo, ¿para qué?, os preguntaréis. La cuestión es que me he dado cuenta de que utilizo muy poco las posibilidades de este medio, su interactividad, y me estoy haciendo algo conformista, de tanto mirarme el ombligo y cascar aquí artículos como si los enviara a una tribuna del Adelanto Bañezano.
Algunos amigos ya me habéis hecho llegar opiniones: que si los artículos son demasiado largos, muy banales, que si hablo mucho de deportes, que si ya me vale con las ilustraciones de los tangas y ligueros. Bueno, pues que sepáis que os he escuchado atentamente. Y que, como siempre, haré lo que me dé la gana.
La propuesta de participación es otra: se trata de que me ayudéis a elegir el siguiente artículo, que publicaré al final de esta semana. No, no, que nadie se inquiete: aún no se me han acabado las ideas. Pero tengo cuatro propuestas y me gustaría saber qué preferiríais leer. Son estas:
Opción A. La máquina del tiempo
Mi amigo Gonzalo Martínez Camino, que es un filólogo y por eso le gustan los tópicos literarios, me comentaba hace unos días cómo le gustaría poder volver atrás en el tiempo, sin recuerdos pero conservando su experiencia, y rehacer su vida.
Opción B. Guerra de sexos
Últimamente rondan por la tele unos anuncios horribles que invitan a la lucha de sexos (ésos de «Nosotras conducimos mucho mejor»). Claro que eso es sólo la apariencia: lo que en realidad buscan es sacarte la pasta vendiéndote un seguro. Porque hoy día la guerra de sexos no está en quién conduce, sino en decidir a quién le toca planchar y a quién pasar el aspirador.
Opción C. Nombres con estilo
Los pirados de la escritura siempre andamos buscando nombres idóneos para los personajes de ficción. Yo mismo, sin ir más lejos, cada vez que me topo con un nombre o apellido curioso lo anoto inmediatamente. Por ejemplo, hay un profesor universitario que se llama A. R. Dapena. Lo que no sé es si es un tipo cuya desgracia te conmueve, o tan desgraciao que lo que da pena —así, con pitorreo castizo— es aguantar sus clases.
Opción D. La agonía del periodismo
Contar "lo que pasa en la calle", que diría el poeta, es un oficio cada vez más lastimero. La subjetividad, el mal de moda en la época, se extiende hasta los sucedáneos del periodismo como la prensa deportiva o los cotillas del colorín —colorín rosa, claro, que aquí el amarillismo se lo reservan los tabloides de postín—. La última moda, en debates y demás saraos, es sustituir al analista imparcial por dos apasionados voceros de cada una de las opiniones en conflicto.
Opción E. Historias de un escritor
¿Por qué este blog se llama así? ¿Qué es eso de "ser nadie"? ¿Cómo se puede tener tanta cara, vender el cómo ser nadie y, de paso, pretender hacerse un hueco en las lecturas de tan honrados contribuyentes? Casi, casi todo lo que siempre quiso saber sobre este humilde juntaletras, y los motivos que le llevan a pasarse las tardes aporreando el teclado en lugar de jugar al mus con los amigotes o enseñar a su pequeño los secretos de la vida.
Opción F. Perversiones on-line
Esto de internet ye el fin de los tiempos: no hay más que salidos por todos lados. Y lo malo es que le ponen cada nombrecito a las cosas... En este artículo trataremos de explicar —espero que con más señales que pelos— qué son esas cosas tan raras como Bondage, Blowjob, Backdoor, etc. ¿Que no lo habías oído nunca? ¿Que tú de eso no...? Ya, ya. Lo que tú digas, fíu.
Pues bien, os convido a elegir uno de estos artículos —que aún están a medio hacer—, y yo publicaré el más votado. Para ello podéis votar en la encuesta que aparece aquí debajo. Y si hay alguna otra propuesta podéis proponerla en los comentarios.

jueves, 10 de mayo de 2007

Queremos tanto a Zigic

Según una estadística que acabo de inventarme, diez de cada nueve pensamientos de un niño de primaria tratan de fútbol. Y, si no lo creen, hagan la prueba: intenten explicarle algo sencillo, como dividir con llevadas, los afluentes del Duero o la Ley d’Hont, y ya verán el caso que les hace. Prueben, en cambio, con los ciclos de tarjetas amarillas, el sistema de la Liga de Campeones o las posibles variaciones en la clasificación según el resultado de la jornada, y se quedarán sorprendidos. Incluso conceptos como el fuera de juego, tan misteriosos para algunos, no tienen secretos para un crío de ocho años con fiebre futbolera.
En mi casa, la epidemia empezó la temporada pasada, y claro, al final, yo también acabé contagiado. Aquel año sufrimos mucho, y aprendimos lo que es malvivir en la parte baja de la tabla. Este verano, sin embargo, había buenos augurios: el equipo se “cantabrizaba”, repescando a jugadores locales con experiencia contrastada en la primera división, un entrenador sin experiencia pero muy prometedor y, sobre todo, Munitis, una fuerza de la naturaleza capaz de revolucionar césped y grada. Pero las cosas empezaron fatal: en cinco jornadas, ya estábamos prácticamente en segunda. Hasta que llegó Zigic.
Nicola Zigic, serbio, veinticinco años, delantero centro del Estrella Roja… y 2.02 de altura. Parecía más un fichaje para el Lobos, y aunque había jugado el Mundial y era titular en la selección, quien más, quien menos se temía que sería un tronco incapaz de moverse con el balón en los pies —por supuesto, que el seleccionador de Serbia fuera Javier Clemente no ayudaba, precisamente—. Pues no: contra todo pronóstico, el Racing se convertiría en uno de los mejores equipos de la Liga.
Durante un par de semanas, el niño y yo no hablábamos más que del Racing: que si Garay, que si Scaloni, que si hay que ganar en Bilbao… Pilar estuvo a punto de mandarnos a dormir al Sardinero, porque ya se sabía de memoria la plantilla. Pero el joven Javier estaba deslumbrado por Zigic, y todo su afán era conseguir una foto con él.
La cuestión es que el jugador no hablaba aún español, y su madre y yo, la verdad, no teníamos mucha idea de cómo actúan los fans a la caza del ídolo.
Después de darle muchas vueltas, se me ocurrió que lo mejor, ya que no pensaba aprender serbio, era hacer un cartelito con una frase en su idioma, pidiéndole una foto. Pero claro, ¿quién sabe lenguas balcánicas aquí en Santander? Menos mal que, hace tres décadas, los militares, queriendo controlar el mundo, se equivocaron e inventaron Internet.
Mi salvadora se llamaba Larisa Zlatic. Una lingüista serbia, afincada en los Estados Unidos, que se dedica a la traducción. Y, además, una mujer encantadora… a la que yo no conocía de nada. Y yo, que soy de natural tímido —aunque nadie me crea—, le eché un montón de morro y la escribí. Y funcionó.
Aquella misma tarde, la atentísima Larisa me regaló un «Сликајте се са мном, Nikola! Хвала», que viene a querer decir «Take a Picture with me, Nikola!» —porque nos habíamos carteado en inglés, claro—. Así que sólo quedaba imprimir el cartel y cazar al pequeño Nicolás.

Javi Marqués con el cartel impronunciable

Al día siguiente, Pilar y el niño fueron al entrenamiento del Racing, y allí estaba el futbolista. El nene se acercó con el cartel desplegado y parece ser que al jugador hasta le dio la risa. Pero Javi, de pronto, se bloqueó. Y, como llevaba en la mano un cromo del serbio —último fichaje número 47, bastante complicado de conseguir, por cierto—, se lo extendió para que se lo firmase, y luego se dio la vuelta con el cromo y sin la foto.

El segundo intento fue dos días después; Radio Nacional organizaba un acto al que acudía toda la plantilla, y allí nos presentamos el niño y yo. El pobre, con el berrinche por la oportunidad perdida, llevaba dos días apesadumbrado, pero nada más ver a los jugadores recuperó el brío. Atrincherado entre los corresponsales, se le salían los ojos de sus órbitas mientras escuchaba a Los Carabelas cantar su “Racing, Racing, Racing campeón”. Y aguantó estoicamente los discursos: director de RNE, presidentes de Cantabria y del Real Racing Club, entrenador, y Vitolo, uno de los futbolistas, que recibía un premio por su entrega en el campo, el “Trofeo Chisco” al pundonor, que diría Prats. Todos, hasta el propio Chisco —un histórico del primer Racing—, glosaron las virtudes del canario Victor Aniño, “Vitolo”, el jugador más querido por la grada en la pasada temporada.
Enseguida nos “cazó” Alberto Aparicio, el Jefe de Prensa; nos debió de ver la cara de pardillos, y se llevó de la mano al niño hasta donde estaba Zigic. El nene, esta vez sí, desplegó el cartel y el futbolista sonrió, levantó el pulgar y posó junto al pequeño, que a su lado parecía todavía más pequeño. Por fin teníamos la foto.

Javi M. Marqués con Nicola Zigic
—Bueno, estarás satisfecho, ¿no? —le pregunté ya en la moto, mientras nos poníamos los cascos—; ya lo has conseguido. Ya tienes una foto con tu ídolo.
—Sí, bueno… —remoloneó—. Pero, ¿sabes qué?
—¿Qué? —dije yo, casi sin querer.
—Que ahora mi jugador favorito es Vitolo.

jueves, 3 de mayo de 2007

Más baloncesto


Ayer, por fin, me acordé de que las cámaras de fotos usan una cosa llamada batería, y que hay que cargarla de vez en cuando, así que por fin tenemos la foto de equipo. De pie, de izquierda a derecha, están Alberto Díaz, Hugo, Diego, Óscar, Recio y Alberto Romón. Rodilla en tierra: Anselmo, David, yo, Fernando y Dani. Les pusimos falta a Toño, Jorge y Víctor.

Ahora que está casi terminada la temporada regular nos ha llegado un nuevo fichaje, Anselmo; bienvenido sea.

El partidillo de ayer lo jugamos Alberto R., Óscar, Diego, Recio y yo contra contra Alberto D., Hugo, David, Anselmo y Dani; el inefable doctor Martín jugó un rato con cada equipo (lo que le agradecimos bastante. Al final, en el enfrentamiento entre estilistas (Diego estuvo infalible, y Alberto Romón se destapó como un inesperado triplista) y correosos se saldó con victoria de los nuestros. A destacar los contraataques de Recio y de David, que dieron la vuelta al cuentakilómetros, y el trabajo de Oscarón en la pintura, frenando a Alberto Díaz.

En lo personal, esta vez no me pegó Óscar; supongo que porque estábamos en el mismo equipo.

Y como siempre, mucho cachondeo en los vestuarios y, luego, tercer tiempo en el Santander Antiguo.






Bueno, las fotos de las duchas y tal las guardaremos para el calendario, que de algún modo habrá que financiar las camisetas.

jueves, 26 de abril de 2007

I love this game


Como si fuera una más de las leyes de Murphy, recuerdo que de chavales, en el instituto, todos dábamos por cierto un teorema no escrito, que aseguraba que, cuando no tienes pareja, nadie te hace ni caso, pero que en cuanto te echas novia, te salen ligues por todas partes (con la particularidad de que, si picas y aceptas alguna de las "ofertas" que te surjan, volverás otra vez al principio del proceso). Yo que no sé si aquella idea tenía base científica o era una simple teoría implícita, pero lo cierto es que, cada vez que tienes un buen plan siempre aparece una alternativa a considerar.
Este curso me he visto en la disyuntiva de elegir qué hacer los miércoles por la tarde. No es que me faltaran líos en los que meterme, más bien al contrario, pero resulta que el Aula de Letras de la universidad en la que trabajo ha programado un ciclo sobre poesía experimental, con talleres y conferencias de lo más recomendable, y la mayoría de los actos caen en miércoles. En miércoles por la tarde.
Y este curso, también, hemos retomado la "temporada regular" de baloncesto de la UC tras un año de sequía. Después de mucho dar la lata, Alberto, Óscar y yo hemos conseguido reunir a unos cuantos amigos para poder jugar un partidillo semanal. La base está en el Servicio de Informática de la UC (que resulta que no son tan "geeks" como podría deducirse de su oficio; bueno, o igual sí), aunque tenemos algún elemento de la Seguridad Social y hasta de La Bañeza.
¿Y qué día jugamos el "partido de las estrellas"? Pues los miércoles por la tarde, claro.

Poetas del mundo, perdonadme; yo iría con mucho gusto a todas las lecturas, conferencias y demás, pero sólo soy un pobre mortal, presa fácil para las tentaciones mundanas.
Por eso me paso los miércoles en el pabellón con Alberto ("déjame tirar un triple") Romón, Alberto Diez ("la mole"), Diego ("falla alguna ya, hombre"), Hugo "Iceman" Cortiguera, Toño "Yonosoybase", "Speedy" Recio, David ("no veo nada"), Sergio "Capitán Garfio" Romón, Dani ("El incansable") y Jorge ("No podemos jugar una hora más tarde") Pérez, más algún otro que sin querer se me olvida [para la próxima semana prometo foto de equipo, si es que no me vuelvo a olvidar de recargar la batería de la cámara).

Ah, sí, se me quedaba alguien. Al pequeñín de la foto le llaman Oscarón, aunque a veces también le llamamos cosas peores. Sobre todo yo, que llevo dos semanas bajo su estrecho marcaje, y ya tengo más cardenales que un cónclave. Menos mal que ayer, para rematar la victoria del equipo negro, conseguí delante de él una canasta inverosímil (y eso que los Harlem Globbe Trotters no vienen a Santander hasta el sábado). Menos mal, también, que no había cámaras para registrar el lanzamiento, ejemplo paradigmático de cómo no se debe lanzar nunca a canasta.

En fin, a quien corresponda: por favor, no programen actos interesantes los miércoles. No me hagan elegir, ahora que tengo plan.

domingo, 22 de abril de 2007

Menéndez 1 - Ramos 0

Ayer se disputó el torneo del Club de Tenis Calasanz, en el que el pequeño Menéndez (alias "Marqués de Mantua") consiguió pasar la primera ronda. El joven Ramos, no. Esto arroja un resultado global en este 2007 de 1 a 0, a favor de los Menéndez.

Y vamos calentando motores, porque en breve:

Las raquetas ya están en todo lo alto.