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jueves, 10 de abril de 2008

Zumo de coca


Hace ya algunas semanas oí de refilón una noticia curiosa, algo de que habían encontrado coca en un zumo de frutas. La cosa tenía su interés, pero, como estaba de vacaciones —benditos días aquellos—, no le presté mucha atención. Aún así, el asunto se me debió de quedar atascado en alguna neurona, porque estos días lo recordé espontáneamente, y al final acabé por encontrarle la gracia.
Y es que lo del zumo adulterado me recordaba mucho, pero mucho, mucho, a la leyenda urbana de mi infancia sobre los caramelos con droga que se supone que se repartían a la puerta de los colegios. Claro que a nosotros, como íbamos a un cole pobretón, allá en La Palomera, nunca nos trajeron nada; ni siquiera vino Gurruchaga con su abrigo gris a repartir golosinas, a Dios gracias. Bueno, que me lío; sigo.

La cosa es que en Andalucía se produjeron algunos casos de intoxicación después de tomar un zumo tropical, y cuando la policía se puso a investigar el asunto, resultó que la bebida, aparte de los ingredientes declarados, llevaba cocaína como para encalar un par de paredes.
¿Cocaína en un zumo de frutas? ¡Coño! ¡Eso sí que es hacer promoción a lo grande! Y encima gratis, con riadas de tinta en la prensa y mención en todos los telediarios y partes radiofónicos. Porque, visto el panorama de consumo de estupefacientes en Expaña, la cosa suena a negocio a lo grande. Ya me extrañaba a mí que los chavales de la facultad siempre pidan "biofrutas tropical" en la cafetería del campus, con lo asqueroso que debe de saber…

Pero, volviendo a la noticia noticiosa, ¿qué coños es eso del noni? Por lo menos tendrá alcohol o algo, ¿no? Pues qué va… El caso es que, después de brujulear un rato, encontré por ahí un panegírico con las bondades del susodicho néctar. Voilà:

Algunos de los problemas para los que tomar Noni puede ayudar.

El Zumo de Noni es de un color marrón-rojizo y procede de la fruta del árbol Morinda Citrifolia. Ha sido utilizado miles de años por los "chamanes" polinesios y aún se usa como fuente primaria de medicina alternativa para ayudar en condiciones tales como:

* Dolor
* Inflamación
* Quemaduras
* Alteraciones de la piel
* Lombrices
* Náuseas
* Intoxicación alimenticia
* Fiebres
* Problemas Menstruales, de Colon
* Mordeduras de insectos, animales, etc.

Recuerda a algo, ¿verdad? En concreto, a esos elixires maravillosos que venden los charlatanes de feria, y que lo mismo sirven de crecepelo que para quitar el mal de amores. Claro que se les ha olvidado la propiedad más importante, vista la composición que los ceeseís de la Benemérita le han encontrado: la de colocarse. Vamos, que curar no se sabe si cura, pero si te pone como una moto, ¿qué más da? Visto así, no me extraña que los chamanes polinesios le peguen al noni desde tiempos ancestrales; ¿o es que alguien ha visto alguna vez a un chamán tonto? Colgado sí, pero tonto…

Aunque, analizándolo seriamente, algo no cuadra; y es que no puede ser un buen negocio. Según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga (Onudd), conseguir un gramo de coca en España sale por 14,92 €, riesgos aparte. Y la botellita de marras se vende a 42 dólares de vellón. Vale que el dólar está por los suelos y tal, pero si entre portes, distribuidores, mayoristas y tasas fiscales se comen al menos un 65% del p.v.p., y la papelina de coca anda por los 15 eurípides, no salen las cuentas. Vamos, que mucho, mucho... no va poder colocar.

Vamos, que me da que la cosa fue una falsa alarma, y que los aficionados al género van a tener que seguir machacándose el tabique y financiando los imperios colombianos, en vez de apañarse con un chupito polinesio. Y es que no podía ser ni tan sencillo, ni tan barato. Como lo de las drogas a la puerta del colegio, vamos. Que igual alguna vez puede que hasta incluso algo hubiera, pero que de repartirlas a espuertas nasti de plasti. ¡Menudas colas que habría habido entonces en la entrada de los colegios de los ochenta! Vamos, que ni novillos iba a hacer algunos. Porque si ahora sale Pocholo en la tele avisando («No te metas en las drogas. Ya hay mucha gente dentro... ¡y no hay para todos!»), en los años dorados ya corría el rumor —no confirmado— de que no sé quién de Extremoduro había puesto un cartel en su casa que decía: «Si dejas las drogas... déjalas aquí». O sea, que como para andar regalándolas por ahí, o metiéndolas de gratis en zumitos tropicales. Anda ya.

Pero el caso es que a mí todo esto me ha dejado escamado. Porque, vista la estrategia comercial del zumo de noni, los consumidores del tema son los naturistas y demás interesados en la vida sana y las terapias alternativas. Vamos, que presentan al noni más o menos como se presentó hace dos décadas al áloe, una panacea universal; algo conozco el paño, pues mi madre es una firme defensora de las virtudes de la planta.
Y me da por pensar si al áloe, como en su día a la cocacola, y sobre todo a la cocacola de las chicas que llegaban luego "mareadas" a casa, no les echarían algo... Porque tanto éxito del cactus ése es bastante sospechoso. Mamá, ¿no tendrás nada que contarme, no?

miércoles, 9 de abril de 2008

¿Un mensaje de paz y unidad?


Lamentando las protestas ciudadanas en Londres y París al paso de la antorcha olímpica, al presidente del Comité Olímpico Internacional sólo se le ha ocurrido declarar que «un símbolo de paz y unidad ha sido atacado». Hermosas palabras, tan redondas, tan sonoras... "Paz" y "Unidad". Claro. Claro que sí. "Paz", como la que queda en las calles después de que un ejército cargue sin piedad contra ciudadanos desarmados. "Unidad", como la que tanto adoran en los países ocupados militarmente por vecinos más poderosos. Sí señor, un gran símbolo ése. Aunque, por otro lado, ¿qué iba a decir el presidente del COI cuando le tocan lo más sagrado? Porque para él, como para cualquier particular, lo más sagrado se lleva a la altura del corazón: la cartera, por supuesto.
Le entiendo, cómo no. En su caso, yo también me mosquearía si a una pandilla de antisistemas y neojipis trasnochados les diera por entretenerse apagando la llama que me da de comer —porque los presidentes, a esos niveles, no suelen cobrar sueldos, sino "dietas"; generosas dietas, por cierto, capaces de alimentar a batallones enteros—. Con lo que cuesta traerla desde Grecia, y luego llevarla de Europa a América... que digo yo que la enviarán por internet, porque no va a ser cosa de ir en avión quemando oxígeno, ¿no?
Símbolo de paz y unidad, sí... Qué maravilla. Como la cocacola, que es la chispa de la vida, igualito. La verdad, yo no sé si es que los dirigentes del mundo mundial son unos ingenuos de libro, o si es que están convencidos de que los demás somos todos gilipollas. Porque venir a estas alturas a hablar de símbolos y utopías... en fin.
Puestos a buscar simbolismos, se me ocurre que se podría estudiar el anagrama que utilizan los sucesores de Cubertain, y buscarle tres pies a cada aro.



Para mí que el aro azul va de competitividad. Representa el esfuerzo, el sudor de los atletas, que ejemplifican una característica específicamente humana: el deseo de ganar. Ese "altius, citius, fortius", que en realidad quiere decir ser más rápido que otro, más fuerte, más grande, más rico, más cabrón... En fin, todas esas motivaciones que pueblan la psicología deportiva, que explican los torneos medievales, las peleas en el patio del colegio y hasta el sistema económico capitalista. Lo bonito del deporte, vamos.

El arito negro es un asunto turbio, claro. Me da que lo han puesto ahí para simbolizar los oscuros intereses políticos que se esconden detrás de las Olimpiadas. Un poco al estilo de Laporta y su concepción del fútbol como una forma más de luchar por el independentismo catalán, los Juegos son un escaparate promocional por el que suspiran gobernantes de todo pelaje, ansiosos de chupar cámara a escala planetaria. Y de gratis, prácticamente.

El rojo, el color más vivo y llamativo, debe de estar ahí en homenaje al espectáculo. Porque los Juegos Olímpicos, más que un acontecimiento deportivo, una fiesta de la paz mundial, de la unidad, de los funcionarios de los comités locales y demás zarandajas, son un espectáculo. Espectaculares, sí, pero también un espectáculo como el circo, los fuegos artificiales o las varietés; o sea, un tinglado de entretenimiento que se hace para cobrar la entrada al "respetable".

No podía faltar, evidentemente, el color áureo. Ese doradito que tanto nos recuerda al oro, o a las antiguas rubias más queridas, las pesetas. Y es que el deporte, y especialmente a esos niveles, es un negocio. Un juego en el que todos ganan: Ganan los deportistas. Ganan los entrenadores. Ganan los organizadores. Ganan los jueces. Ganan los políticos. Ganan los reventas. Ganan los vendedores de pipas y refrescos. Ganan las productoras de televisión. Gana los esponsores. Ganan los fabricantes de ropa deportiva. Sólo me queda averiguar qué coño ganan esos espontáneos empeñados en apagar la antorcha.

Para rematar, hay un aro verde. Sólo que en este último el color no es muy importante; nada de esperanza ni chorradas de esas: ése está ahí para recordarnos a todos que hay que pasar por él, que hay que "pasar por el aro". Quieras o no, sea con impuestos directos o indirectos, o simplemente al tomar un colacao —"alimento olímpico oficial"— estás metido en el fregado, colaborando con la causa. Quieras o no.

Y es que a mí me da un poco igual saber si la nandrolona y los esteroides pueden hacernos correr cien metros en nueve segundos, o lo lejos que se puede tirar una piedra cuando te dedicas profesionalmente a ello. Y conste que me gusta verlo por la tele, que me entretiene lo del esfuerzo y la superación y tal, pero para mí el deporte es otra cosa; es jugar al balón en el prado, irse a echar unas canastas con los amigos, saber perder, saber ganar, tomar unas cañas en el tercer tiempo... Cosas que se hacen sin aros, y sin antorchas.

Vamos, que cada vez que oigo el manido tópico del "espíritu olímpico" se me cae el alma a los pies. Por cierto, espero que apaguen esa llama. Y todas las llamas que haga falta. ¿O es que ya no mola un buen boicot?