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lunes, 18 de febrero de 2008

De la oscuridad en la escritura


Tranquilo: a pesar de lo que pudiera parecer, no es mi intención hablar de caligrafía gótica. No. Aunque alguna conexión podría buscarse; no en vano, "gótico" fue el adjetivo con el que los humanistas italianos, con Vasari a la cabeza, pretendían menospreciar al estilo de la arquitectura bajomedieval. "Gótico", es decir, "de los godos"; bárbaro, feo y oscuro era lo que querían decir. Y "oscuros" se les llama también a los modernos "góticos", tribu urbana de última hora, epígonos de los "siniestros" ochenteros y última mutación
del contradictorio romanticismo.
De lo que quería hablar, en fin, era de la exactamente de la oscuridad en la escritura, es decir, de esa forma de entender la literatura como un ciencia de la adivinación y el texto como una suerte de criptograma.
Vaya por delante que mis preferencias están muy lejos de esos postulados: no me excitan nada el texto denso, que precise cuchillo y tenedor, los alardes de retórica o los muestrarios de léxico moribundo. Cierto que el "cómo lo cuentas" es tan importante como "lo que cuentas", pero no creo que el verdadero placer de la literatura esté en descifrar mensajes voluntariamente complejos. Al menos, no el placer que yo busco.
Y es que el asunto es personal —«¡cómo no!», te preguntarás, «si toda literatura es personal»—: en muchas ocasiones me he visto señalado como un escritor "flojo" o, incluso, "comercial" —si es que eso puede verse como un defecto— por el sencillo motivo de que mis textos eran accesibles, porque los podía entender cualquiera. Parece una tontería, ¿verdad? Pues cuanto más tiempo pasa, más evidente resulta que es una tontería. Sin embargo, sucede que uno no puede escapar de sus orígenes y, siendo de León, el asunto de la oscuridad resulta especialmente sangrante.
No voy a entrar ahora en grandes explicaciones socio-literarias y mafioso-trepadoras, pero esta situación tiene mucho que ver con la figura hegemónica de la literatura leonesa del siglo XX: Antonio Gamoneda. Dice el maestro, de cuando en cuando, que él practica una escritura "voluntariamente oscurecida". Y no por escapar del censor, sino que lo hace por motivos estéticos, y supongo que también éticos. Y a mí me parece una postura encomiable: es su estilo, y a través de esa oscuridad traza una semblanza incomparable de la soledad del hombre ante el mundo contemporáneo.
Lo que ya no me gusta tanto es la "escuela" que produjo esta posición artística. Y es que la capital del invierno está tan llena de frío como de poetas, y la inspiración del maestro llegó a calar tanto que sin conocer la obra de Gamoneda resultaría incomprensible la gran mayoría de la producción poética posterior. A lo que se podría añadir que, incluso conociéndola, esa producción de segunda hornada sigue resultando incomprensible.
Aunque este fenómeno no es algo aislado, localizable en León y con un epicentro claro: no encontramos con él en todas partes, a la vuelta de cualquier página o en las conferencias más inesperadas. En verso y en prosa. En crítica o en la prensa. En el norte y el sur. Y todo porque la "oscuridad" parece ser sinónimo de "calidad".
Y a veces surgen las tentaciones: ¿por qué no escribir un texto incomprensible, que demuestre la profundidad de mis reflexiones, imposibles de plasmar si no es en un discurso abigarrado e inaccesible? Y es que es tan grato inflar el ego, y tan reconfortante para el lector sentirse un elegido, miembro de la élite capaz de tragarse textos tan elevados y compactos como si fueran aspirinas. Claro. Si es que es maravilloso todo: a un lado, un escritor capaz de retorcer la lengua hasta exprimirla como un limón, y al otro un lector que degusta el exquisito y selecto producto. Sólo queda saber qué fluye entre ambos, porque yo tengo la sospecha de que, detrás de tanta oscuridad, de tanto poso del tiempo y sedimento de siglos, hay poco. Poco, muy poquito. O, más bien, nada. Palabras. Sí, sí, sólo palabras, de esas mismas que se lleva el viento.
¿Que escribir con claridad tiene poco mérito? Por supuesto, es mucho mejor emular al Yoda de la Guerra de las Galaxias. Venga ya.

10 comentarios:

Mariano Zurdo dijo...

Hace unos años tuve una discusión al respecto con un amigo mío. Estaba leyendo un libro de un brasileño cuyo nombre no recuerdo. Estaba fascinado porque no entendía nada, y ese no entender nada parecía que aumentaba los kilates de la obra.
Yo leo para entender, lo que escritor quiere decir y lo que sus pensamientos me provoquen.
La oscuridad en la escritura no va conmigo. A veces caigo en cierta retórica cuando escribo, pero si la comprensión se ve alterada, quito nudos. Y cada vez más.
Claro que es importante el cómo pero sin el qué...
Besitos/azos.

Angry Bull dijo...

Pues a mí personalmente los textos densos, oscuros, cargados o como quieran llamarse me ponen un poco de los nervios. Henry James, por ejemplo. No sé si será cosa del norte o qué, pero sus textos me dan dolor de cabeza. Y que conste que las historias que cuenta me encantan, pero esa forma de narrar tan pesada hace que muchas veces le pierda el interés (más leyéndole en inglés, pues sus ansias por crear una retórica propia no hace más que tenga que leer tres o cuatro veces sus parrafadas, y aún así a veces no logro sacarles el sentido). Prefiero los textos más sencillos de leer, con menos adornos. Quizás por eso últimamente me ha dado por Murakami. Lectura sencilla de textos profundos, sin alardes retóricos ni ganas de destacar por la lírica, pues son las propias historias que éste crea las que brillan con luz propia. Las historias de HJ son como una mujer bonita que destaca por sus joyas. Las de HM son como una mujer bonita que no necesita maquillarse. En fin, que sobre este tema podría crear un post infinito jejeje pero que estoy deacuerdo con todo lo que dijiste.

Anónimo dijo...

Hola! me gusta el titulo del blog y el diseño muy original, tambien creo que haya escritores por alli escondidos y no escondidos pero poco aceptandos, si se tiene el talento o por lo menos el deseo de escribir entonces deberia hacerlo. Todo lo que se hace con amor y gusto al arte se debe realizar porque sera como un desahogo para el alma.

Saludos!

Anónimo dijo...

Yo hablo por no estar callada, que diría alguien. Mi opinión coincide tanto con el post como con lo que dicen Mariano e Iván O. Y con este último comparto además admiración por Murakami. Le acabo de descubrir y simplemente me fascina. Esta misma sensación tuya la tengo yo también con el arte de la pintura o la escultura. A veces parece que cuanto más incomprensible es un cuadro más se cotiza y más pronto alcanza el estatus de obra maestra, y a mi que dios me perdone, que de arte niente, pero a veces sólo veo garabatos que cualquiera mínimamente dispuesto podría esbozar, y la sensación de ignorante que me queda es de órdago.

Butt3rfly dijo...

Hola, cuanto tiempo no?

Bueno, pues a mi me parece que no siempre oscuridad equivale a calidad, a veces si, a veces no, todo depende. Lo que si se a ciencia cierta es que mucha oscuridad me oscurece (valga la redundancia) el razonamiento y me deja sin enteder nada y hace que deje los libros a las primeras paginas, prefiero los mas ligeros, los mas comerciales si asi quieren llamarles.

Anónimo dijo...

PLAS, PLAS, PLAS.

Oscuridad no es sinónimo de calidad.

Y cito, porque siempre queda oportuno:

"los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías que leer, y, así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y, de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura». Y también cuando leía: «Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza...»

Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para solo ello."

Me PARTE este trozo del Quijote.

hombredebarro dijo...

Si no me entero de lo que me cuentan no me interesa y si lo que me cuentan está tan claro como el agua clara tampoco me interesa. Pero si con la mayor claridad posible me hablan de los caminos oscuros del hombre es fácil cogerme por ahí, por la lectura.
Un saludo.

estilografic.blog dijo...

Estoy muy de acuerdo con todo lo dicho. Y como siempre, lo sensato suele encontrarse en la búsqueda del equilibrio, es decir, en el texto trabajado pero no por ello oscuro o difícil.

Esa pretendida y buscada oscuridad es un cáncer que afecta no sólo a la literatura, sino a todas las artes en general, y que tanto criticos como seguidores en ocasiones exaltan hasta caer en el ridículo, me parece.

Anónimo dijo...

Hola Javier:

me ha gustado lo que escribes, y cómo lo escribes...

Como además veo que tienes relación con Cantabria, mi sueño eterno, te añado a mis favoritos para seguirte, y leerte.


Por cierto, a mi me gusta la luz, la claridad, la sencillez...en la escritura también.

Un saludo
y gracias por compartir tu blog con los anónimos como yo.

Maryluz

Anónimo dijo...

Se me olvidó decir...que lo que terminó de ganarme...es que se puede fumar en tu blog!!

( y lo demás también)

Menos mal...