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jueves, 26 de febrero de 2009

El hombre de la maza



Se llama Emilio y está muy cabreado. Sí, sí, es ese, el que lleva la maza en el vídeo. El que golpea como si le debieran dinero. Imagino que a estas alturas ya todo el mundo está al cabo de la calle: el chaval tenía un piso en su pueblo que acababa de reformar —imagino que con mucho esfuerzo y vendiendo su alma al diablo, digo... al banco— y de pronto a los etarras les da por volar el local de abajo (una "Casa del Pueblo", que debía de oprimirles mucho) y, de paso, se llevan por delante la casa del tal Emilio. Y al hombre no se le ocurre otra que plantarse en la sede oficiosa de los pro-terroristas, coger una maza del veinte y liarse a tarugazos contra todo lo que pudiera romperse (hasta el grifo de las cañitas les rompió, que los abertzales serán muy vascos, pero tienen la oficina en un bar, como todos los españoles).

Claro que habrá quien diga que el chaval se ha equivocado, dando palos en lugar de mostrar "su serena indignación", "condenar los hechos" y todas esas maravillosas reacciones habituales. Pues igual, porque el hombre acabó en el cuartelillo, y seguro que, encima, tendrá que pagar y llevarse los cascos del bareto que destrozó. ¿Que tenía razón? Pues no lo sé, pero lo que tiene es más huevos que el caballo de Espartero. O pocas luces, vamos, porque la diana se la ha pintado él solito. ¿A quién se le ocurre ir de día, y a cara descubierta? ¿No ves cómo van ellos, con el pañolín ese y hasta con pasamontañas? Y por la espalda, claro.

Y, si malos son los enemigos "que se ha buscado", no son mucho mejores los nuevos "amigos" que se le van a arrimar. Porque ya hay una plataforma, con blog y cuenta corriente abierta, para apoyar al tal Emilio, al que han rebautizado como "el justiciero de Lazkao". El tío, con buen criterio, pasa de ellos, pero no descarten que acabe —incluso a su pesar— convertido en un icono rojigualda, al más puro estilo Ynestrillas.

El caso es que al chaval, al final, le han hecho polvo: le han montado un pollo, le han llamado fascista y hasta le han hecho irse del pueblo. «Total, ya no tiene casa, lo mismo le da irse…», pensarán algunos. Pero es que tiene guasa que le llamen "fascista" precisamente los que ponen bombas, pegan tiros en la nuca y marginan a sus propios vecinos por un asunto tan rancio —y tan trivial— como el nacionalismo. Porque está muy claro quiénes son aquí los fascistas.

Ojalá que el tal Emilio tenga suerte. Que se olviden de él, que le absuelvan, que le indemnicen por el piso y que se eche una novia muy lejos, y no le haga falta volver nunca a su pueblo. Porque si tiene que fiarse de los políticos, y su gran estrategia, la "unidad de los demócratas", va listo. Para mí que por eso cogió la maza y cargó contra los proetarras: por no ir a por los políticos.

2 comentarios:

Mariano Zurdo dijo...

No añado ni una coma a tu entrada porque estoy plenamente de acuerdo contigo.

sólo añadiré, pero al margen de la entrada, que es un gusto volver a leerte.
Besitos/azos.

Javier Menéndez Llamazares dijo...

Querido Mariano,
Así da gusto escribir, con amigos que vienen a alegrarte el día.
Un abrazo.