Va a ser que yo ya no estoy en el mundo; que me quedé pasado de moda, fuera de bolos, demodé... que estoy anticuado, vamos. Algo así tiene que ser, porque cada vez que enciendo la tele y me enfrento a un noticiario me llevan los demonios. Y no es —no sólo— por el caso que hacen a los políticos, ni por la cantidad de tonterías intrascendentes con las que rellenan la escaleta. Qué va; lo que de verdad me hunde es la descarada explotación de la tragedia.
Hace ya tiempo que los telediarios —y algún otro tipo de programa—, en especial las ediciones de tarde-noche, giran en torno al desastre y al morbo. Según la temporada, varían las anécdotas, pero nunca falla la receta mágica: muertes violentas. Siempre hay a mano alguna guerra o algún desastre natural, con centenares de muertos y mucho dolor que retransmitir, pero, si falla la naturaleza, los redactores enseguida se sacan de la manga algún tema candente que explotar hasta la náusea. Una temporada tocan los perros asesinos, otra las carreras ilegales de tuneros, más tarde los skinheads, después la violencia racista, la de género, la de número y hasta la de caso gramatical... Lo que sea, con tal de que haya sangre.
No es que hagan falta ejemplos, pero anoche, sin ir más lejos, los telediarios glosaban una catástrofe en Bangladesh. Soltaron la información, algún dato sesgado y luego, en cuanto pudieron, fueron a lo suyo: imágenes de cadáveres. Y, como debía de parecerles poco impactantes, además eran cadáveres de niños. Estábamos en el sofá, con el niño, hablando de la navidad, de las vacaciones, de los juguetes de Lego y de la guerra de las galaxias, y de pronto aparece en pantalla un hombre junto a una charca, tratando de recoger con un palo algo que flotaba sobre las aguas.
Cierto que la vida es dura, que hay muchas injusticias, que vivimos en un paraíso artificial y bla bla bla, pero no me apetecía que mi hijo viera aquellas imágenes, así que cambié de canal; curiosamente, aparecía una escena muy similar: otro niño muerto, y luego primeros planos de madres desconsoladas. Otro toque al mando, y apenas cinco minutos de prórroga: en esa cadena tampoco podían obviar los importantísimos detalles, la ineludible documentación audiovisual que precisara la "magnitud de la tragedia". No quisimos buscar más canales, porque, al final, ya habíamos visto demasiado.
Hasta cierto punto, podría comprender las imágenes crudas de la pobreza en los países pobres. Puedo aceptar que representar la guerra y sus desastres sea también una forma de denunciarla. Pero no me trago que se pueda hacer lo mismo con los desastres naturales; ¿es que aquellas imágenes de niños ahogados sirven para sensibilizarnos? ¿De qué? ¿De la necesidad de audiencia de las cadenas?
Debe de ser muy triste empeñar cinco años de tu vida en la facultad, aprendiendo "periodismo". Bostezar mientras te hablan de ética y deontología, del derecho a la información, y el proceso comunicativo. Total, para acabar programando imágenes morbosas, buscando el impacto y metiéndose en el bolsillo la profesionalidad. Debe de ser muy triste descubrir que has tirado un lustro a la basura.
Quizá lo explica mejor esa cita apócrifa, cada vez más extendida: «la televisión no es más que un electrodoméstico». Pues eso.
Hace ya tiempo que los telediarios —y algún otro tipo de programa—, en especial las ediciones de tarde-noche, giran en torno al desastre y al morbo. Según la temporada, varían las anécdotas, pero nunca falla la receta mágica: muertes violentas. Siempre hay a mano alguna guerra o algún desastre natural, con centenares de muertos y mucho dolor que retransmitir, pero, si falla la naturaleza, los redactores enseguida se sacan de la manga algún tema candente que explotar hasta la náusea. Una temporada tocan los perros asesinos, otra las carreras ilegales de tuneros, más tarde los skinheads, después la violencia racista, la de género, la de número y hasta la de caso gramatical... Lo que sea, con tal de que haya sangre.
No es que hagan falta ejemplos, pero anoche, sin ir más lejos, los telediarios glosaban una catástrofe en Bangladesh. Soltaron la información, algún dato sesgado y luego, en cuanto pudieron, fueron a lo suyo: imágenes de cadáveres. Y, como debía de parecerles poco impactantes, además eran cadáveres de niños. Estábamos en el sofá, con el niño, hablando de la navidad, de las vacaciones, de los juguetes de Lego y de la guerra de las galaxias, y de pronto aparece en pantalla un hombre junto a una charca, tratando de recoger con un palo algo que flotaba sobre las aguas.
Cierto que la vida es dura, que hay muchas injusticias, que vivimos en un paraíso artificial y bla bla bla, pero no me apetecía que mi hijo viera aquellas imágenes, así que cambié de canal; curiosamente, aparecía una escena muy similar: otro niño muerto, y luego primeros planos de madres desconsoladas. Otro toque al mando, y apenas cinco minutos de prórroga: en esa cadena tampoco podían obviar los importantísimos detalles, la ineludible documentación audiovisual que precisara la "magnitud de la tragedia". No quisimos buscar más canales, porque, al final, ya habíamos visto demasiado.
Hasta cierto punto, podría comprender las imágenes crudas de la pobreza en los países pobres. Puedo aceptar que representar la guerra y sus desastres sea también una forma de denunciarla. Pero no me trago que se pueda hacer lo mismo con los desastres naturales; ¿es que aquellas imágenes de niños ahogados sirven para sensibilizarnos? ¿De qué? ¿De la necesidad de audiencia de las cadenas?
Debe de ser muy triste empeñar cinco años de tu vida en la facultad, aprendiendo "periodismo". Bostezar mientras te hablan de ética y deontología, del derecho a la información, y el proceso comunicativo. Total, para acabar programando imágenes morbosas, buscando el impacto y metiéndose en el bolsillo la profesionalidad. Debe de ser muy triste descubrir que has tirado un lustro a la basura.
Quizá lo explica mejor esa cita apócrifa, cada vez más extendida: «la televisión no es más que un electrodoméstico». Pues eso.
11 comentarios:
Abusan y abusan.
Ninguno se atreve a dar un giro radical a la manera de informar. Todos copian de todos, en la programación en general y en los informativos en particular. Dejando un segundo de lado el tema central de tu post, y fijándonos en otros aspectos de los informativos, no hay más que ver que si un formato consigue audiencia, todos los demás hacen exactamente lo mismo. No son capaces de "pisarles" la audiencia innovando.
Y claro, si uno vende cadáveres, el otro no va a ser menos.
Este es el mundo absurdo en el que vivimos, gobernado por no sé qué filosofía que permite ver todo tipo de sufrimiento, cadáveres, muerte, etc.
Ayer mismo veía CSI. En esta serie, los cadáveres siempre aparecen tapados, como si no se pudiera ver un cuerpo desnudo ni muerto, y sin embargo, te enseñan sangre, vísceras, heridas, disparos como la cosa más natural del mundo.
Los profesionales hablan mucho de la autoregulación de los medios, pero está claro que eso es un cuento chino. A la hora de la verdad, el único parámetro válido es el de las audiencias. Muchas veces se puede informar igual o mejor sin necesidad de dar imágenes crudas o violentas.
pues si te sirve mi experiencia de 17 años de periodista, sólo te diré que decidí dejar la práctica del periodismo informativo para centrarme en el periodismo de gabinete de prensa o trabajo directo para empresas. así no engaño a nadie, está claro quién me paga y puedo salvaguardar mis maltrechos principios. otro día os contaré cómo se maneja la información en los medios...
Totalmente de acuerdo...cada día veo menos la televisión, pero cuidado que Internet también esta infectado de estas practicas, véase como ejemplo 20 minutos...
El único informativo que se sale un poco de este rollo es La 2 noticias...me gusta su estilo, ademas dan hasta buenas noticias de vez en cuando...
Como consumidores en general somos un desastre. Nos lo tragamos todo y protestamos muy poco. Con la tele no íbamos a ser menos. Sólo que el tema de la tele tiene una ventaja y es el mando a distancia. La tecla de apagar y encender es uno de los mejores inventos de la humanidad, porque nos concede la libertad de ver y no ver.
Lo ideal sería otro tipo de tele, claro, porque es un instrumento educativo y de entretenimiento único.
Mientras tanto, tendremos que ser unos consumidores lo más responsables posibles.
Y perdón por este comentario tan petardo.
Besitos/azos.
Este es uno de los motivos por el cual no veo la televisión, solo alguna vez la veo para ver las noticias o alguna pelicula pero rara vez bueno un saludo nos vemos
pobre philo farnsworth... si al final iba tener razón con eso de que en su invento no había nada que mereciese la pena...
Cuanto menos se encienda ese trasto, mejor. Cuando dejas de verlo, casi te sorprendes de lo poco que se echa de menos... y de todo lo que tienes de más.
Un beso.
La solución es fácil. Está claro que, si estás hablando de la navidad con el crío, no te hace falta la tele. Que no quieres ver esas noticias, no la enciendas; que no quieres ver esos programas, no la enciendas.
Pero aún sigue siendo el ruido de fondo de tantos y tantos hogares. Tenemos miedo al silencio.
Consejo: ponte una TV de 14" bien lejos del sofá, y te entrarán ganas de escuchar la radio.
Un saludo,
Valen
Me pasa un poco igual. Hay que dar las noticias pero el despliegue de tristezas y desastres (y claro, cómo los presentan) es impresionante.
Un abrazo
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