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jueves, 22 de noviembre de 2007

¿Cuándo vendrá la revolución social?



En los negros años de la dictadura, había un viejo litógrafo en el Diario Alerta que, a poco que le cabrearan en el trabajo, se preguntaba entre dientes: «¿Cuándo vendrá la revolución social?».
Y es que, ¿quién no lo ha deseado alguna vez? ¿Quien no ha sido víctima de sus superiores, y secretamente ha pensado en invertir la jerarquía?
Vivimos inmersos en estructuras de poder. Por mucho que se disfracen, por muchos guantes de seda o mucha mano izquierda que se utilice, nuestras relaciones sociales están fuertemente jerarquizadas. En la escuela, en la oficina, en la familia, hasta en las pandillas de los quince años hay unos que llevan la voz cantante y otros que tienen que conformarse con obedecer y callar. Bueno, callar... o preparar la revolución.
Ya sin entrar en cuestiones políticas, en lo que es justo o lo que es legítimo, lo de la revolución social tiene mucha miga. Eso de poner al arriba debajo, y al de abajo encima tiene que ser glorioso; más o menos, como aquel famoso cuadro de Delacroix. Y es que la excitación en esos momento debe de ser tal, que los propios levantiscos tienen que ver, por fuerza, a aquella mujer caminando a su lado, con el pecho descubierto y el gesto decidido.
Imagínalo: abajo los poderosos, arriba los oprimidos. ¿No suena bien? ¿No es una hermosa fantasía, casi casi sexual? Y eso sin mencionar siquiera lo que harías con el jefe caído, que sería precisamente darle... su merecido.
Cuando uno piensa en el día a día, en las grandes y pequeñas injusticias que soporta, en el tráfico, en la inflación, en los medios de comunicación, en los sistemas de valores, en la inequidad, en el tercer mundo, en el enchufismo, en la red viaria, en la publicidad, en el euro, en el sistema métrico decimal y en el capullo del jefe que te hace la vida imposible, ¿no apetece, de verdad, bajar a más de uno del caballo y zurrarle la badana?
Así que yo, a partir de ahora, cada vez que algo me caliente los cascos, en vez de dejar que me lleven los demonios, lo que voy a es a preguntarme: «¿Cuándo llegará la revolución social?».

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que no has caído en la cuenta que la revolución social de la hablas, está aquí.
Acaso no ves cómo los chavales abusan de sus "derechos", las mujeres (algunas) abusan del tirón mediático del maltrato de género, acusando con ligereza a hombres (algunos inocentes, muchos) y destrozándoles la vida, El gobierno gasta el dinero en asuntos que distraigan al ciudadano de a pie de los temas sangrantes (como por ejemplo llevar al congreso el manido artículo 154 del código civil) porque la ONU (huy qué miedo) dice que puede parecer que los padres españoles queremos dar un "cachete" a nuestros hijos. Pues sí, si señor, queremos ejercer de padres, que para colegas ya los encuentran en la calle.
Yo creo que el mundo del revés está llegando, despacito, oradando el terreno sin hacer ruido... veremos qué ocurre cuando estos monstruítos sin educar dirijan nuestras vidas.
Siento ser tan fatalista pero... es lo que hay.
Un saludo afectuoso

JML dijo...

Te confieso, amigo Javi, que yo no soy levantisco. En lugar de invertir la pirámide social, yo me conformaría con poder escapar por uno de sus vértices. El revolcón, mejor sin luz y por parejas, gimiente y sin preguntas raras, de esas que buscan las respuestas en el viento.

Saludos sumisos

Isabel Burriel dijo...

Para mi uno de los acontecimientos históricos más apasionantes es la Revolución Francesa.
No, no digo que cojamos a los empresarios y explotadores del país (equivalente a la nobleza de aquél tiempo) y les pasemos por la guillotina. Pero determinados poderes (económicos, informativos, políticos y demás) se aprovechan de nosostros, nos toman el pelo, se pasan nuestros derechos por el forro y nadie hace nada.
Yo también espero una revolución social, un algo más que una mera manifestación pero somos unos borregos.

Besos

Desesperada dijo...

Pues a mí también me pone la revolución social. Estoy harta de pequeñas injusticias en el día a día, hartita.

Anónimo dijo...

Pues yo creo que la revolución social no llegará nunca, al menos no la que esperan aquellos que creen que debe venir por ley.
La revolución social es la que hacemos unos cuantos en el día a día, ejerciendo nuestro derecho de reclamar (incluso a veces conseguir) lo que creemos justo. Pero claro, somos pocos, porque la mayoría siguen esperando a que esa revolución venga a llamar a su puerta para ponerse ellos tambien en marcha.

Mariano Zurdo dijo...

La revolución social varía según los tiempos y las circustancias. Ahora quizás deberíamos luchar en dos líneas: el respeto a la persona y el respeto al consumidor. Y es una labor social, claro, pero individual también. En ambos campos. Difícil sí, pero no imposible. Me niego a ser sumiso aunque las pequeñas acciones aparentemente sirvan para poco.
Besitos/azos.

Kim dijo...

Discrepo amigo Javier.
En muchos de los casos que describes, creo que las posiciones son consecuencia del carácter humano de cada uno. Y si le diéramos la vuelta acabaríamos simplemente cambiando las fichas de sitio.

Sin embargo, y aunque pueda parecer contradictorio, estoy totalmente de acuerdo con los comentarios de Inte y de Vitru.

Además, qué coño, tú no tienes pinta de jefe cabrón, ni de querer colocarte encima de nadie. Metafóricamente hablando claro.
Saludos afectuosos a pesar de la discrepancia.

estilografic.blog dijo...

Como en todo, ha habido revuluciones buenas y otras muy malas. Lo de darle la vuelta a la tortilla, como hicieron los chinos con la revolución cultural, tiene el peligro de que la parte de abajo te puede salir quemada.

Raquel dijo...

Yo también creo que las estructuras de poder siguen estando ahí y que el poder se perpetúa desde quienes lo ostentan y desde quienes lo sienten como sacrosanto. Somos nosotros los que podemos romper esas estructuras o al menos tratar de que nos afecten lo menos posible.
Saludos

BETTINA PERRONI dijo...

El punto es no hacer revolución por revolución, solo por saciar nuestra hambre de justicia, sino saber si realmente estamos preparados para ello y si al invertir los papeles seremos justos y lograremos una mejor calidad de vida, a esa que aspiramos, si en verdad derrocaremos todo aquello con lo que estamos inconformes.

Anónimo dijo...

No sólo por el último post, en general me uno a todos estos comentaristas para decir que me alegra saber que aún desde tu funcionariado, necesitas contar cosas desde este blog.
Yo sólo te doy las gracias y te animo a que nos sigas deleitando.
C.

Ñoco Le Bolo dijo...

La revolución social ya ha llegado, esta llegando y llegará.
Se trata de hacer, cada día, un ligero cambio en nuestra propia vida y circunstancias, cmbio que termina por afecta a un entorno cada vez más amplio.
Cuestión de fe. La desesperanza so puede ser un refugio, o la llama que encienda la mecha.

rakel dijo...

jajaja, qué sabias palabras!!!
ya me diras si consigues contener a esos demonios, porque los mios no se detienen cuando pienso en la revolución social, sino que desean dar ese merecido escarmiento alos injustos...en fin, paciencia y confianza en los lideres, no?
jajajaja

Filisteum dijo...

Ya el enunciado es sintomático: ¿cuándo llegará la revolución?

Llegará.

Nada de la haremos. Ni la forzaremos. Ni la impulsaremos. Ni la sacaremos adelante.

Llegará.

Se bajará un día de un árbol y tendremos revolución.

Manda huevos

:-)))))

Butt3rfly dijo...

que llegue, que llegue!!! la esperamos con los brazos abiertos!

MAX Y LULA dijo...

Je, je... claro que el problema es que para las clases medias, donde estamos casi todos, por mucha revolución que haya, su puesto seguirá siendo el mismo:

altas-medias-bajas
bajas-medias-altas

¿es una locura?