En Santander —y si el tiempo lo permite, claro— no resulta nada extraño cruzarse con algún viandante marcadamente "español". Sí, sí, digo bien: español y marcado. Y es que por aquí se estilan mucho unos polos muy curiosines, en blanco o azul marino, con la banderita de España ribeteada en el cuello o en el elástico de las mangas.
No voy a ser yo quien descubra que la ciudad —o sus habitantes, más bien— tiene fama de cojear ostensible de cierto pie, al menos en lo que a la res pública concierne. Y no es cosa de un quítame allá esa estatua ecuestre, o de que en los alrededores les guste renombrarla como "Fachander", no, no. Eso son detalles, gestos y poco más, porque en la ciudad, como en todas partes, hay opiniones de toda clase y, como siempre, una gran masa que passa de todo.
Lo del niki con la banderita resulta, no obstante, muy llamativo, porque no es algo que se vea muy a menudo por otras latitudes. En mi pueblo, por ejemplo, no se ve a nadie con la rojigualda a menos que juegue la selección o celebremos visita regia. Y, aún en esos casos, las banderas saldrían con cuentagotas. Y no es que en León el común sea especialmente anti-español, ni mucho menos: lo que pasa es que, si te pillan gastando aunque sea un pin con los susodichos colorines, ya no te quitas en la vida el sambenito de facha.
El caso es que, en realidad, ¿qué tiene de facha la banderita? ¿No era la de todos? Bueno, pues yo tengo mi teoría acerca de ese estigma.
Para empezar, hay que distinguir —que los prejuicios siempre nublan la vista— entre "facha" y "conservador y/o derechista" (vulgarmente, pepero o ppero). No es lo mismo, que diría el cantante plasta ése mirando el culo de un vaso. Fachas-fachas, lo que se dice "epañoles de verdá", de esos ya casi no quedan. Algún nostálgico y tal, poco más. Aparte están los skinners, que no son exactamente "fachas", es decir falangistas o nacional-sindicalistas, que es a lo que en España se llamaba "el fascio". Son muchas cosas, pero me da que, en realidad, tienen muy poco que ver con la política.
Lo que de verdad puebla la derecha española —o "el centro", como les gusta decir a ellos— es una amalgama de conservadores, democristianos, neoliberales y demás pelajes del universo "neocon". Es decir, gente más o menos normal; con sus cosillas, claro, pero lo mismo nos pasa a todos. Al menos en lo que se refiere a la gente de a pie, de veleidades totalitarias, na de na.
En otra orilla reman los izquierdistas, si se me permite la fantasía alegórica. Fantasía, porque últimamente ya hay que echarle imaginación para distinguir las políticas —no los discursos y la imaginería, que eso sí que es distintivo— de un bando y del otro. En fin, cada uno elige su bando, pero no puede elegir su historia. Y la historia de "este país" o el "estado español" —que es como se dice España en el idioma izquierdista— nos cuenta que, cuando de verdad la cosa se dirimía a tiros, cada lado tenía su propia bandera.
La bandera tricolor vivió su época dorada en los años setenta; ondeó entonces incluso más que cuando era oficial. ¿Por qué? Porque era la bandera de la izquierda, la que aglutinaba a la oposición al franquismo. Para muchos, la bandera roja y gualda resultó un trágala, con la monarquía parlamentaria como mal menor. Para rematarlo, a muchos la bandera constitucional les pareció la misma que la anterior —a pesar del cambio de proporciones—, con la única salvedad de que había emigrado el pájaro.
Hoy día todo esto parece banal, porque los socialistas —¿he dicho yo eso?— son los campeones del monarquismo, y sólo cuestionan el sistema las voces más peregrinas, desde las cavernas del conservadurismo de uno y otro bando. Y, sin embargo, en el inconsciente colectivo permanece esa identificación entre banderita y derecha. Como si las banderas sólo fueran de derechas, ¿verdad? Porque, en realidad, ¿no eran derechistas Stalin, Mao, Ho Chi Min, Pol Pot y no lo es Castro?
No voy a ser yo quien descubra que la ciudad —o sus habitantes, más bien— tiene fama de cojear ostensible de cierto pie, al menos en lo que a la res pública concierne. Y no es cosa de un quítame allá esa estatua ecuestre, o de que en los alrededores les guste renombrarla como "Fachander", no, no. Eso son detalles, gestos y poco más, porque en la ciudad, como en todas partes, hay opiniones de toda clase y, como siempre, una gran masa que passa de todo.
Lo del niki con la banderita resulta, no obstante, muy llamativo, porque no es algo que se vea muy a menudo por otras latitudes. En mi pueblo, por ejemplo, no se ve a nadie con la rojigualda a menos que juegue la selección o celebremos visita regia. Y, aún en esos casos, las banderas saldrían con cuentagotas. Y no es que en León el común sea especialmente anti-español, ni mucho menos: lo que pasa es que, si te pillan gastando aunque sea un pin con los susodichos colorines, ya no te quitas en la vida el sambenito de facha.
El caso es que, en realidad, ¿qué tiene de facha la banderita? ¿No era la de todos? Bueno, pues yo tengo mi teoría acerca de ese estigma.
Para empezar, hay que distinguir —que los prejuicios siempre nublan la vista— entre "facha" y "conservador y/o derechista" (vulgarmente, pepero o ppero). No es lo mismo, que diría el cantante plasta ése mirando el culo de un vaso. Fachas-fachas, lo que se dice "epañoles de verdá", de esos ya casi no quedan. Algún nostálgico y tal, poco más. Aparte están los skinners, que no son exactamente "fachas", es decir falangistas o nacional-sindicalistas, que es a lo que en España se llamaba "el fascio". Son muchas cosas, pero me da que, en realidad, tienen muy poco que ver con la política.
Lo que de verdad puebla la derecha española —o "el centro", como les gusta decir a ellos— es una amalgama de conservadores, democristianos, neoliberales y demás pelajes del universo "neocon". Es decir, gente más o menos normal; con sus cosillas, claro, pero lo mismo nos pasa a todos. Al menos en lo que se refiere a la gente de a pie, de veleidades totalitarias, na de na.
En otra orilla reman los izquierdistas, si se me permite la fantasía alegórica. Fantasía, porque últimamente ya hay que echarle imaginación para distinguir las políticas —no los discursos y la imaginería, que eso sí que es distintivo— de un bando y del otro. En fin, cada uno elige su bando, pero no puede elegir su historia. Y la historia de "este país" o el "estado español" —que es como se dice España en el idioma izquierdista— nos cuenta que, cuando de verdad la cosa se dirimía a tiros, cada lado tenía su propia bandera.
La bandera tricolor vivió su época dorada en los años setenta; ondeó entonces incluso más que cuando era oficial. ¿Por qué? Porque era la bandera de la izquierda, la que aglutinaba a la oposición al franquismo. Para muchos, la bandera roja y gualda resultó un trágala, con la monarquía parlamentaria como mal menor. Para rematarlo, a muchos la bandera constitucional les pareció la misma que la anterior —a pesar del cambio de proporciones—, con la única salvedad de que había emigrado el pájaro.
Hoy día todo esto parece banal, porque los socialistas —¿he dicho yo eso?— son los campeones del monarquismo, y sólo cuestionan el sistema las voces más peregrinas, desde las cavernas del conservadurismo de uno y otro bando. Y, sin embargo, en el inconsciente colectivo permanece esa identificación entre banderita y derecha. Como si las banderas sólo fueran de derechas, ¿verdad? Porque, en realidad, ¿no eran derechistas Stalin, Mao, Ho Chi Min, Pol Pot y no lo es Castro?
12 comentarios:
Comparto tu reflexión, como eso, como reflexión. ¡Qué bien me explico!, ¿eh?. Pero a la hora de llevarlo a la práctica, a la mía, he de reconocer sin pudor (y ya lo he hecho alguna vez en éste, tu blog) que para mí la bandera tiene un componente visceral que me cuesta controlar. Soy de los que tiende a identificar la bandera con la derecha. No lo puedo evitar, o al menos no hago esfuerzos por evitarlo. Y concretamente no puedo con esos polos, que por ciertas zonas de Madrid también se estilan.
No me cargo de razón. Simplemente, en la vida, muchas veces toca penar con las carencias de cada uno.
¿He dicho que me gusta tu reflexión?
Besitos/azos.
Tanto se nos ha metido esa imagen facha en la cabeza que es cierto que vemos una bandera española y lo identificamos con el extremo o simplemente con la derecha.
Eso, es un gran error que ha cometido la derecha española, atribuirse la bandera o el españolismo. Por eso sigue habiendo enfrentamientos, dos bandos, como siempre. La bandera debería ser de todos y eso se nos olvida pero tampoco nadie hace nada por remediarlo.
La bandera oficial de España que es heredada del franquismo tengo que decir que yo no me siento reflejada en ella, al igual que la republicana tampoco...¿por que no se hizo una nueva bandera durante la transición con el beneplácito de todos?
Yo estoy mas con la bandera del jamon que circula por Internet...
Delicado tema, la verdad. Yo soy de los que piensa que las banderas no sirven de nada, ni unas ni otras, como mucho la del Atleti, esa sí que es una bandera coño.
Como dice Jorge Drexler:
"La guerra es muy mala escuela
no importa el disfraz que viste,
perdonen que no me aliste
bajo ninguna bandera,
vale más cualquier quimera
que un trozo de tela triste".
No me gustan las banderas; me rozan el nervio de la aversión de forma instantánea.
saludos
Clandrexel, digo Drexlertino, ha estado bien. Yo también me apunto a esa reflexión. Me refiero a los versos, no a lo del Aleti. ¡Faltaría más!
Perfecta reflexión pero ....
no me gustan las banderas, ni los himnos. No lo puedo evitar, me sigue asustando ver al personal enarbolar banderas. Creo que ni las que lleváis al fútbol, (que tampoco me gusta)
pues yo tengo ese mismo polo, y me lo pongo mucho, por que me gusta... Y NO SOY PARA NADA DE DERECHAS. Es más... creo que soy más bien a la contraria, aunque en mi humilde opinion, creo que derechas e izquierdas están pasadas de moda... hay cosas mal echas y cosas bien echas... y siempre hay que gobernar para todos, ya que todos vamos en el mismo barco, y desde la razón.
En cuanto a banderas, nunca he sido muy de ellas, y mucho menos de la de España. No he sido muy nacionalista, o patriota. Creo que el patriotismo es el ultimo refugio de los cobardes y que para querer a la madre patria, esa patria tiene que hacer cosas por y para los ciudadanos, caso que en España, es triste, pero se ha dado muy pocas veces a lo largo de su historia.
Creo que si te tengo que definir de un lugar, o ponerme una nacionalidad, es la de EUROPEO.
Creo que has descrito perfectamente una Kawasaki.
La que en los años constituyentes vendieron los que estaban interesados en dividir un país, estado, nación o lo que quieras, para mejor convertir a alcaldes en presidentes y consagrar definitivamente el caciquismo.
Por lo demás, percibo, no en ti pero sí en general, cierta desmemoria: la tricolor sustituyó a la rojigualda, muy anterior, y bandera desde finales del siglo XVII, creo recordar. A Napoleón ya se le combatió con la rojigualda.
La tricolor fue una expresión de aquella manía, tan de los años treinta, de convertir un símbolo ideológico en bandera nacional. Como en Alemania, ya sabes, qure cambiaron la bandera imperial por la de la cruz gamada. Aquí, llega la república (y llega por cojones, que no por voluntad popular) y pone otra bandera (total, para cuatro días) y luego, como Franco era un dictador sin imaginaciómn, en vez de poner como bandera nacional el yugo y las flechas recupera la de toda la puñetera vida. Porque también el águila era anterior, no vayas a creer que la añadió Franco.
Por lo demás, esa idea de asimilar bandera con derecha no es sino un truco malo de ciertos aprendices de Goebbels. De los mismos que dicen que en mayo del sesenta y ocho se luchaba en París por la libertad para que nadie se acuerde de la primavera de Praga.
Cortinas de humo, vaya.
Salud
No soporto el polo como prenda de vestir, lo admito como trapo. Con la banderita ya es que me pone enfermo. Y en cuanto a las banderas, la más chula de todas es negra y lleva en medio la radiografía de la jeta que se nos va a quedar pronto.
Un saludo.
Tres hurras por la Jolly Roger, hombredebarro
:-)))
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