Visto el gran interés que ha despertado el asunto de la lectura, me gustaría avivar el debate.
Nada tan grato como ver que tu trabajo, sin entrar en cuestiones cualitativas, encuentra eco, y provoca este aluvión de respuestas tan variadas como sugerentes.
Y es precisamente a partir de un comentario —de Wilde; al César lo que es del César— desde donde me gustaría arrancar. Dice Wilde:
Luego recordé que había leído algo al respecto que me había resultado muy interesante. Después de rebuscar toda la mañana del domingo, lo encontré:
El texto, pese a lo que pudiera parecer, es muy reciente —del año 2006, exactamente—, aunque Garrido habla con conocimiento de causa, pues ya en los años sesenta estaba inmerso en el sector educativo: investigador del CSIC y antiguo catedrático de la Universidad de Sevilla, parece una voz más que autorizada para opinar en este asunto.
Todos hemos vivido esta misma historia. A mí también me pasó, y eso que siempre he sido un lector voraz. Sin embargo, la mayoría de los libros que me obligaban a leer en el instituto me resultaron pesadísimos, y me costó horrores leerlos. De hecho, desde aquellos años tengo cierta alergia a los clásicos y —con excepción de Quevedo, por quien siento devoción—, debo admitir que me cuesta mucho acercarme a textos anteriores al siglo XIX. Al final lo hago, claro, pero no sin cierto reparo, que seguramente surge de mi experiencia en el bachillerato.
La afición a la lectura, no obstante, no se me quitó. Porque también me obligaron a leer libros contemporáneos, o rabiosamente actuales, que también leí con desagrado. Y no por que me parecieran malos, sino —imagino— porque es muy complicado convencer a alguien por la fuerza. Puedes lograr que haga algo, pero —por mucho que le fastidie al marqués de Sade— no puede conseguir que le guste.
Y es que el gusto por la lectura ya lo traía de casa. Supongo que fue a los siete u ocho años, entre tebeos, historietas, aventuras de piratas y detectives, cuando descubrí el "placer" de leer. Quien lo conoce, no lo pierde, por muy malos que sean sus profesores en el bachillerato.
La gran cuestión sería: ¿es posible infundir en los niños no lectores el gusto por la literatura?
Nada tan grato como ver que tu trabajo, sin entrar en cuestiones cualitativas, encuentra eco, y provoca este aluvión de respuestas tan variadas como sugerentes.
Y es precisamente a partir de un comentario —de Wilde; al César lo que es del César— desde donde me gustaría arrancar. Dice Wilde:
[···] hay que reconocer, que de lo poco que funciona bien en la Educación española es el culto al libro desde pequeño. Aunque el chaval al tomárselo más como una obligación "laboral" que de una aficción, suele rechazarlo. Yo creo que los padres son mas importantes en esta educación por la literatura.
Luego recordé que había leído algo al respecto que me había resultado muy interesante. Después de rebuscar toda la mañana del domingo, lo encontré:
«En los años 60 del pasado siglo XX se extendió como una mancha de aceite por el mundo académico la convicción de que enseñar literatura consistía en poner en contacto a los alumnos con textos literarios: ¡nada de listas de autores y obras, obliguemos a leer literatura! Se suponía que, producida la lectura, nacería la afición y, erre que erre, para controlar que el alumno leyera La Celestina y no simplemente copiara la ficha de un compañero, se le preguntaba… ¡por el color del jubón de Pleberio! ¡Pero La Celestina, leída así NO es literatura! Lejos de haber logrado que el futuro ingeniero, abogado o economista tuviera una experiencia literaria, se les había inducido a la confusión de que “aquello” era leer literatura y, así, se conseguía que aquellas personas juraran odio eterno a los textos literarios. No sólo no habían tenido una experiencia literaria, sino que se les había vacunado contra la posibilidad de que la tuvieran alguna vez. Y así seguimos.»Miguel Ángel Garrido Gallardo,
Literatura y periodismo, géneros en la frontera.
El texto, pese a lo que pudiera parecer, es muy reciente —del año 2006, exactamente—, aunque Garrido habla con conocimiento de causa, pues ya en los años sesenta estaba inmerso en el sector educativo: investigador del CSIC y antiguo catedrático de la Universidad de Sevilla, parece una voz más que autorizada para opinar en este asunto.
Todos hemos vivido esta misma historia. A mí también me pasó, y eso que siempre he sido un lector voraz. Sin embargo, la mayoría de los libros que me obligaban a leer en el instituto me resultaron pesadísimos, y me costó horrores leerlos. De hecho, desde aquellos años tengo cierta alergia a los clásicos y —con excepción de Quevedo, por quien siento devoción—, debo admitir que me cuesta mucho acercarme a textos anteriores al siglo XIX. Al final lo hago, claro, pero no sin cierto reparo, que seguramente surge de mi experiencia en el bachillerato.
La afición a la lectura, no obstante, no se me quitó. Porque también me obligaron a leer libros contemporáneos, o rabiosamente actuales, que también leí con desagrado. Y no por que me parecieran malos, sino —imagino— porque es muy complicado convencer a alguien por la fuerza. Puedes lograr que haga algo, pero —por mucho que le fastidie al marqués de Sade— no puede conseguir que le guste.
Y es que el gusto por la lectura ya lo traía de casa. Supongo que fue a los siete u ocho años, entre tebeos, historietas, aventuras de piratas y detectives, cuando descubrí el "placer" de leer. Quien lo conoce, no lo pierde, por muy malos que sean sus profesores en el bachillerato.
La gran cuestión sería: ¿es posible infundir en los niños no lectores el gusto por la literatura?
9 comentarios:
La pregunta del millón y que a mí me da miedo responder es: ¿es necesario para una vida plena leer literatura? La respuesta individual, la mía propia, la tengo clara. Para mí sí. Aprendo, me divierto, viajo, lloro, río, desprecio, construyo, descubro sensaciones y sentimientos nuevos a través de la literatura. Pero a mi alrededor tengo amigos míos, de los de toda la vida, que nos hemos criado, más que en paralelo enredados, que no leen nada. Alguno sólo ha leído en los últimos años lo que yo he escrito. Y son felices. Y son inteligentes. Y son sensibles. Todos dicen que deberían de leer más (o de leer), pero luego nunca encuentran el momento, y eso simplemente es porque no lo necesitan. No sé a donde quiero llegar con esto.
Javier, como tú, yo me aficioné en casa. Desde pequeñito leí muchos tebeos, cuentos, literatura infantil y el salto no fue tal, sino una sucesión de libros.
En cuanto a tu pregunta, que me he desviado del tema, en la actualidad hay verdaderas joyas de literatura infantil y juvenil. El problema es que compiten con verdaderas joyas de distracción infantil y juvenil. Yo creo firmemente en el juego, y a través de él animar a la lectura. El niño tiene que leer, pero también tiene que pintar y escribir, y notar que los libros son algo vivo. Y para mí algo fundamental, los padres tienen que leer con los niños. Los niños tienen que ver cómo sus mayores disfrutan leyendo. No sé, es un tema muy complejo y yo estoy demasiado espeso para una reflexión clara.
Abrazos a todos y a todas.
Yo creo que sí, que es perfectamente posible inculcar el habito de la lectura a niños que no lo traen de casa. Pero claro, habría que empezar a mandar otro tipo de libros, y esos libros a los que me refiero son de literatura juvenil que a lo mejor calidad literaria no tiene mucha, pero pueden crear en el niño altos dotes de adicción que fácilmente pueden derivar en una grata afición que le acompañará durante los años. Yo recuerdo que en el colegio, lo mismo que pasa ahora, se pasaba de la literatura infantil directamente a los clásicos que en realidad son sentidos por los jóvenes como una obligación académica más. No había un escalón intermedio. Y como trates de convertir a los niños en unos precoces intelectuales mandándoles por obligación sesudos mamotrecos al final van a decidir no coger un libro en su vida.
Otra cosa es la asignatura de literatura. Para mi era la asignatura más coñazo de todas, y me gustaba leer, es más, en el instituto me leía los libros que mandaban, y ya en los últimos años los disfrutaba y ya no era una obligación, pero no podía estudiarme el temario porque eso de aprenderme de memoria fechas, autores y títulos lo veía un sinsentido tal que al final acabé tirando de chuletas. Y después me leí libros de esos que venían en el temario sólo por placer. Aunque debo decir que un año tuve un profesor que paso de todo y en vez de mandar los 6 o 7 libros de rigor, mando 3, pero eso sí, los diseccionábamos en clase según los íbamos leyendo, vamos, que los disfrutábamos y en ningún momento parecía eso el tormento que era leerte un libro – cosa que nos ha pasado a todos – corriendo el día de antes saltándote hojas porque acababa el plazo para entregar el trabajo. Unos de libros fue Misericordia de Galdós. Para ese libro nos mando recorrer y hacer un trabajo de las calles de Madrid que aparecían en el susodicho, y la verdad, era una gozada leerte un libro de esa forma, y eso que Galdós puede ser algo espeso.
A mi me pasa lo mismo que a ti, desde pequeño siempre tenía tebeos o libros a mano, y disfrutaba mucho leyendo, es una afición que aprendí a amar desde chico, en cambio luego, durante un par de años, perdí ese interés porque lo que me mandaban en el colegio no me permitía leer lo que yo quería, ni hacer otras cosas, y casi llegué a odiar la lectura, pero luego un verano a los 14-15 años (aprox) de pronto descubrí ciertos libres y los devoré para quedarme.
Yo recuerdo una anécdota que me conó un profesor de literatura hace algunos años. Todos los días llevaba a clase un libro (siempre el mismo) y lo dejaba encima de su mesa, pero no les decía a los alumnos nada de él, hasta que a los chavales les empezó a picar la curiosidad. El profesor se fingía reticente a hablarles sobre el libro. "Es un libro que estoy leyendo, pero sois demasiado jóvenes para leerlo", decía. Al final, y casi en secreto se lo dejó a un alumno que parecía interesado y este libro fue corriendo de mano en mano como si fuese contrabando por toda la clase. Y es que, como decía la canción... todo lo que me gusta es inmoral, es ilegal o engorda.
Muchos de los niños a los que veo leyendo tienen padres que atentos pero sin acoso buscan libros que a sus hijos les puedan interesar. Como dice Mariano, es un tema complicado pero creo que los padres (o un "profe" maravilloso que ame la lectura y la viva y transmita con magia) son clave para que sus hijos lean con el mismo gusto con que se hace todo lo que uno desea hacer
Desde muy niña adoraba la lectura pero sinceramente nunca tragué los libros que nos obligaban a leer. Solo recuerdo uno que me encantó: La tesis de Nancy.
El habito a la lectura es muy fácil de inculcar a los niños. Ellos nos imitan. Hacen lo que los padres. Hasta que cumplen mas o menos los 10-12 tenemos un "poder" sobre ellos que ni imaginamos.
Si tu lees, tu hijo también. Y si encima lo conviertes en una actividad común, mejor!!!
Una vez creado el buen habito, el profesor de la adolescencia es el que tiene que coger el testigo. Creo firmemente que todos los maestros de literatura deberían ser jóvenes y progres!!! En serio, no quiero discriminar a nadie, solo recordad qué profesores dejaron mas huella (positiva) sobre ustedes.
En mi caso fue el de ética. Era joven, moderno, alocado, rompía las reglas... y eso a los adolescentes les encanta. Así que si el decía, leete la Celestina, lo hacías y ya no te parecía un tostón.
Una buena medida para que los niños y adolescentes leyeran más, sería prohibirla y estigmatizarla. convertirla en algo pernicioso y perjudicial para la salud.
Un cartel en las librerías en que se dijera "La lectura puede ser pejudicial para su vida. Prohibida la venta de libros a menores de 18 años"
Como veis me alineo con las teorías de Franfer.
ola!
parece que está todo dicho, porque concuerdo con casi todos los demás comentarios, pero hace mucho que no opino...y me apetecía.
a mi siempre me estimuló mucho tener profesores apasionados, vocacionales, y cualquier cosilla que dijesen era "palabrita de dios", ya fuese el gusto por las matemáticas, lo apasionante de la geología, la aventura del inglés...
pero aunque siempre terminase por tragar los "libros de lectura obligatoria", no los disfrutaba, y optaba por aquellos de aventuras misteriosas...
mi teoría es que si fomentasen la lectura, por ejemplo un libro cualquiera que a uno le gustase y luego pudiese explicarlo a los companeros de aula, con la emoción que a uno le ha hecho sentir un libro de propia elección, los demás podrían contagiarse y seguir el camino. porque no digo yo que la celestina o ellazarillo sean inútiles, pero de que sirve leer un libro a la fuerza, aborrecerlo, desperdiciar esa literatura y no retener nada de probecho?
parece una venganza,no?
jejeje
bjs
Pues yo soy partidario de obligar a los niños a la lectura en la enseñanza. Pero no solo los más entretenidos, sino también los clásicos. Estoy contigo, Javier, cuando dices que sientes alergia por ciertas obras a las que fuiste "incitado" a leer. Me pasa igual Pero he de reconocer que me hizo sumergirme en mundos que por mí mismo no hubiese entrado. También soy lector de vocación (desde los siete años) y odiaba los libros de clase. Pero gracias a ello leí el Quijote, le celestina... O la Regenta. Un libro que me fascinó con catorce años. ¿Os hubiérais acercado a ellos si no os hubieran obligado? Yo, sinceramente, no.
Es un comentario un tanto redundante pero es que la opinión es unánime.
Cómo me acuerdo del Buscón de Quevedo, de la Celestina, del Diario de un Náufrago, etc. Pero soy incapaz de acordarme si quiera del argumento de cualquiera de ellos. Por algo será...
"¡Mal te haga Dios y lo que has comido, lacerado, que tal amenaza has hecho a mis tripas!" Es del Buscón y, si recuerdo bien mis olvidos, es de lo único de lo que me acuerdo...
Yo ya leía por aquel entonces, y lo sigo haciendo, en mayor o menor medida (siempre proporcionalmnte al número y duración de mis viajes).
Si a los 15 años te gustan los librojuegos de aventura, por qué te quitan tu tiempo de lectura para cumplir con Cervantes?
Hay que aprovechar las oportunidades que da el cine: que sale El Señor de los Anillos I, pues les dices que en la biblioteca tienen la continuación. Que les gusta El Silencio de Los Corderos, pues le dices que ése sólo es uno de tantos libro que Thomas Harris ha escrito sobre Hanibal Lecter.
No sé, los profesores de literatura deberían de leer más literatura fantástica para buscarse las vueltas y encontrar modos más originales de inculcar el amor a la lectura.
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