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martes, 10 de julio de 2007

Pro remedio anima mea


Seguro que, a los que os las hayáis tenido que ver con documentos antiguos, la fórmula del título os suena y mucho: «pro remedio anima mea», para la salvación de mi alma. Así se justificaba en los diplomas medievales las donaciones —a menudo sustanciosas— que los particulares hacían a la Iglesia.
La paleografía y la diplomática son una de las pesadillas de los estudiantes de letras; ese escrutar en las caligrafías arcaicas, en busca de los datos escondidos entre rebuscados clichés, puede resultar desesperante. Porque la cuestión no sólo dependía de la pericia del escribano —que alguno, a juzgar por los borrones, debía de escribir algo mamao, pero claro, aún no habían inventado los controles de alcoholemia—, sino de que las puñeteras modas a veces se inclinaban por unos tipos de letra que parecían querer ocultar el contenido, más que fijarlo.
¿Por qué esa oscuridad? No es por ser malpensado, pero de todos los documentos que tuve que leer —y fueron varios cientos— en la facultad, la mayoría encajaban en dos clases: los privilegios y las donaciones.
Los privilegios —o confirmaciones de privilegios— eran precisamente eso: favores que el poderoso de turno otorgaba a sus protegidos para. Podía ser una exención de impuestos, una dispensa de servicios militares o la concesión de un título o un territorio, generalmente con unos cuantos siervos incluidos.
Las donaciones, en cambio, eran un acuerdo privado entre una persona física y una institución eclesiástica. En estas transacciones, un convento, monasterio u orden religiosa recibe algún bien de un particular, que lo dona de forma voluntaria y lo hace «pro remedio anima sua», o sea, para salvar su alma.
No vamos a entrar aquí en dimes y diretes —y eso que sería muy fácil, porque mira que hay miga: la formación del patrimonio de la Iglesia, la voluntariedad o no del acto, la venta de bulas e indulgencias... asunto para debatir hay para rato—, pero sí que me ha hecho siempre mucha gracia esa expresión: «para salvar mi alma».

¿Qué terribles pecados tendrían que expiar aquellos hombres y mujeres del medievo? Porque no creáis que las donaciones eran simbólicas, no. Ni mucho menos: pensad, si no, en la inmensa cantidad de propiedades en manos de la Iglesia, que sobrevivió a dos desamortizaciones y aún hoy mantiene un ingente patrimonio. Y todo eso sin realizar ninguna actividad productiva —en el sentido económico, por supuesto—.
¿Qué podrían haber hecho Abamor Eximiz y su mujer, Cendina, para querer donar sus bienes y que con ellos se construyera el monasterio de San Salvador? ¿Encontrarían con su generosidad perdón para sus pecados? Y, lo que es aún más inquietante: si de ese convento surgió la ciudad de La Bañeza, ¿podemos deducir que La Bañeza es fruto del pecado? Porque a algún maledicente sí que he oído asegurar que es "la ciudad del vicio", aunque sospecho que en la idea no había más que márquetin, en un intento de atraer a cualquier precio visitantes para la movida nocturna de la ciudad —que es su verdadera industria—.

¿Qué harían estos pobres pecadores? Porque la lista de pecados no ha debido de variar mucho desde entonces; a fin de cuentas, las maldades están ya todas inventadas hace ya tiempo.
Lo que sí que mejora son las técnicas para conseguirlo: matar es matar, lo hagas con la quijada de un asno, con una cimitarra o apretando un botón. Y los pecados de cintura para abajo tienen poco de tecnológico, por mucho que se empeñe la industria de la consolación.

Hace un par de años circuló la noticia de que el Vaticano condenaba los nuevos "pecados informáticos". Básicamente, consistían en el pirateo y la pornografía. Pero no creo que puedan considerarse "nuevos" pecados, propiamente dichos. Más bien son los mismos pecados de siempre: el robo y el regocijo carnal. Yo más bien los llamaría «pecados asistidos por ordenador», que suena mucho mejor. Y hasta se podrían impartir seminarios sobre el tema, y organizar cursos y talleres on-line.
Claro que también podría aparecer la antítesis: la penitencia tecnológica. No quiero ni pensar en lo que podría ocurrirle al que se pase de la raya. Vigilado, controlado desde todos los ángulos. Con todos tus movimientos documentados... y encima, el pensamiento también peca. Sólo es pensar en un infierno robotizado, en las calderas programadas en java o en los ciber-tridentes y me lleno de candor y voluntad de obrar correctamente.
Vamos, que, mucho antes de haber pecado, ya me estoy planteando qué podría yo donar... pro remedio anima mea.

5 comentarios:

Mariano Zurdo dijo...

Creo que el anima mea, o sea, mismamente la mía, no tiene remedio posible. Lo tengo todo. Mi letra escrita sería una buena piedra de toque para los estudiantes de paleografía, y pecadillos veniales a todas horas. Me salen solos, se me escapan. Vamos, que se me caen.
Pero cuidado que todavía hay posibilidades de redención. En pleno siglo XXI todavía existen las bulas papales, y no es coña. En muchas bodas de las que canto se lee una bula papal que se hace extensiva a todos los celebrantes. Lo que no sé es si será válida para los ateos descreídos. Si es válida estoy salvado para varias reencarnaciones. Si no, me dedicaré a pecar en otras tantas...
Magnífico artículo Javier, pero esto no es pecado ni una novedad.

Raquel dijo...

Javier, no tiene desperdicio este artículo. Hay mucho en él y como dice Mariano, ni pecado ni novedad es tan exquisito manjar y tan grata degustación.

Ing. Cardioide dijo...

Mi estimado Javier,

Es por eso que yo ya tengo un papelillo donde dicen que soy puro, santo, casto, inocente, víctima, mártir y demás derivados por parte de la Iglesia [RIIIIIIIIIIIIGHT, ni yo me la creí jaja] en donde dice que tengo mi cacho de cielo ganado :P jajaja

Muy buen post! Lo felicito! :D

Un abrazo desde El Pueblo [ya llegué ora sí jeje]

Lalo.

Anónimo dijo...

¿Y qué me dices del Camino de Santiago? Mucho hay que tener que expiar para buscarte unas ampollas de órdago en los pies... (por cierto, en mis "panes" le doy un poco de estopa a'l Gore: te lo digo porque creo que te "prestará"). Besos.

Filisteum dijo...

¿Y qué es lo que tienen que salvar los multimillonarios como el Gates que donan millones y millones a proyectos del tercer mundo?

Eso me pregunto yo, porque el alma, no creo...