No suelo seguir con demasiado interés la actualidad, y mucho menos la del "mundillo literario", pero estos últimos días se está produciendo una pequeña escaramuza que, por lo injusto del ataque y por la inequidad de los contendientes, me ha afectado seriamente. Ya, ya: a algunos no se nos puede tocar a Gamoneda. Cierto. Hay algo personal, por supuesto: cualquiera que haya tratado con él sabe a qué me refiero. Pero no es la reverencia ante el poderoso lo que uno siente, sino el deslumbramiento de estar ante un grande de la literatura. Poco importa lo que ladren sus detractores: él es el gran poeta de finales del siglo XX, y la historia lo dirá. Que no se lo perdonen es otro asunto; me gustaría ver cuántos defenderían a Crémer si ahora mismo recibiera el reconocimiento que merece.
Supongo que todo el mundo estará ya al cabo de la calle de la polémica: Gamoneda presentaba sus memorias y un periodista le pregunta por el recién desaparecido Benedetti. Y el poeta responde con su mejor intención: me gustaba, me caía bien, pero mis pasiones poéticas tienen otras coordenadas. Y entonces se alzan los autoerigidos paladines de la poesía y buscan la yugular del enemigo, y le llaman enterrador, le menosprecian su obra, cuestionan la limpieza de sus méritos... sólo ha faltado mentarle a la madre para que la cosa llegara a las manos. Hay que entenderlo, claro: uno tomaba café con Benedetti, otro presume de una razia en su domicilio, y alguno habrá que haya pasado cinco horas con Mario. Igual da.
Benedetti y Gamoneda no son rivales. No son incompatibles. Ni siquiera se puede decir que el leonés le falte al respeto. Ni siquiera ha dicho que no le guste; es evidente que la obra de cada uno no tiene nada que ver con la del otro, así que si están en las antípodas, ¿qué iba a decir Gamoneda? ¿Que Benedetti era la cumbre de la literatura universal? ¿Que le seducía la profundidad de su pensamiento y la elaboración de su estilo? Gamoneda se embarcó hace medio siglo en una escritura densa, poblada de óxido y dolor. Benedetti cantaba a la justicia, al amor, recitaba con acento, sonreía por escrito, qué se yo. ¿A qué viene compararlos? ¿A qué enfrentarlos?
Todos sabemos qué pasa con la poesía española. De qué van unos y otros. Sería muy sencillo apostar por quién saltará ahora, en qué bando estará este o aquel autor. Y es que lo de nuestras letras es digno de estudio; aunque quizá no sean los catedráticos del ramo los que debieran analizarlo, sino más bien los magistrados de justicia, los fiscales anticorrupción; los especialistas en parasitología; los técnicos de reciclaje (o engineiros da merda); o incluso los forenses o los arqueólogos, porque nuestra poesía cada vez está más muerta y enterrada. Y la mala noticia, para algunos enterradores, es que uno de los pocos supervivientes será Gamoneda. Por mucho que le disparen desde los grandes medios. Espero que esto sirva, al menos, para que quien aún no lo conozca descubra a Gamoneda, y se acerque al libro de memoria que presentaba cuando saltó la polémica.
Y ahora, puestos ya a ganarse enemigos, reproduzco aquí mi columna de Alerta de esta semana. A ver quién se da por aludido.
Gamoneda, Benedetti y los chacales de la poesía
Hacía años que se sospechaba, pero con cada nueva evidencia se hace más difícil de ocultar: la poesía española del siglo XXI es un oscuro callejón arrabalero.
Un calleja de malandanza por la que ya casi nadie transita, pues, ahora que los “poetas” han matado a la poesía –prácticamente han acabado con los lectores–, pocos se atreven a pisar un territorio en el que impera la ley del más rastrero, y se palpa el peligro a cada paso.
En una esquina, te asaltan los bandoleros y trabuco en mano se te llevan hasta la camisa. En otra te aguardan matachines, navaja en mano, que te apalean asegurando que les has mirado mal.
Allí se refugian estafadores emperifollados, especialistas en fondos públicos, oropel y venta de humo. O pandilleros que asaltan una caja de ahorros, una fundación o un ministerio, esperando a que el jefe de la banda reparta el botín: para ti un premio, para ti un jurado, una beca, un congreso en Varadero con hotel de cinco estrellas. Viejos oficios que se transmiten al estilo gremial, con vasallajes y escuderos, en el que es norma intercambiarse los papeles: jurado y premiado, editor y publicado, antólogo y antologado, crítico y ensalzado. Hoy por ti…
Claro que no todo es mala vida: también están los que no aceptan las corruptelas, los que se enfrentan a las bandas, los que abanderan la verdad aunque describan la mentira. Los que sufren. Como ahora sufre Gamoneda, un hombre auténtico, que nunca buscó una corte, que nada reclamó y a quien el tiempo acabó haciendo justicia.
Hace unos días, un periodista le pide que improvise la necrológica para Benedetti. Y con elegancia ensalza a la persona y disculpa al poeta –pues nadie obliga a amar al uruguayo, por muy difícil que sea evitarlo–. Y entonces el hampa poética azuza a sus perros, buscando el cuello del rebelde: de aquel que no entra en camarillas, que no publica en las editoriales orgánicas, que no se alinea con las nuevas sensibilidades que predique el santón de turno. Y allí saltan a la palestra el secretario de uno, el premiado por sus amigos y el progre exquisito, a expulsar al díscolo del Parnaso. ¿Poetas? Matones de barrio, camorristas de tercera.
5 comentarios:
Hola Javier, me llegó el mail por lo de tu libro y sólo pasaba a darte mi enhorabuena. Abrazo.
Coincido plenamente contigo. Ambos son poetas y los poetas no tienen por qué tener la misma voz ni los mismos intereses. Particularmente yo me siento más afín a G. que a B. pero sé que uno y otro abordan la "realidad" desde y con distintos "parámetros".
Los que ahora braman ofendidos por san Mario son los mismos que antes denostaban a Borges, quiero decir, los integristas del realismo/sentimentalismo social.
Un abrazo
aunque no conozco demasiado a Gamoneda, el señor B nunca me pareció especial. Aunque se haya muerto no tengo porqué pensar lo contrario.
Cuánta estupidez!
Vivo en una ciudad de poetas. Me muevo entre poetas, de diverso pelaje. Entre mis aficiones literarias está leer a Benedetti, no a Gamoneda. Pero igual es un grande, sin duda. No entiendo los látigos y cuchillos largos, máxime cuando se trata de gente que ya tiene un espacio de veras. No obstante, B. merece que se le devuelva la generosidad. ¡Y enhorabuena por tu novela!
Mi padre es un superviviente de la División Azul, y el día 20 de Septiembre cumple 91 años.
Vivo en León y no pude ir a ver la presentación de tu novela en la Obra Social de Caja España, pero haré lo posible por comprarla y leerla.
Un saludo de este tu admirador
David García Rubio.
Nota. El chofer del Rector de la Universidad de Santander (Enrrique) es de León, concretamente de Torrecillo un pueblo que está al lado de Fasgar de donde es natural mi padre y donde se jubiló mi abuelo Francisco Rubio de la Calzada de maestro.
La hermana de Enrique (Teresa) también trabaja en la Universidad de Santander. Tienen otros dos hermanos Jose Alberto (pateto) amigo mío de la infancia y Fernando. Su madre se llama Dina.
Yo soy Graduado Social y Licenciado en Ciencias del Trabajo y también cursé estudios de Lingüística (complementos de formación) durante dos años en la Facultad de Filosofía y Letras de León, al lado de la mujer de Salvador Gutiérrez Ordoñez que como seguro sabes ocupa el sillón "S" de la Real Academia de la Lengua y por el cual también siento gran admiración y así se lo hice saber recientemente en un encuetro que tuvimos mientras hacíamos unas compras en el Corte Inglés de León.
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