De entre toda la “fauna” social que habita en los actos culturales –que no es poca–, y conforma ese conjunto abstracto que solemos llamar “público”, destaca sobremanera una especie singular: los devoradores de canapés. Sí, claro, seguro que los ha visto en más de una ocasión; acuden en manada, atienden más bien poco, aplauden como el que más –en especial, para cortar al orador que abuse de su paciencia–... Pero su verdadero ritual viene al final, en el convite: como buena especie depredadora, copan las posiciones estratégicas, asedian a los camareros y, finalmente, se abalanzan sobre las provisiones.
Aún queda mucho por investigar, pero no estaría de más realizar un estudio serio de esta peculiar tribu urbana; la única, por cierto, más que juvenil, “jubiletis”; incluso se sospecha que puede estar muy relacionada con la tribu de los acaparadores de asientos en espectáculos públicos, con la de saltadores de filas y colas y, en general, con los asiduos al método “de balde”.
La ventaja es que no hace falta ir muy lejos para topar con ellos; en nuestra misma ciudad podemos encontrar muchos casos, y de una técnica muy depurada: antes de asistir a un acto, telefonean al local para informarse de si se ofrece un “vino español” al terminar. No es ficción: ocurrió hace unos días, cuando un museo capitalino inauguraba una exposición. Y, en efecto, como no hubo ágape, los devoradores no acudieron.
Podría pensarse que esta especie parasitaria surge a partir de la crisis económica, buscando un complemento calorífico a dietas de menguado presupuesto; sin embargo, y a pesar de que sean éstas sus épocas de mayor bonanza, estas tribus, o grupúsculos organizados de vandalismo cultural siempre han existido, y últimamente se frotan las manos ante la perspectiva de la futura capitalidad cultural europea, lo que, en su particular visión, significa una multitud ingente de presentaciones, conferencias, inauguraciones, etc., todas con su correspondiente ración de canapés. El paraíso, vamos. ¿Conseguiremos dar la talla en la competición europea?, me pregunto yo... ¿O nos comerán la merienda, como en la UEFA?
Aún queda mucho por investigar, pero no estaría de más realizar un estudio serio de esta peculiar tribu urbana; la única, por cierto, más que juvenil, “jubiletis”; incluso se sospecha que puede estar muy relacionada con la tribu de los acaparadores de asientos en espectáculos públicos, con la de saltadores de filas y colas y, en general, con los asiduos al método “de balde”.
La ventaja es que no hace falta ir muy lejos para topar con ellos; en nuestra misma ciudad podemos encontrar muchos casos, y de una técnica muy depurada: antes de asistir a un acto, telefonean al local para informarse de si se ofrece un “vino español” al terminar. No es ficción: ocurrió hace unos días, cuando un museo capitalino inauguraba una exposición. Y, en efecto, como no hubo ágape, los devoradores no acudieron.
Podría pensarse que esta especie parasitaria surge a partir de la crisis económica, buscando un complemento calorífico a dietas de menguado presupuesto; sin embargo, y a pesar de que sean éstas sus épocas de mayor bonanza, estas tribus, o grupúsculos organizados de vandalismo cultural siempre han existido, y últimamente se frotan las manos ante la perspectiva de la futura capitalidad cultural europea, lo que, en su particular visión, significa una multitud ingente de presentaciones, conferencias, inauguraciones, etc., todas con su correspondiente ración de canapés. El paraíso, vamos. ¿Conseguiremos dar la talla en la competición europea?, me pregunto yo... ¿O nos comerán la merienda, como en la UEFA?
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