Este blog ya no está activo. Por favor, visita mi nuevo blog en El Diario Montañés: Llamazares en su tinta.



jueves, 26 de junio de 2008

Más columnas en Alerta

Fin de curso, y como tal, poco o nada de tiempo para los pequeños placeres, como escribir en este blog.
Mientras llegan tiempos mejores, dejo aquí las dos últimas columnas publicadas en el diario Alerta.

jueves, 5 de junio de 2008

La tijera del redactor jefe

¿Qué hará, una semana? Siete días atrás andaba yo tan contento, glosando las alabanzas del papel prensa y dando cabriolas por las esquinas, cual feliz abrazafarolas, entusiasmado con mi nueva reencarnación en tabloide. Hoy, sin embargo, me veo obligado a admitir que, igual, me pasé un pelín.
Y es que esta mañana, así, sin esperarlo, me he vuelto a topar con uno de los demonios familiares del plumilla: la tijera del redactor jefe. No, no es un cuento de Poe; es más bien un justo castigo para los colaboradores plastas que se pasan de la cuenta. Y no me refiero al contenido, sino al continente: de lo que me he pasado es de extensión.
Es verdad que yo ya lo sabía: demasiadas veces he tenido, no ya que escribir, sino sobre todo que maquetar páginas —sobre todo de revistas; ¿he hablado ya del difunto semanario «Las Comarcas»? ¿No? Pues preparaos, que no os libráis—, como para no ser consciente de las limitaciones de espacio que impone el papel: hay un número máximo de caracteres que caben en la columna, y no hay más cáscaras.
Claro que yo lo sabía, cómo no. Pero una cosa es saberlo, y otra acordarte. Y esta vez, me falló la memoria. Después de un año largo tecleando en el blog lo que me da la gana, ¿quién es capaz de comprimirse, de encorsetarse en las trescientas y pico palabras? Sí, bueno, no es tan difícil, vale... Mea culpa.

(Por cierto, que lo de las tropecientas palabras siempre ha resultado muy discutible; hay quien prefiere medir por caracteres, y lo razona diciendo que, si se ponen palabras muy largas, aumenta la extensión. En fin, es una opinión. Y, como tal, rebatible: tampoco es del todo exacta la medida de espacios, porque cualquier listillo puede llenar su artículo de emes, que ocupan mucho más que las íes, y te descuadra la página por completo.)


En fin, que ya se me habían olvidados las penurias del columnismo —que hay más, ¿eh? Otro día hablaremos de cómo se pierden las cursivas, de la angustia de la hora de entrega o incluso de las dudas sobre la difusión...—, y esta mañana ha llegado la famosa tijera de la redacción a recordarme mi condición de pobre mortal y víctima propicia. Y lo peor de todo es que no me puedo quejar: yo mismo —que ya intuía algo— había advertido al jefe de Cultura de que, si sobraba chicha, cortara por lo sano. Y no veas cómo me duele ahora. Que para algo eché un rato largo cavilando, a ver cómo remataba con gracia un artículo más bien sosainas. Y no es que el resultado fuera como para tirar cohetes, pero coño, mi trabajo me había costado.
Menos mal que tengo un blog. Porque así, ahora puedo echarle jeta y encasquetar aquí el texto íntegro, y así, al menos, me queda la sensación de que no tecleé en vano el último párrafo. Cierto que alguno podrá objetar: «Pero, chaval, si de verdad querías decir algo interesante, haberlo escrito antes, hombre». Sí, claro. O haberlo escrito mejor, no te digo... Seguro que hasta habrá quien piense que el artículo gana más así, aligerado «Total, por tres puñeteras líneas que te han cortado...».
Pues nada, ahí va la versión del autor, en plan edición de coleccionista (para comparar, aquí está la versión impresa):

Cultura juvenil

Hace un par de meses, la casualidad me llevó a conversar un rato con el presidente del Ateneo de Santander, Carlos Galán. El gran profesor y crítico me comentó que una de sus ambiciones insatisfechas al frente de la institución era atraer al público joven; que por más que lo habían intentado, con la programación cultural en la mano no había manera de rejuvenecer la audiencia. La cuestión no es que falte interés por las actividades del Ateneo y escasee el público, sino que el personal no se renueva y, a este paso, la implacable lógica de la demografía acabará por finiquitar la sociedad.

Es de suponer que este verano, merced al convenio con la UIMP, mejore el panorama, aunque no será más que un espejismo: los chicos que acudan buscarán “créditos”, no alimento cultural. Pero no se desesperen: esto mismo que ocurre en el Ateneo, sucede en cualquier foro. Pocos son los asuntos que movilizan hoy día a la población más joven, y la cultura no es uno de ellos, precisamente.

Probablemente sea más sencillo reventar cualquier aforo tirando de lo más obvio: estrellas de la tele, farándula o incluso del cutre-famoseo. Con reclamos así, el éxito suele estar garantizado; hasta tal punto, que no creo que haya municipio en todo el solar ibérico capaz de tirar la primera piedra.

Sin embargo, el Ateneo, y otros foros con buen paladar, mantienen una elegante —y, por qué no decirlo, también en cierto modo decadente— pose retro, programando a la contra: presentaciones de libros, conferencias divulgativas, debates de actualidad… Lástima que, actualmente, algunas de estas actividades se hayan convertido, para buena parte de las nuevas generaciones, en auténticos fósiles culturales. Y, aunque no sea improbable que las oscilaciones del gusto las vuelvan a poner de moda, es evidente que, si se quiere recuperar a un público juvenil, y que no sólo es tan culto como el maduro, sino que además está mejor formado y tiene acceso a una oferta más amplia que nunca, lo que procede es adaptar la programación a la demanda real: tecnología, cultura pop, ideologías alternativas, nuevas músicas… Quizá sea momento de que, también en Cantabria, empecemos a quitarnos los guantes de la “alta cultura”, y asumamos que hay que saltar al ruedo de lo que ahora mismo bulle en nuestra sociedad, a pesar de que quizá no sea tan chic.

Y, aún así, va a resultar una tarea titánica, si no sísifa, intentar trasladar el epicentro del movimiento juvenil desde Cañadío hasta el Ateneo. Porque, aunque haya pocos metros de distancia, la cuesta está muy, pero que muy pindia.


PS. Por cierto, que no soy el único bloguero que se "pasa al enemigo": acaba de hacer lo propio Óscar Sin Nick (sí, sí, el de periodistasdecantabria.com y "Lo llaman política"), que debutó esta semana en El Mundo-Hoy Cantabria. Enhorabuena, sobre todo para quienes lo han fichado.

martes, 3 de junio de 2008

Verdades adornadas [microrrelato]


Vera y Franco mantenían una relación maravillosa, basada en su delicadeza a la hora de afrontar la realidad. Cuando él llegaba tarde, Vera decía: “cuánto habrás trabajado, debes estar rendido”. Cuando ella se pintaba demasiado o escogía el peor vestido, Franco entornaba los ojos y afirmaba: “cómo me gustas” y “qué bien te sienta”. Cuando se cruzaban con unas piernas torneadas o con un lobo de mar, los dos se miraban con ternura y susurraban: “te querré siempre”. Todo era perfecto; nunca había una voz, jamás un reproche o un desacuerdo. El día en que Vera abandonó a Franco, le aseguró muy sonriente: “enseguida vuelvo”, mientras cerraba la puerta para siempre.